29 junio 2007

La furia: escuela de parapsicología

Un tópico frecuente del cine de terror y de ciencia-ficción son los experimentos secretos que el gobierno lleva a cabo con personas "especiales" dotadas de percepción extrasensorial u otras habilidades que salen fuera de lo explicable por la ciencia. Así ocurre, por ejemplo, en La furia, un film de Brian de Palma de 1978 en el que dos jóvenes ingresaban en una especie de escuela de poderes psíquicos para alumnos algo más mayores que los de la academia de brujos de Harry Potter. Varias veces he oído la leyenda urbana de que existen, no sistemas de aprendizaje y desarrollo de las capacidades paranormales tan organizados como los descritos en estas películas, pero sí experimentos llevados a cabo en universidades donde se ha dado constancia de casos reales de telequinesis, telepatía, adivinación, etc.

Lo cierto es (y si alguien tiene pruebas fidedignas de lo contrario le animo a que nos informe de ello) que nunca se han podido verificar tales cosas. La supuesta capacidad de doblar cucharas con el poder de la mente de Uri Geller era un truco bastante sencillo que viene explicado de forma gráfica en este blog; y durante la segunda guerra mundial se intentó utilizar la presunta habilidad de los zahoríes para encontra agua con sus palitos en forma de Y sin ningún exito. Se han llevado también a cabo experimentos en los que un grupo de personas tenía que adivinar el número y palo de una carta de una baraja puesta boca abajo: en efecto, algunos presuntos clarividentes consiguieron adivinar un número significativo de las cartas que se les presentaron, pero no tardó en encontrarse una solución poco sobrenatural al fenómeno: o bien simple estadística, porque si se les hacen las pruebas a muchas personas siempre tendrá que haber alguna que acierte, igual que la lotería siempre le toca a alguien, pero en ese caso el supuesto vidente no será capaz de repetir los resultados de forma sistemática, o bien engaño deliberado, puesto que los científicos no son especialistas en detectar a prestidigitadores o a gente con habilidad en este tipo de juegos de manos.

Frente al tópico de que los investigadores se cierran en banda a la posibilidad de que puedan darse fenómenos que ellos no pueden explicar, es más bien la realidad la que se encarga de desmentir la verosimilitud de los fenómenos paranormales y son los crédulos los que muestran cerrazón al seguir creyendo en ellos. Y la excusa de que los poderes del medium se alteran ante cualquier intento de registrarlos o probarlos .... En fin, evidentemente a ver quien puede demostrar que sea mentira que cuando estoy solo y nadie me mira yo me convierto en Letizia Ortiz; las leyes de la ciencia siempre se cumplen, tanto para el que las conoce como para el que no cree en ellas, y funcionan en cualquier tipo de circunstancia, si los fenómenos paranormales fueran científicos debería de poder aplicárseles estas máximas y parece que no es así. Eso no significa que no haya hechos sumamente curiosos e imposibles ante nuestro sentido común que puedan tener base científica; otro día me detendré en ellos.

15 junio 2007

Abyss: misterios de las profundidades abisales

Aunque tendemos a pensar que todo el planeta es más que conocido y está más que explorado, lo hacemos porque pensamos sólo en la superficie de tierra seca, que es más la excepción que la norma. La mayoría de la superficie terrestre está formada por fondos marinos, y de estos sólo se conoce bien lo que se llama la plataforma continental, la zona próxima a la costa de menos de 200 metros de profundidad. Pero las profundidades abisales, que se encuentran varios kilómetros por debajo del nivel del agua, siguen siendo muy poco conocidas. Existe una enorme dificultad a la hora de explorarlas, que es la presión. Cada diez metros que descendemos estando debajo del agua la presión aumenta en una atmósfera. Es decir, a diez metros de profundidad la presión ya es el doble de la que aguantamos normalmente.

Nuestro organismo está diseñado para soportar las condiciones de vida en nuestra atmósfera. La tensión de la sangre en nuestras venas y la presión del aire en nuestros pulmones son iguales a las del aire atmosférico; si la presión exterior aumenta, como ocurre bajo el agua, nuestros tímpanos, la parte más sensible a la presión, empiezan a sufrir, como podemos sentir si bajamos al suelo de una piscina profunda. La presión brutal que existe a diez mil metros bajo el nivel del mar, equivalente a mil atmósferas, nos aplastaría sin compasión, impidiendo a la sangre y al oxígeno fluir por nuestro organismo. Si se trata sólo de unos pocos metros, podemos compensar la diferencia de presión con bombonas de aire comprimido, que igualan la presión del aire en nuestros pulmones con la exterior. Para mayores profundidades la cosa es más compleja, por lo que las profundidades abisales fueron completamente desconocidas hasta finales del siglo XIX porque no existían equipos técnicos que pudieran aguantar la presión.

Hasta entonces se pensaba que no habría vida en lo más profundo del mar, un habitat muy frio sin apenas oxígeno y que no recibe luz solar. Pero sí existen muchas especies que habitan estos fondos marinos y su estudio es complicado puesto que no las podemos sacar al exterior: los fluidos de su organismo circulan a una presión altísima, igual a la del agua a esa profundidad, y al subirlos a la superficie sus cuerpos estallarían rápidamente. La comida por allí abajo es escasa por lo que los peces tienen un metabolismo lento y enormes bocas: cuando llega alimento (normalmente el de animales muertos que se hunden hacia el fondo) no pueden permitirse el lujo de dejarlo pasar, tienen que ingerirlo entero y comerlo lentamente. Son ciegos o casi ciegos porque la luz del sol no llega a tanta profundidad (el agua absorbe mucho más la luz que el aire) y los crustáceos compensan esta falta de visión alargando sus antenas. Algunos de ellos son capaces de emitir luz.

Aparte de los animales muertos, el otro elemento clave en la dieta abisal son las bacterias que se alimentan de compuestos inorgánicos formados por la presencia de fuentes hidrotermales que sacan hacia fuera el calor del interior de la Tierra. Estas condiciones (dieta rica en metales, falta de oxígeno) no son demasiado diferentes a las de las aguas contaminadas próximas a la costa, por lo que el estudio de estos animales podría ser útil de cara a buscar formas de enfrentarnos con la contaminación de las aguas.

Este extraño y misterioso mundo de los fondos abisales permanece también inexplorado en el cine. Hollywood solamente se ha acercado a él en alguna ocasión, como el film de James Cameron Abyss (1989) o Esfera (1998), de resultados comerciales más discretos. Los dos optaban por presentar los fondos marinos como un misterio inexplicable de posible origen sobrenatural o extraterrestre, como otras películas han hecho con las pirámides de Egipto o las estatuas gigantes de la isla de Pascua, pero no habría hecho falta porque la propia naturaleza de este lugar es ya lo suficientemente misteriosa y desconocida para nosotros. Sus pobladores serían aptos como protagonistas de una película de terror.