23 diciembre 2007

Al final del calendario

Nos encontramos en fechas navideñas; como la mayoría de lectores sabrán, la navidad es una cristianización de la fiesta de celebración del solsticio de invierno, por lo que está más relacionada con la ciencia de lo que parece. Además estamos también en los últimos días del año. Es también cultura general que un año es el periodo que tarda la Tierra en dar una vuelta al sol, mientras que un día es el tiempo que nuestra planeta emplea en girar en torno a sí mismo, un movimiento que es aproximadamente 365 veces más rápido, y de ahí que ese sea el número de días que tiene un año. Más o menos, porque la relación entre los dos periodos no es un número entero, el valor real es algo mayor que 365, aproximadamente 365,25 y de ahí que cada cuatro años el desfase sea de un día y surja un año bisiesto. Pero tampoco esa cantidad es exacta, y de ahí que de cada veinticinco años que deberían ser bisiestos uno no lo sea, que es el del comienzo de cada siglo; pero eso volvería a producir un pequeño desfase, por lo que uno de cada cuatro principios de siglo sí debe ser bisiesto. Que lio. Es decir, los años 1700, 1800 y 1900 no fueron bisiestos y sin embargo 2000 sí. 2400 volverá a ser bisiesto, a diferencia de 2100, 2200 y 2300. Si la humanidad consigue durar lo suficiente, seguramente volverán a ser necesarias otras modificaciones en los años bisiestos para conseguir un ajuste más perfecto.

Como sabemos, más imperfecta todavía es la cuestión de los meses; para tener un buen correspondiente científico, un mes debería ser el periodo de un ciclo lunar, que como es bien conocido consta de cuatro fases: luna nueva, luna llena, cuarto creciente y cuarto menguante. Cada una de esas fases dura una semana por lo que un mes perfecto debería tener cuatro semanas; sin embargo de esa forma no conseguimos un número exacto de meses al año, por lo que llevamos a cabo ese curioso reparto de meses de 30, 31 y 28 días. Los judíos y musulmanes sí siguen meses lunares pero tampoco esto es la panacea, puesto que los ciclos de la luna no son completamente regulares por lo que es necesario introducir ajustes como en el caso de los años bisiestos.

Una última curiosidad: los días de la semana llevan los nombres de la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus, es decir, los cuerpos celestes visibles desde la tierra. Esto es así en todas las lenguas europeas (en las germánicas sustituyen a los dioses romanos que dan nombre a los planetas por los de su mitología) salvo en portugués, donde no se complican la vida y les llaman sencillamente segunda-feira, terça-feira, quarta-feira, etc.

¿Y esto tiene algo que ver con el cine? Ejem, pues sólo se me ocurre como excusa el curioso título de una película de Fassbinder, El año de las trece lunas, es decir, trece fases de la Luna en lugar de doce. Además de que quería poner alguna entrada que me sirviera para felicitar las navidades y el año a los lectores. Un saludo y os deseo lo mejor para todos.

16 diciembre 2007

Clever: ¿divulgación científica?

El otro día me encontré en la tele con el programa de Telecinco Clever, en el que los concursantes deben adivinar cuestiones relacionadas con la ciencia y que creo que va un poco en la línea, o al menos me da la impresión de que explota la misma idea, que los juegos de agilidad mental que parecen estar de moda ahora, uno de ellos anunciado incluso por Nicole Kidman. No vi más que una media hora del programa así que tampoco puedo emitir un juicio categórico al respecto, pero si me preguntaran si lo que estaba viendo se trataba de divulgación científica, habría dicho que no. Y creo que respondería lo mismo respecto a revistas del mercado tipo Muy interesante y sus imitaciones.


En mi opinión (que nadie tiene que compartir y ahí está la sección de comentarios para que otros den la suya) para decir con propiedad que alguien o algo están llevando a cabo divulgación científica creo que debería haber detrás una intención didáctica: es decir, no sólo exhibir un fenómeno espectacular que tiene una base científica detrás, sino pretender ir más allá del espectáculo y que el público comprenda esa explicación científica; para eso no hace falta entrar en grandes complejidades ni profundizar, de hecho al contrario, cuanto más sencillo y resumido mejor se entiende. Así que no me quejo de que revistas y programas de televisión de este tipo no sean lo suficientemente exhaustivos, sino más bien al contrario, no me gusta que intenten ocultar su superficialidad utilizando un lenguaje rebuscado que les quita la utilidad didáctica que podrían tener.

En Clever hay un experto, o tal vez un actor que hace ese papel, que explica el fundamento del fenómeno espectacular que se acaba de mostrar, pero que, o bien no tiene interés en que le comprendan o bien lo hace de forma bastante torpe. Por ejemplo, una de las preguntas era si el sol broncea más nuestra piel estando en la nieve o en la playa (por supuesto, la prueba se ilustraba con una atractiva modelo en bikini supuestamente sometida a ambas radiaciones); para explicarlo el científico del programa se ponía a hablar del albedo, un concepto que, pese a ser ingeniero y haber estudiado en la carrera dos asignaturas anuales bastante amplias de física general y campos y ondas, no me sonaba de nada y que, cuando supe lo que era, tampoco me aportó nada nuevo. El albedo es el porcentaje que se refleja respecto al total de energía que recibe una superficie. En un programa de televisión destinado a público en general podría decirse simplemente que la nieve refleja casi toda la energía que recibe del sol y por lo tanto nos broncea más que el agua del mar, que absorbe un porcentaje importante, sin ninguna necesidad de utilizar terminología espesa, hermética y terriblemente pedante por lo innecesaria; me imagino que el público que oye hablar del albedo y al que le muestran una gráfica con los albedos de la nieve y el agua no entenderá ni jota pero le parecerá, eso sí, que ese señor que emplea palabras tan raras debe saber mucho. El divulgador debería de intentar tender un puente al público para que se acerque a la ciencia en lugar de recalcar utilizando un vocabulario hiperespecializado la distancia que le separa de los profanos.

Clever me parece una oportunidad desaprovechada, como lo fue en su día Waku Waku, luego rebautizado Jimanki Kanana, un programa sobre animales que dirigía Narciso Ibañez Serrador, en el que todo consistía en preguntas graciosas pero más bien tontas acerca de si el mono conseguiría o no comerse el plátano mientras que, sin quitar para nada el entretenimiento, se podría haber conseguido que los espectadores aprendiéramos algo sobre zoología que trascendiera la mera anécdota. Naturalmente, Clever está muy por encima del 95 % de la programación del canal que lo emite (lo cual tampoco es decir nada en absoluto) y no niego que pueda ser un buen programa de entretenimiento pero la divulgación científica, al menos para mi, es otra cosa.

24 noviembre 2007

El coloso en llamas: ¡Fuego!

Cuando se pusieron de moda las películas catastrofistas en los años 70, una de las que reunió a un mayor plantel de estrellas en su reparto fue El coloso en llamas (1974), que trataba sobre un edificio de lujo pasto del fuego Al menos que yo recuerde, y reconozco que la cartelera de los últimos años no es mi fuerte, esta película todavía no ha tenido remake, a diferencia de La aventura del Poseidón. No lo ha tenido ni debería tenerlo, porque al menos quiero pensar que si se plantea otra película con esta temática, el origen de las llamas tendría que ser un atentado y no sería verosímil que ocurriera por una simple negligencia, como era aquí el caso.

Por lo general, los fuegos de origen eléctrico son debidos a cortocircuitos. Ya expliqué con detalle en otra entrada lo que es un cortocircuito, ahora sólo resumiré que cuando se ponen en contacto dos cables conectados a una tensión diferente, como pueden ser los dos polos de un enchufe, la ausencia de resistencia al paso de la corriente hace que ésta se dispare hasta quemar los cables y toda la instalación si aquélla no dispone de los mecanismos adecuados de protección que corten el suministro. Vi la película hace años y no recuerdo mucho, ahora estoy leyendo en algunos resúmenes de la trama que el incendio se producía por no utilizar los cables adecuados. Si era así, la negligencia ya sería de juzgado de guardia: los cables eléctricos son más gruesos cuanta más corriente tenga que pasar por ellos. Si dimensionamos la instalación de forma errónea utilizando cables de menor diámetro del necesario, estos no podrán aguantar el paso de la corriente sin quemarse. Es un error un tanto burdo, puesto que basta con consultar las tablas que trae el Reglamento de Baja Tensión o cualquier manual de instalador, donde se indica el diámetro mínimo de cable necesario para cada valor de la intensidad.

Una vez iniciado el incendio, en la época de El coloso en llamas apenas se habían desarrollado las normativas o reglamentos de protección contra el fuego. En España funciona desde los años 90, salvo que ya la hayan renovado, la NBE (norma básica de la edificación)- CPI 96, que establece una serie de reglas para facilitar la detección de un incendio, minimizar sus efectos y sofocarlo lo antes posible. Algunas afectan a la arquitectura del edificio, otras a la ingeniería, que sería la instalación contra incendios. Entre las primeras podemos destacar:

- que los elementos constructivos del edificio deberían tener una resistencia mínima al fuego, que se mide por unos códigos muy sencillos. Un muro RF-60 quiere decir que evita la propagación de un incendio durante 60 minutos, después de los cuales empieza a derrumbarse o al menos a filtrar el humo. Una puerta RF-120 aguantará dos horas antes de dejar pasar el fuego; eso debería ser tiempo suficiente para la llegada de los bomberos.

- otro aspecto muy importante es la adecuada compartimentación del edificio, es decir, poder aislar la zona donde se está propagando el fuego y permitir que los ocupantes puedan salir por otra zona segura. La división en sectores se lleva a cabo por medio de las famosas puertas cortafuegos.

- la evacuación además debe facilitarse mediante escaleras amplias y bien diseñadas, que no sea fatigoso bajar. Además las puertas deben abrirse hacia fuera y de forma manual; muchos garajes en los que no se puede salir sin llave incumplen esta normativa.

Eso respecto a la arquitectura del edificio. La instalación contra incendios, por su parte, trabaja en tres direcciones:

- señalizar mediante pegatinas informativas y luces la situación y dirección de la puerta de salida más próxima o la ubicación de los aparatos de extinción.

- detectar la presencia de fuego mediante detectores de humo (los más habituales) y de calor, así como avisar de la formación de un incendio mediante las alarmas.

- sofocar el incendio mediante extintores, mangueras enrolladas en el interior de una urna llamada BIE (boca de incendio equipada) o rociadores que emiten agua desde el techo.

Naturalmente toda esta instalación se llevará a cabo sólo en hospitales y edificios públicos o muy grandes y con mucha ocupación; en un edificio de viviendas normal, exceptuando el garaje, sólo deben cumplirse las medidas de protección arquitectónica y la colocación de extintores en las zonas comunes del inmueble.

Por último, ¿con todas estas normas de seguridad como pueden vivirse remakes reales de El coloso en llamas como lo del edificio Windsor de Madrid? Pues deberían hacer una película que lo explicara.

12 noviembre 2007

Cuando el coche no arranca

Una de las escenas más tópicas en películas de acción o de suspense es la del personaje que tiene que escapar de un sitio a toda velocidad y se encuentra con que el coche no arranca. Es uno de los trucos de guión más fáciles para crear emoción haciendo que el motor consiga ponerse en marcha en el momento límite o para desembarazarse de personajes secundarios haciendo que el encendido no funcione ni siquiera en el último momento. Si hacemos caso a las películas, los problemas de arranque son exageradamente frecuentes en los motores y además son casi los únicos que existen, salvo alguna que otra vez que alguna de las piezas se quema y hay que parar en mitad de la carretera con el coche echando humo. Los que hemos conducido vehículos viejos sabemos que existe otra amplísima gama de problemas que pueden surgir en carretera, aunque sí es cierto que el encendido es el punto más delicado y complicado del funcionamiento del motor.

Entrando más en detalle, conviene explicar que el encendido de los coches de gasolina es muy distinto al de los Diesel. Los coches de gasolina siguen el modelo de motor diseñado por un señor alemán llamado Otto a finales del siglo XIX: en ellos el cilindro comprime una mezcla de gasolina y aire. Cuando el cilindro se encuentra en el punto final de su recorrido o carrera se aproxima una chispa que hace que la mezcla prenda. La rápida combustión de la gasolina empuja al cilindro hacia atrás, y éste, a través de una serie de bielas, transmite ese movimiento al cigüeñal y este a su vez, a través del sistema de transmisión, a las ruedas del vehículo. La clave está en que la combustión no se convierta en una detonación que pueda estropear el motor; que esto ocurra o no, depende de la calidad del combustible, que en este apartado se mide por el número de octanos de la gasolina (cuantos más octanos, más calidad de la gasolina y menos sufrirá el motor en las combustiones). El encendido en los motores de gasolina, sobre todo en coches antiguos, es complicado cuando están fríos, ya que el combustible tiene serios problemas para vaporizarse. Esto se arregla regulando la proporción de gasolina y aire en la mezcla con el starter, que deja pasar más combustible (enriquece la mezcla, como se dice) para que arda más fácilmente.

En un motor Diesel (inventado por otro señor alemán del mismo nombre) el proceso es esencialmente el mismo con la diferencia de que lo que se comprime en el pistón no es una mezcla de aire y gasolina, sino aire nada más. En el momento en que éste se encuentra más comprimido (en realidad un poco más tarde, porque la combustión es mejor si existe un cierto retraso en el encendido) se inyecta el combustible que, al encontrarse a tanta presión, arde rápidamente desencadenando todo el proceso. Al no haber bujía, starter ni mezcla que regular, el encendido es menos problemático que en los motores de gasolina, siendo la principal dificultad el regular bien los inyectores de combustible.

Todo este proceso necesita de la electricidad que suministra la batería, que en los motores de gasolina alimenta a la bujía que crea la chispa mientras que en los Diesel se encarga de elevar la temperatura para que se pueda facilitar la combustión. La batería sólo es necesaria en el encendido, el resto del tiempo el coche toma su electricidad del alternador, que es quien se encarga además de recargar la batería. El alternador transforma el movimiento del coche en electricidad que alimenta la batería; de ahí que si el motor no arranca, podemos hacerlo funcionar empujando el coche: forzando el movimiento del motor, el alternador puede generar electricidad, recargar la batería y conseguir el encendido del vehículo.

La película que más se me viene a la mente al pensar en vicisitudes al volante es Dos en la carretera, en la que, además de a Albert Finney y Audrey Hepburn consiguiendo arrancar el coche a base de empujarlo, veíamos al pobre vehículo arder en otra escena. ¿Por recalentamiento debido a la ausencia de refrigerante? Es lo más probable. Quien quiera consultar todos estos temas, no sólo dispone de información en Internet sino en el propio manual de conducir, que al menos antes incluía un capítulo de mecánica que, por cierto, todo el mundo se saltaba en la autoescuela.

29 octubre 2007

eXistenZ: ¿qué fue de la realidad virtual?

La historia de los fracasos de la tecnología puede ser tan instructiva como la de sus éxitos. A todos nos suena familiar haber oído hablar de alguna innovación que supuestamente iba a cambiar nuestra vida y que todo el mundo olvidó en unos pocos años. En mi opinión (que nadie tiene por qué compartir) el mayor fracaso de la tecnología en el siglo XX, comparando las expectativas surgidas con los resultados finales, fue la energía nuclear. Otro fiasquillo menos sonado fue el Laser Disc, que hoy nadie recordará ni mucho menos planteará como posible alternativa al arrasador DVD; y creo que se podría añadir a la lista una forma de ocio que hace unos quince años, justo antes del boom de Internet, se anunciaba a bombo y platillo: la realidad virtual. Los medios de comunicación nos vendían en los primeros años 90 la imagen de gente provista de guantes y gafas que les permitían vivir fantasías y habitar mundos virtuales . El cine le sacó partido en una serie B basada en un relato de Stephen King, El cortador de césped, y también se jugaba con esa idea en la famosísima Matrix, en la que toda la humanidad estaba viviendo una existencia virtual mientras permanecía en estado vegetativo.

Tal vez este tipo de realidad virtual llegue a desarrollarse en el futuro, pero en todo caso por ahora lo está haciendo a una velocidad mucho más lenta de lo que nos habían dicho. La razón es muy sencilla: se trata de una tecnología muy cara en comparación con otra realidad virtual a la que algunos llaman no inmersiva, porque no necesita cascos, gafas ni trajes, y que no es otra que Internet. Ahora mismo está usted leyendo un cuaderno virtual y a continuación navegará por una comunidad virtual, es decir, un portal de Internet, o se meterá en un chat lleno de habitaciones virtuales. Es posible que, cuando esta realidad virtual "light" deje de ser una novedad, la evolución lógica camine hacia una tecnología cada vez más envolvente y aislante de la realidad (¿o deberíamos decir de la otra realidad?). El caso más extremo lo planteaba eXistenZ, un film de David Cronenberg de 1999, que junto con mi película favorita, Videodrome (1983), del mismo autor, constituye un ambiguo, complejo y más que interesante díptico sobre la relación entre tecnología y sociedad. eXistenZ hablaba de un juego virtual al que había que conectarse físicamente, es decir, el hardware se introducía en el organismo de los participantes a través de un biopuerto; el jugador no sólo podía interactuar con elementos virtuales sino también con los otros participantes, toda una evolución de los foros, comunidades y juegos on line que existen ahora. El tiempo dirá si eXistenZ, película que todo interesado en la tecnología debería ver, es una obra visionaria o no; hasta el momento Virtual boy, un intento de realidad virtual envolvente desarrollado hace años por Nintendo, fue un fracaso comercial, pero eso no quiere decir que la idea no pueda ser actualizada y recuperada en el futuro.

16 octubre 2007

Hace un millón de años y 2001: tecnología prehistórica

Hace un millón de años es el título de una serie B de importante éxito de taquilla en los años 60 que convirtió en estrella y sex-symbol a Raquel Welch. Se trataba de una especie de peplum que se remontaba mucho más atrás en el tiempo y cambiaba la antigüedad clásica por la edad de piedra. La verosimilitud científica no era precisamente la mayor preocupación de sus guionistas, que mostraban alegremente a seres humanos luchando con dinosaurios, unas especies separadas por 65 millones de años.

Retrocediendo un millón de años en el tiempo la primera duda que surge es la de si podemos llamar humanos a los antepasados nuestros que poblaban la Tierra en ese momento. Nuestra especie, el homo sapiens sapiens tiene aproximadamente 250.000 años de antigüedad según los antropólogos mientras que el género homo se distingue del resto de los primates desde hace unos dos millones. Entre esas dos fechas es complicado marcar el momento en el que la inteligencia de los homínidos se hace lo suficientemente compleja para considerarlos seres racionales. 2001 una odisea del espacio, de la que ya hablamos en una de las primeras entradas del blog, abordaba en su parte inicial este momento del origen del hombre, asociando la condición de humano al uso de herramientas. La famosa elipsis de cientos de miles de años entre el hueso que vuela por el aire y la nave espacial que surca el espacio es acertada en el sentido de que tanto una cosa como la otra son tecnología, de la más primitiva a la más avanzada. No obstante, los científicos se han encontrado con que la capacidad de transformar los recursos naturales en herramientas no es exclusiva de los humanos. Otras especies de primates, especialmente los chimpances, son capaces de emplear utensilios, generalmente para alimentarse, e incluso de crearlos a partir de ramas, piedras y demás elementos de su medio natural. Por lo tanto no es correcta la asociación de la película entre historia del hombre e historia de la tecnología, puesto que esta última nos precede.

Otro aspecto muy enigmático del origen de nuestra especie es que no seamos los únicos seres racionales que hayan existido. Aunque se trate de un aspecto discutido y controvertido, en parte porque representa un fuerte golpe al concepto tradicional del humano como especie única y singular, el famoso hombre de Neanderthal parece haber sido una especie diferente al homo sapiens que convivió con éste y que se extinguió por razones desconocidas. Así pues nuestros antepasados podían ver vida inteligente a su alrededor distinta de ellos mismos y sin tener que soñar con seres extraterrestres. Sería muy interesante saber cómo fue la relación entre las dos especies y si los neanderthalensis fueron conscientes de su extinción, de su particular fin del mundo. Hay científicos que piensan que no desaparecieron sino que su ADN se acabó mezclando con el de los sapiens porque la diferencia entre las especies no era lo suficientemente fuerte como para impedirlo.

Pocas películas se adentran en estos principios de la humanidad por el reto que supone plantear una historia sin más diálogos que unos cuantos gruñidos. Una de las excepciones es En busca del fuego (1982), que trata del viaje de una tribu en busca de una hoguera que no se extinga y que, de forma más verosímil que Hace un millón de años, introduce en la historia animales que sí convivieron con el hombre como mamuts o tigres de dientes de sable; estos últimos poblaron y dominaron al parecer en otros tiempos el territorio que hoy ocupa Madrid.

30 septiembre 2007

Mi Idaho privado: trastornos del sueño

Hoy volvemos a hablar de estas enfermedades curiosas que se ven a veces en las películas. Mi Idaho privado (1991) era una película independiente de Gus Van Sant en la que River Phoenix, el hermano del hoy en día famoso Joaquin Phoenix que murió poco tiempo después de estrenar este título, interpretaba a un joven que padecía narcolepsia, un trastorno del sueño. La narcolepsia es lo contrario del insomnio, quien la padece sufre una excesiva somnolencia durante el día y se duerme de forma repentina y sin poder controlarlo. Los ataques de sueño pueden ser peligrosos porque en la mayor parte de los casos van acompañados de cataplejia, es decir, los músculos dejan de responder: el enfermo se cae de sueño literalmente. Si no está alguien con él en el momento en que el sueño ataca, cae de bruces y puede golpearse, por lo que la película no exageraba cuando River Phoenix se desvanecía de repente. La narcolepsia es poco frecuente pero tampoco excesivamente rara, afecta a alrededor de una de cada mil personas, y es genética, por lo que los familiares de enfermos deben estar atentos a la hora de detectar síntomas de este trastorno en ellos mismos o en sus hijos.
Existe otra película que ha utilizado la narcolepsia como recurso dramático: se trata de 20 centímetros, un musical español dirigido por Ramón Salazar. No la he visto, pero al parecer trata de un transexual que padece esta enfermedad y que en sus ataques de sueño se convierte en la persona que desea ser: una mujer aguerrida capaz de cantar bien en varios idiomas. Aunque los sueños del enfermo de narcolepsia no tienen que ser ni más ni menos apacibles que los de cualquiera, sí es cierto que son más intensos, puesto que la fase REM de sueño profundo, que es la parte en la que soñamos, comienza de forma casi instantánea en ellos, sin duermevela previa.

13 septiembre 2007

Sandra Bullock y Whoopi Goldberg: predecesoras de Internet

En 1995, justo antes de la popularización de Internet, se estrenó una de las películas que más acertadamente se adelantaron a su tiempo: La red, en la que Sandra Bullock interpretaba a una programadora informática que apenas tenía vida social real y se limitaba a comunicarse con amigos virtuales. Además era víctima de una conspiración en la que suplantaban su identidad con la de una delincuente fichada por el FBI. Esto, que en su día podía verse como algo exagerado, se acerca cada vez más a la realidad. Hoy no son sólo los informáticos de profesión sino muchas personas de las más diversas edades y condiciones las que están enganchadas a la red; la línea que separa el uso del ordenador como herramienta habitual a la vez de trabajo y de ocio y la adicción patológica a los chats y programas de mensajería instantánea (messengers) cada vez es más difícil de delimitar. Y los trámites y actividades que se llevan a cabo a través de la red van también en aumento; efectivamente, la manipulación total de los datos de una persona a través de la informática es cada vez una posibilidad menos descabellada, sobre todo en Estados Unidos, donde no existe el DNI.

En Jumpin jack flash (1986) Whoopi Goldberg utilizaba un antepasado de Internet para comunicarse con un desconocido; y es que las redes que comunican ordenadores son muy anteriores a la explosión de Internet. En los años 80, e incluso antes, se utilizaban redes para comunicar unos ordenadores con otros remotos pertenecientes a la misma compañía o administración; Internet consistió simplemente en fundir todas las pequeñas redes existentes en una enorme red global (world wide web). Pero ojo, Internet (que se pone en mayúscula porque es un nombre propio) es más que la WWW o World Wide Web; es el conjunto del servicio WWW y de otros como la descarga de archivos, el correo electrónico, las conversaciones o chats, etc.


¿Cómo se comunican unos ordenadores con otros? Pues se hablan entre sí mediante lo que se conoce como protocolos; el más importante de estos es el protocolo IP, que es el que permite a las redes locales acceder a la red global. Cada ordenador lo hace mediante un número que es la famosa dirección IP, algo así como la red telefónica en la que cada receptor tiene un número que lo identifica. Otro protocolo muy conocido es el famoso HTTP, protocolo de transferencia de hipertexto; un hipertexto es un texto enriquecido con imágenes, contenido multimedia y enlaces o links a otros hipertextos: es decir, un hipertexto es una página web. Existe también el protocolo FTP, de transferencia de ficheros, que utilizamos siempre que nos descargamos archivos a nuestro ordenador. A muchos lectores les sonarán también otros protocolos como el POP o el SMTP, para correo electrónico.

Otras siglas familiares para muchos, DNS, no representan a ningún protocolo, sino a una base de datos que asocia direcciones IP con dominios de Internet, y que nos facilita mucho las cosas a la hora de movernos por la red. Por ejemplo, es mucho más fácil escribir google.com en nuestro navegador de Internet que tener que teclear la dirección IP del servidor donde está alojado google, 216.239.39.104, pero si teclean ese número en la barra de direcciones de su navegador, se conectarán igualmente a google.com. El DNS es la base de datos que relaciona cada IP con su dominio de forma muy parecida a como funciona la agenda de un teléfono movil, que asocia números difíciles de recordar con nombres de persona.

31 agosto 2007

Hardware, programado para ...

Hace poco me he dado cuenta con no poca vergüenza de que en más de un año y medio de existencia del blog no hay en él ni una sola entrada relativa a una tecnología tan obvia como la informática; para remediarlo empezaré por el primer concepto que les explico a mis alumnos cuando empieza el curso. Cuando se estrenó la película Hardware: programado para matar (1990) creo recordar que el término me sonaba pero no creo que tuviera nada claro lo que significaba. A mis alumnos les ocurre lo mismo y es probable que a algunos de los lectores del blog también; se le llama hardware a cualquier componente físico de un ordenador, es decir a todas las partes que podemos ver y tocar. Algunas son internas, como el disco duro, la memoria RAM o la placa base, y otras externas, a las que se suele llamar periféricos, como el teclado, el ratón, la impresora, la webcam, etc.

Lo opuesto del hardware es el software, que es el nombre genérico que reciben todos los programas utilizados por el ordenador. El más importante de ellos es el sistema operativo (siendo los tres sistemas operativos más importantes, o al menos más famosos, Windows, Linux y MacIntosh) del que depende el funcionamiento del resto del software: los procesadores de texto, hojas de cálculo, bases de datos y demás programas ofimáticos, los editores de imágenes, los reproductores de video y audio, los juegos y largo etcétera. El software es intangible, podemos ver y tocar el CD en el que está grabado un programa, pero no el programa en sí, que de forma muy resumida podemos decir que no es más que una larguísima serie de números binarios o bits.

Los famosos bytes, antiguamente llamados palabras, son conjuntos de ocho bits, es decir, de ocho ceros y unos. A diferencia de los números decimales con los que trabajamos habitualmente, los números binarios son fácilmente traducibles para un sistema electrónico; por un circuito puede pasar corriente (1) o no pasar (0); combinando muchos circuitos tenemos muchos ceros y unos, muchos bytes. Si llegamos a 1024 bytes hablaremos de 1 kilobyte (Kb), 1024 Kb a su vez constituyen 1 Megabyte (Mb) y 1024 Mb 1 Gigabyte (Gb). ¿Por qué 1024 y no 1000? Porque 1024 es una potencia de 2, multiplicando 2 · 2 · 2 · 2 ... llegamos a 1024.

Para acabar con lo de software y hardware, cuando compramos un periférico como una impresora, siempre hace falta llevar a cabo una instalación hardware, es decir, conectar la impresora al ordenador a través de un puerto u orificio de la torre (hoy en día normalmente a través de un puerto universal o USB), y una instalación software, que se lleva a cabo con el driver o CD que viene con la impresora. Los nuevos sistemas operativos realizan por sí mismos en muchas ocasiones la instalación software sin necesidad del driver, es decir, detectan automáticamente el periférico y lo instalan solos.

La película Hardware, de todas formas, hablaba de robots más que de ordenadores, pero no cambia nada, siguen siendo sistemas electrónicos basados en código binario, es decir, en programas, y el robot en sí es un hardware o soporte físico capaz de leer estos programas y de actuar en consecuencia. Sí, varios personajes de La guerra de las galaxias y Blade runner eran hardware, por duro que suene.

22 agosto 2007

Más simple que un botijo

No me viene a la cabeza ninguna película en la que salgan botijos, pero si uno lee críticas de cine en la prensa o comentarios que deja la gente en internet tras ver una película es muy frecuente que digan, sobre todo refiriéndose a cine comercial, que el guión o los personajes son más simples que el funcionamiento de un botijo. Ahora bien, si replicáramos ¿Ah sí? ¿Y cómo funciona un botijo? tal vez dejaríamos a algunos de estos listillos sin saber qué decir.

De hecho, mucha gente piensa que un botijo funciona como un termo, que simplemente mantiene el agua fría por tener paredes gruesas que aislan su contenido del exterior. Frío, frío, no va por ahí la cosa. El botijo no sólo evita que el agua se caliente sino que de hecho la enfría, baja su temperatura. Y como casi cualquier otro sistema de refrigeración, el botijo funciona por evaporación del agua. El material con el que está hecho es muy poroso y por lo tanto capaz de filtrar el agua, la cual, en contacto con el ambiente seco exterior, se evapora. Para evaporarse necesita absorber una gran cantidad de calor y la obtiene del líquido que ha quedado en el interior del botijo. Es un mecanismo muy similar al que tiene lugar cuando sudamos; cuando el aire evapora el sudor de nuestra piel, las gotas obtienen el calor necesario para pasar a estado gaseoso del interior de nuestro organismo, dejándonos mucho más fresquitos. El botijo solamente puede funcionar en climas muy secos donde el agua se evapore fácilmente, de ahí que no sea conocido en otros países más fríos y sea mucho más típico del sur que del norte de España.

El botijo es un curioso producto tecnológico típicamente español que, pese a ser más sofisticado que el también castizo abanico, es víctima del poco interés y poco aprecio que en nuestro país ha despertado siempre la tecnología. Afortunadamente existen excepciones como los museos dedicados a él que hay en Villena y Toral de los Guzmanes. Así que de simple nada, si acaso modesto.

13 julio 2007

Lemming: roedores suicidas

He tenido ocasión de ver Lemming (2005), la segunda y muy interesante película de Dominic Moll que trata de un matrimonio aparentemente perfecto para el que las cosas se tuercen a partir de un hecho tan inexplicable como la aparición en su desagüe de un lemming, un pequeño roedor hervíboro que sólo existe en la tundra y en las regiones árticas, muy lejos de Francia, donde transcurre la acción.

El fenómeno principal que hace famosos a los lemmings, que es un elemento con el que la película jugará más adelante, son los suicidios colectivos que supuestamente protagonizan tirándose en masa al mar desde lo alto de un acantilado. Esta leyenda urbana se debe a un documental producido por la productora de Walt Disney en 1958, White wilderness, sobre la vida en las regiones polares. De pequeño lei una versión en comic de la película y me había impresionado mucho el suicidio masivo de los lemmings, que allí se explicaba como un modo un tanto radical de mantener el equilibrio de la población. Como los animales salvajes no suelen ser buenos actores ni sumisos ante las cámaras, tanto la migración como el suicidio de los lemmings fueron provocados por los autores del documental, que se rodó incluso lejos del habitat natural de los roedores, los cuales tuvieron que ser importados para la ocasión. Nada nuevo en la historia del documental; ya Luis Buñuel había sembrado la polémica al despeñar a una cabra por una montaña para poder filmar la caída "accidental" de la misma en Las hurdes tierra sin pan (1932). La muerte masiva de lemmings no es ningún suicidio sino la llamada de un instinto que les lleva a emigrar cuando su población ha crecido en exceso; dicho instinto no tiene en cuenta si la dirección deseada atraviesa un río o incluso un mar demasiado ancho para que lo puedan atravesar, por lo que los animalejos se tiran de cabeza a la muerte.

La película tenía otro punto muy interesante, que era el proyecto en el que trabajaba el protagonista, una webcam voladora que se podía controlar por ordenador desde muy lejos. Intentaré averiguar si es fácil hacer volar un dispositivo de control tan remoto. Se trata de una producción francesa, de ser española sólo el hecho de que una empresa privada llevara a cabo motu proprio un proyecto de ese tipo ya situaría a la película en el género fantástico ...

29 junio 2007

La furia: escuela de parapsicología

Un tópico frecuente del cine de terror y de ciencia-ficción son los experimentos secretos que el gobierno lleva a cabo con personas "especiales" dotadas de percepción extrasensorial u otras habilidades que salen fuera de lo explicable por la ciencia. Así ocurre, por ejemplo, en La furia, un film de Brian de Palma de 1978 en el que dos jóvenes ingresaban en una especie de escuela de poderes psíquicos para alumnos algo más mayores que los de la academia de brujos de Harry Potter. Varias veces he oído la leyenda urbana de que existen, no sistemas de aprendizaje y desarrollo de las capacidades paranormales tan organizados como los descritos en estas películas, pero sí experimentos llevados a cabo en universidades donde se ha dado constancia de casos reales de telequinesis, telepatía, adivinación, etc.

Lo cierto es (y si alguien tiene pruebas fidedignas de lo contrario le animo a que nos informe de ello) que nunca se han podido verificar tales cosas. La supuesta capacidad de doblar cucharas con el poder de la mente de Uri Geller era un truco bastante sencillo que viene explicado de forma gráfica en este blog; y durante la segunda guerra mundial se intentó utilizar la presunta habilidad de los zahoríes para encontra agua con sus palitos en forma de Y sin ningún exito. Se han llevado también a cabo experimentos en los que un grupo de personas tenía que adivinar el número y palo de una carta de una baraja puesta boca abajo: en efecto, algunos presuntos clarividentes consiguieron adivinar un número significativo de las cartas que se les presentaron, pero no tardó en encontrarse una solución poco sobrenatural al fenómeno: o bien simple estadística, porque si se les hacen las pruebas a muchas personas siempre tendrá que haber alguna que acierte, igual que la lotería siempre le toca a alguien, pero en ese caso el supuesto vidente no será capaz de repetir los resultados de forma sistemática, o bien engaño deliberado, puesto que los científicos no son especialistas en detectar a prestidigitadores o a gente con habilidad en este tipo de juegos de manos.

Frente al tópico de que los investigadores se cierran en banda a la posibilidad de que puedan darse fenómenos que ellos no pueden explicar, es más bien la realidad la que se encarga de desmentir la verosimilitud de los fenómenos paranormales y son los crédulos los que muestran cerrazón al seguir creyendo en ellos. Y la excusa de que los poderes del medium se alteran ante cualquier intento de registrarlos o probarlos .... En fin, evidentemente a ver quien puede demostrar que sea mentira que cuando estoy solo y nadie me mira yo me convierto en Letizia Ortiz; las leyes de la ciencia siempre se cumplen, tanto para el que las conoce como para el que no cree en ellas, y funcionan en cualquier tipo de circunstancia, si los fenómenos paranormales fueran científicos debería de poder aplicárseles estas máximas y parece que no es así. Eso no significa que no haya hechos sumamente curiosos e imposibles ante nuestro sentido común que puedan tener base científica; otro día me detendré en ellos.

15 junio 2007

Abyss: misterios de las profundidades abisales

Aunque tendemos a pensar que todo el planeta es más que conocido y está más que explorado, lo hacemos porque pensamos sólo en la superficie de tierra seca, que es más la excepción que la norma. La mayoría de la superficie terrestre está formada por fondos marinos, y de estos sólo se conoce bien lo que se llama la plataforma continental, la zona próxima a la costa de menos de 200 metros de profundidad. Pero las profundidades abisales, que se encuentran varios kilómetros por debajo del nivel del agua, siguen siendo muy poco conocidas. Existe una enorme dificultad a la hora de explorarlas, que es la presión. Cada diez metros que descendemos estando debajo del agua la presión aumenta en una atmósfera. Es decir, a diez metros de profundidad la presión ya es el doble de la que aguantamos normalmente.

Nuestro organismo está diseñado para soportar las condiciones de vida en nuestra atmósfera. La tensión de la sangre en nuestras venas y la presión del aire en nuestros pulmones son iguales a las del aire atmosférico; si la presión exterior aumenta, como ocurre bajo el agua, nuestros tímpanos, la parte más sensible a la presión, empiezan a sufrir, como podemos sentir si bajamos al suelo de una piscina profunda. La presión brutal que existe a diez mil metros bajo el nivel del mar, equivalente a mil atmósferas, nos aplastaría sin compasión, impidiendo a la sangre y al oxígeno fluir por nuestro organismo. Si se trata sólo de unos pocos metros, podemos compensar la diferencia de presión con bombonas de aire comprimido, que igualan la presión del aire en nuestros pulmones con la exterior. Para mayores profundidades la cosa es más compleja, por lo que las profundidades abisales fueron completamente desconocidas hasta finales del siglo XIX porque no existían equipos técnicos que pudieran aguantar la presión.

Hasta entonces se pensaba que no habría vida en lo más profundo del mar, un habitat muy frio sin apenas oxígeno y que no recibe luz solar. Pero sí existen muchas especies que habitan estos fondos marinos y su estudio es complicado puesto que no las podemos sacar al exterior: los fluidos de su organismo circulan a una presión altísima, igual a la del agua a esa profundidad, y al subirlos a la superficie sus cuerpos estallarían rápidamente. La comida por allí abajo es escasa por lo que los peces tienen un metabolismo lento y enormes bocas: cuando llega alimento (normalmente el de animales muertos que se hunden hacia el fondo) no pueden permitirse el lujo de dejarlo pasar, tienen que ingerirlo entero y comerlo lentamente. Son ciegos o casi ciegos porque la luz del sol no llega a tanta profundidad (el agua absorbe mucho más la luz que el aire) y los crustáceos compensan esta falta de visión alargando sus antenas. Algunos de ellos son capaces de emitir luz.

Aparte de los animales muertos, el otro elemento clave en la dieta abisal son las bacterias que se alimentan de compuestos inorgánicos formados por la presencia de fuentes hidrotermales que sacan hacia fuera el calor del interior de la Tierra. Estas condiciones (dieta rica en metales, falta de oxígeno) no son demasiado diferentes a las de las aguas contaminadas próximas a la costa, por lo que el estudio de estos animales podría ser útil de cara a buscar formas de enfrentarnos con la contaminación de las aguas.

Este extraño y misterioso mundo de los fondos abisales permanece también inexplorado en el cine. Hollywood solamente se ha acercado a él en alguna ocasión, como el film de James Cameron Abyss (1989) o Esfera (1998), de resultados comerciales más discretos. Los dos optaban por presentar los fondos marinos como un misterio inexplicable de posible origen sobrenatural o extraterrestre, como otras películas han hecho con las pirámides de Egipto o las estatuas gigantes de la isla de Pascua, pero no habría hecho falta porque la propia naturaleza de este lugar es ya lo suficientemente misteriosa y desconocida para nosotros. Sus pobladores serían aptos como protagonistas de una película de terror.

27 mayo 2007

Dark city: ventana al espacio

En 1998 Alex Proyas, director de la coyuntural, exitosa y hoy muy olvidada El cuervo, presentaba su segunda película, Dark city, un relato de ciencia-ficción situado en una ciudad que vivía en una noche permanente. Como han pasado ya unos cuantos años desde su estreno, supongo que se puede revelar que al final de la película la tal ciudad resultaba ser un decorado reconstruido en el planeta de unos alienígenas. Ante mis estupefactos ojos, uno de los personajes rompía parte del decorado y descubría que se hallaba en pleno espacio exterior.

Supongo que los espectadores verían este rocambolesco final como un guiño a la serie B y que casi todo el mundo se imagina que uno no puede asomarse al espacio así como así. Es de suponer que en el planeta extraterrestre se ha desarrollado una atmósfera equivalente a la de la Tierra, imprescindible para que podamos respirar. El abrir una "ventana" hacia el vacío tiene consecuencias graves, como vivos cuando hablamos de Desafío total y de las películas de accidentes aéreos: el aire, sometido a la presión atmosférica, escapa a toda velocidad si se le abre una salida hacia el vacío, con lo que el efecto de succión que se generaría formaría un auténtico huracán.

Además de que la ausencia de aire acabaría con nosotros en pocos segundos, está también el tema de la temperatura. En Misión a Marte, entre otras películas, el cuerpo de un astronauta se congelaba en el mismo momento en que se rompía su traje o su escafandra y se veía expuesto a la temperatura exterior. Realmente el problema no es que en el vacío la temperatura sea muy baja, porque al no existir aire no existe transmisión de calor por convección, que es lo que sentimos al estar rodeados por un ambiente cálido o frío. La única pérdida de calor se produciría por radiación de la superficie de nuestro cuerpo a las superficies, en este caso, de los planetas y de la nave espacial, que se encuentran a muchos grados bajo cero, de hecho a temperaturas próximas al cero Kelvin o cero absoluto (-273 ºC). Estas pérdidas, no obstante, podrían verse compensadas si estuviéramos cerca de alguna estrella, con lo que la ganancia de calor por radiación podría compensarse con las pérdidas por otro lado. Sería función, por lo tanto, de la posición de la nave espacial el que nos congeláramos o no por la exposición al vacío. El efecto de la falta de aire es mucho menos discutible, no sólo por no poder respirar sino por las consecuencias de la presión de la sangre y del aire de los pulmones en el interior de nuestro cuerpo al no existir una presión atmosférica que los compense.

16 mayo 2007

Memento: memoria de pez

La amnesia es un tema de grandes posibilidades dramáticas y muy explotado por el cine, que ha generado una serie de estereotipos sobre este transtorno no siempre acertados. Probablemente el tópico más extendido al respecto sea el de la persona que se da un golpe en la cabeza o sobrevive a un accidente y pierde la memoria. La imposibilidad de recordar puede tener un origen físico o psicológico; si la causa es un daño físico en el cerebro la amnesia puede o no ser retrógrada, es decir, el paciente puede recordar o no lo que ocurrió antes de su accidente, pero siempre va a ser anterógrada, es decir, el enfermo va a tener grandes dificultades en retener nuevos datos en su memoria. La película Memento, que en su día sorprendió por su estructura narrativa hacia atrás en el tiempo y por mostrar un caso de amnesia anterógrada en el que el protagonista tenía que escribirse en la piel hasta el más mínimo dato si quería recordarlo al cabo de unos pocos minutos, es una de las que más se aproxima a la realidad de un amnésico.La información antigua está mucho más anclada en nuestro cerebro que la nueva que va llegando, por lo que en el caso de daños cerebrales la primera dificultad que va a surgir va a ser la de recordar la información más reciente.

Por lo tanto la mayoría de películas que tratan sobre pacientes que no recuerdan quienes son ni ningún detalle anterior al momento de su accidente pero que no tienen problema en almacenar nuevos recuerdos y construir una nueva vida, como ocurre en La ardilla roja, Buscando a Susan desesperadamente, The majestic y larguísimo etcétera, no son verosímiles puesto que en todas ellas el origen de la amnesia es fisiológico; además la curación por medio de un segundo golpe en la cabeza es pura invención del cine. Otra cosa es si el origen de la amnesia es un trauma psicológico; en ese caso la enfermedad ya resulta más próxima a lo que cuentan las películas: la memoria suele volver tarde o temprano, tan pronto como el enfermo vuelve a recuperar el equilibrio emocional, y la capacidad de generar nuevos recuerdos está intacta, puesto que no hay daños físicos en el cerebro.

En uno u otro tipo de amnesia, la pérdida de memoria no supone la disminución de otras capacidades del enfermo, que puede hablar idiomas extranjeros o tocar instrumentos de música aunque no pueda recordar qué cenó la nocha anterior. Para quien desee leer más sobre la amnesia y el cine, les recomiendo este interesante artículo, además de recordarles que ya habíamos tratado en el blog el tema de un caso particular de amnesia de origen emocional, la fuga psicogénica.

23 abril 2007

Sunshine: un rayo de sol

Se ha estrenado recientemente Sunshine, la última película de Danny Boyle, que desarrolla la inquietante idea de que el sol se apague. Como se apunta en el film, el sol, como cualquier otra estrella, se mantiene vivo gracias a la fusión nuclear. Los núcleos de hidrógeno, el elemento químico más sencillo de la naturaleza, que lo componen se unen con otros núcleos de hidrógeno para originar helio (que se llama así precisamente por existir en el sol). El proceso es justo el contrario del que tiene lugar en una central nuclear o en una bomba atómica, que es una fisión nuclear de átomos muy pesados que se rompen en dos. Las reacciones nucleares son extremadamente energéticas y consiguen compensar la tendencia natural del sol a colapsarse sobre sí mismo debido a la atracción de la gravedad entre sus átomos, y lo que es más importante para nosotros, provocan que el sol irradie la cantidad suficiente de energía para permitir la vida en la tierra.

Desde nuestro punto de vista, el sol es una especie de pila gigantesca que algún día se apagará, pero todavía cuenta con hidrógeno suficiente para durar unos 5000 millones de años más, así que dentro de 50 años seguirá brillando igual que ahora, por mucho que diga la película. Si, por alguna razón, se agotara el combustible en el núcleo del sol, entonces la reacción de fusión pasaría a la periferia de la estrella: el sol se convertiría en una gigante roja aumentando espectacularmente de tamaño y cargándose en esta expansión a Mercurio, Venus y probablemente también a la tierra, así que ocurriría lo contrario a lo que propone Sunshine, nos abrasaríamos. Después de esta fase sí ocurriría lo que dice la película, una vez que ya no queda ningún combustible nuclear, se produce el colapso de la estrella por gravedad y ésta se reduce hasta convertirse en una fría enana blanca incapaz de transmitir energía a los planetas que giran a su alrededor. Pero para entonces nuestros tataranietos ya hará mucho tiempo que estarán criando malvas ....

09 abril 2007

Cortocircuito: corto pero no cortado

Los que fuimos niños de los años 80 recordamos la película Cortocircuito (1986), acerca de un robot que, como Frankenstein, cobraba vida cuando un rayo le caía encima. La palabra cortocircuito viene del inglés short circuit; no es una traducción muy adecuada y hasta pensé en colocar esta entrada no en este blog, sino en mi otro blog de traducciones, porque crea confusión a la hora de entender el concepto. A diferencia del inglés, en español los adjetivos se ponen detrás y no delante del nombre, por lo que sería más adecuado decir circuito corto que cortocircuito que, más que la idea de un circuito pequeño, evoca la de un circuito cortado, la de cortar un circuito, cuando las dos cosas no tienen nada que ver.

En la parte izquierda de este dibujo podemos ver un circuito eléctrico normal; las bombillas se encienden porque existe un circuito, un camino, que comunica el polo positivo de una pila con el negativo, permitiendo que circule la corriente del uno al otro y que en su camino encienda las bombillas. El circuito del medio es un circuito cortado; se ha cortado un cable por lo que ya no existe contacto entre un polo y otro de la pila: la corriente ya no puede circular y las bombillas se apagan; este efecto se consigue normalmente a través de un interruptor, un botoncito que en una posición permite el contacto entre los cables y en la otra no, permitiendo o interrumpiendo el paso de la corriente.

El circuito de la derecha es el cortocircuito; no hay ningún cable cortado que impida el contacto entre polos, sino lo contrario, hay un contacto directo no deseado entre el polo positivo de la pila y el negativo a través del cable de abajo. Aunque las bombillas siguen conectadas, no se encienden porque la corriente no pasa por ellas: le resulta mucho más cómodo evitarlas e irse por el cable, que a diferencia de las bombillas no posee resistencia eléctrica. El circuito se hace muy corto (short circuit), puesto que evita todos los elementos y conecta directamente un polo con el otro.

A primera vista puede parecer que los circuitos del medio y de la derecha son iguales, las bombillas no encienden y punto. Pero no es así, mientras el circuito cortado (el del medio) no reviste ningún peligro porque no está pasando corriente por él, por el cortocircuito (de la derecha) sí está pasando corriente, y muchísima, ya que al no poseer apenas resistencia, el cable permite el flujo de una gran cantidad de corriente gastando la pila en poco tiempo. Si en lugar de una pila de 4,5 voltios como la del dibujo habláramos de un enchufe de los de casa, de 220 voltios, la corriente tan elevada que se produce en el caso de un cortocircuito quema los cables y puede producir fácilmente un incendio.

Para evitar estos desastres tenemos el cuadro eléctrico de la vivienda, como expliqué en una entrada anterior, cuyo interruptor general salta cortando la luz para evitar el cortocircuito.

21 marzo 2007

Nip Tuck: blanco o negro II

Si alguien sigue la inclasificable serie Nip Tuck se sorprendería, si es que algo puede sorprender ya en un culebrón tan desatado, cuando al final de la primera temporada el doctor Troy asiste al nacimiento de su hijo, y la blanca y pálida madre da a luz a un niño negro. Naturalmente el confuso doctor llega a la conclusión de que él no es el padre del bebé, pero el caso es que sí podría darse el caso de un niño negro nacido de padres blancos o al revés.

El biólogo checo Mendel enunció las leyes de la genética en el siglo XIX estudiando los guisantes, en concreto las diferencias y semejanzas que se daban entre una generación de plantas y la anterior. Observó que no siempre los descendientes mostraban una mezcla de las características que heredaban de sus padres, sino que muchas veces manifestaban sólo las de uno de ellos (lo que denominó el gen dominante). La otra característica (el gen recesivo) desaparecía en la segunda generación, pero curiosamente volvía a surgir en la tercera: aparecían plantas de semillas verdes como resultado de cruzar dos plantas que tenían ambas semillas amarillas.

La conclusión de estas leyes de la genética es que todos los seres somos portadores de muchos genes "débiles" que están ocultos o disimulados por otro gen más fuerte y que, aunque no se manifiesten en nosotros, sí se pueden transmitir a nuestros hijos. Si una persona de piel muy pálida y otra de piel morena tienen descendencia, el color de piel del bebé será el de aquél de sus progenitores que tenga un gen más fuerte en lo que se refiere a producción de melanina. Si ambos genes tienen la misma fuerza, la piel del hijo será de un tono intermedio (otra cosa es que en la sociedad racista todo el que no tenga la piel completamente pálida sea considerado negro porque ya vimos que las razas son un concepto cultural y no biológico), pero de no ser así, la piel del bebé puede ser desde casi blanca hasta muy oscura. Una persona de piel pálida puede, por lo tanto, ser portadora de genes productores de melanina si tiene algún antepasado negro. Si tiene un hijo con otra persona con la misma herencia genética el niño puede ser negro, siendo blancos tanto el padre como la madre. Eso sí, esto hasta ahora era muy difícil que ocurriera porque los matrimonios entre personas de distintas razas han estado mal vistos (incluso prohibidos en muchos países hasta la segunda mitad del siglo XX) y porque los descendientes de estas parejas se consideraban siempre negros, por eso lo que sí ha llegado a suceder ha sido lo contrario, niños blancos nacidos de padre y madre negros, como ocurría en La mancha humana, Imitación a la vida y las películas que comentamos en otra ocasión.

08 marzo 2007

Charlie y la fábrica de chocolate: energía dulce

El famoso director Tim Burton tuvo un considerable éxito en 2005 con Charlie y la fábrica de chocolate, una adaptación del gran escritor Roald Dahl. Los que la hayan visto saben que trata sobre cinco niños que son invitados a visitar la fábrica de chocolate del excéntrico millonario Willy Wonka, una especie de parodia de Michael Jackson. En la película se retrata al dueño de la fábrica como un empresario imaginativo y audaz en la investigación de nuevas (y delirantes) tecnologías, pero ni Roald Dahl ni Tim Burton llegaron a sospechar que un Willy Wonka real podría encontrar una forma de no pagar recibo de la luz y procurarse él mismo la energía necesaria para su empresa a partir del chocolate.

El gran problema energético mundial es que aún no se conocen formas eficientes de producir grandes cantidades de electricidad sin recurrir a los procesos de combustión (quemar carbón, petróleo u otros combustibles) que producen efecto invernadero y residuos tóxicos que se vierten a la atmósfera. Bueno, sí se conoce una energía limpia de bastante uso, la hidroeléctrica, pero tiene el problema de que no hay los suficientes ríos caudalosos y con saltos de agua para no tener que depender de otras energías. Al quemar el combustible se genera calor, el calor se emplea para hervir agua y transformarla en vapor a alta presión, y la fuerza de este vapor mueve grandes turbinas que están conectadas con generadores, máquinas capaces de transformar el movimiento giratorio en electricidad. Así funcionan las centrales térmicas y nucleares que producen la electricidad que consumimos en casa.

Existen otras energías alternativas menos contaminantes, y la que más está dando que hablar en los últimos tiempos es la pila de hidrógeno o pila de combustible. A pesar de su nombre, su gran ventaja consiste precisamente en que no hay reacción de combustión en ella, sino que funciona separando los elementos del átomo más sencillo que existe, el hidrógeno. Una membrana deja pasar los protones del hidrógeno, pero no los electrones, que una vez separados pueden recorrer un circuito produciendo electricidad (puesto que ésta no es más que el movimiento de electrones por un material conductor). Una vez aprovechada la electricidad, los electrones vuelven a juntarse con los protones y con el oxígeno del aire para reaccionar, con ayuda de un catalizador, formando agua. De esta forma hemos obtenido energía produciendo vapor de agua como único residuo, en lugar de los gases tóxicos que resultan de quemar carbón o petróleo.

¿Pero de donde sacamos hidrógeno en grandes cantidades si el aire sólo contiene oxígeno y nitrógeno? Ahí es donde puede entrar el chocolate; unos científicos del Reino Unido alimentaron a un cierto tipo de bacterias con restos de turrón, caramelo y otros dulces: los microorganismos consumieron el azúcar y produjeron hidrógeno.

El problema de estas pilas de combustible es que su coste de fabricación es muy alto y generan sólo pequeñas cantidades de electricidad, aunque cada vez la tecnología permite un coste más bajo y ya se experimenta con vehículos impulsados con este tipo de energía. Si se pudieran producir grandes cantidades de hidrógeno por medio de bacterias que comen chocolate .... que descanso para los pobres umpa-lumpas de la película.