Se ha estrenado recientemente Sunshine, la última película de Danny Boyle, que desarrolla la inquietante idea de que el sol se apague. Como se apunta en el film, el sol, como cualquier otra estrella, se mantiene vivo gracias a la fusión nuclear. Los núcleos de hidrógeno, el elemento químico más sencillo de la naturaleza, que lo componen se unen con otros núcleos de hidrógeno para originar helio (que se llama así precisamente por existir en el sol). El proceso es justo el contrario del que tiene lugar en una central nuclear o en una bomba atómica, que es una fisión nuclear de átomos muy pesados que se rompen en dos. Las reacciones nucleares son extremadamente energéticas y consiguen compensar la tendencia natural del sol a colapsarse sobre sí mismo debido a la atracción de la gravedad entre sus átomos, y lo que es más importante para nosotros, provocan que el sol irradie la cantidad suficiente de energía para permitir la vida en la tierra.
Desde nuestro punto de vista, el sol es una especie de pila gigantesca que algún día se apagará, pero todavía cuenta con hidrógeno suficiente para durar unos 5000 millones de años más, así que dentro de 50 años seguirá brillando igual que ahora, por mucho que diga la película. Si, por alguna razón, se agotara el combustible en el núcleo del sol, entonces la reacción de fusión pasaría a la periferia de la estrella: el sol se convertiría en una gigante roja aumentando espectacularmente de tamaño y cargándose en esta expansión a Mercurio, Venus y probablemente también a la tierra, así que ocurriría lo contrario a lo que propone Sunshine, nos abrasaríamos. Después de esta fase sí ocurriría lo que dice la película, una vez que ya no queda ningún combustible nuclear, se produce el colapso de la estrella por gravedad y ésta se reduce hasta convertirse en una fría enana blanca incapaz de transmitir energía a los planetas que giran a su alrededor. Pero para entonces nuestros tataranietos ya hará mucho tiempo que estarán criando malvas ....