30 agosto 2006
Piratas del Caribe: pros y contras del canibalismo
22 agosto 2006
K-Pax: los extraterrestres y sus problemas de transporte
El psiquiatra, que tiene unos conocimientos básicos sobre ciencia, le plantea al supuesto alienígena la dificultad que supone viajar a la Tierra desde un planeta tan lejano, puesto que el inevitable Einstein, el hombre más citado en este blog, demostró que la velocidad de la luz es la misma observada desde cualquier punto (algo en principio ilógico para nuestra experiencia, ya que los objetos siempre parecen más rápidos o más lentos en función de si nosotros nos movemos con ellos o en dirección contraria), y segundo y más importante, que es imposible superar esa velocidad, de alrededor de 300.000 kilómetros por segundo en el vacío, demasiado lenta teniendo en cuenta las distancias a recorrer en el espacio.
Pero Kevin Spacey tiene respuesta para todo y matiza que Einstein solamente demostró que no se puede acelerar un vehículo hasta superar la velocidad de la luz, porque llega un momento en el que la energía que se le suministra ya no podría elevar más su velocidad, lo que haría sería aumentar su masa. No obstante, pueden existir vehículos que viajen de por sí a una velocidad superior a la luz. De esa forma, nuestro hombre se trasladaría entre la Tierra y K-pax sin mayor problema.
18 agosto 2006
El cliente: inhalando malos humos
En realidad la combustión, que no es más que la descomposición de un compuesto de carbono en presencia de oxígeno, es una de las reacciones químicas más habituales, sin ir más lejos se produce en nuestro organismo constantemente, es lo que denominamos respirar. Naturalmente, la mayoría de las combustiones no son tan espectaculares como para dar origen a llamas, pero sabiendo que es el mismo proceso, es fácil entender por qué también se producen muertes accidentales en reacciones de combustión sin fuego, como los braseros dentro de las casas, o por qué la inhalación de los gases del tubo de escape de un coche puede ser mortal, como ilustra el comienzo de la película El cliente (Joel Schumacher, 1994), en la que un niño presencia como un hombre se quita la vida introduciendo a través de un tubo los gases de escape en el interior de su coche.
En todos estos casos, lo peligroso son los gases resultados de la descomposición del combustible. No es que estos gases sean tóxicos en el sentido de que el contacto con la piel o los tejidos sea peligroso, como puede ocurrir con productos como la lejía o el ácido sulfúrico; de hecho el dióxido de carbono, CO2, el principal producto de una combustión junto con el vapor de agua, es producido por nuestro propio organismo y atraviesa nuestras vías respiratorias cada segundo. El problema es que una gran cantidad de CO2 en el ambiente nos impide respirar con normalidad, y sobre todo que, cuando algo se quema, además de dióxido de carbono hay otras sustancias.
En una combustión perfecta los únicos gases resultantes serían el mencionado CO2 y el inofensivo vapor de agua, pero por lo general los combustibles, sobre todo los derivados del petróleo, tienen muchas partículas metálicas que no arden y que generan gases que sí son directamente dañinos para el organismo. Además muchas moléculas de combustible, si no hay la suficiente cantidad de oxígeno, sufren una combustión incompleta, en la que se genera monóxido, en lugar de dióxido, de carbono (es este compuesto el que hace que el humo sea negro, el humo de una combustión perfecta sería blanco, como la fumata blanca cuando hay nuevo Papa). El monóxido de carbono, o CO, es dañino por un "defecto" de nuestra sangre, ya que la hemoglobina se adhiere mejor al CO que al oxígeno, con lo cual la exposición a este compuesto evita que el oxígeno llegue a nuestras células, causando al principio dolores de cabeza, luego desvanecimientos, y con el tiempo, si nadie lo evita, la muerte; la solución es tan simple como ventilar, o administrar oxígeno puro si la ingestión de CO ha sido ya importante.
14 agosto 2006
Aeropuerto 75: el avión agujereado
Problemas similares al de los aviones se los encuentran los alpinistas, que suelen necesitar la ayuda de bombonas de oxígeno para subir a grandes alturas, o en la recién acabada línea ferroviaria de mayor altitud del mundo entre China y el Tibet, cuyos vagones también se encuentran convenientemente presurizados, y apostaría que dotados con cristales dobles a prueba de impactos: un viaje poco recomendable para claustrofóbicos.