14 agosto 2008

El Joker no sabe de bricolaje

Acaba de estrenarse entre nosotros El caballero oscuro, el último capítulo de las aventuras de Batman. Si la película anterior, Batman begins, parecía optar por un tratamiento más realista y desmitificador de los personajes, ésta acepta muchas más convenciones de una obra de género. Sobre cuestiones narrativas ya habrá abundantes debates en foros y webs sobre cine y desde luego es una polémica que no corresponde en este blog, aquí me voy a centrar en cómo este supuesto menor realismo repercute en algunos aspectos técnicos.

En primer lugar, la película comienza por el atraco a un banco por parte de unos esbirros del Joker. Si no recuerdo mal, uno de ellos perfora una de las cámaras del banco con un taladro; hay un plano corto de la herramienta muy breve que me hizo enarcar las cejas porque me dio la sensación de que la broca que utilizaba era una broca para madera. No me voy a pronunciar al respecto porque tendría que volver a ver la película en formato digital para poder ralentizar la escena y asegurarme, pero aprovecho la ocasión para mostrar las diferencias entre brocas de madera, de metal y de pared; ésta es una de pared, la que les será más familiar a la mayor parte de lectores:





He aquí una específica de metal:



Y ésta es para madera. Se puede distinguir fácilmente porque es mucho más puntiaguda, y juraría que es la que empleaban en la película:

La madera es, evidentemente, un material mucho más blando, por lo que una broca de metal o pared se puede emplear con madera sin mayor inconveniente; se podría decir que es un poco matar moscas a cañonazos pero no hay ningún problema. Al revés sí lo hay, la broca de madera se romperá en un material más duro. No sería extraño que el decorado de la película fuese un cartón con apariencia de metal y que utilizaran el taladro que tuvieran más a mano sin comprobar si es o no creíble que estén perforando auténtico metal con esa broca.

Otro aspecto que me chocó es que la banda del Joker deje un dispositivo con apariencia de teléfono móvil en las dependencias de la policía para liberar a un testigo de cargo encerrado en el calabozo; mi memoria es horrorosa y podría ser que no se tratara de la comisaría sino de otro lugar u otro momento de la película, pero el caso es que el tal teléfono emite una extraña señal que bloquea todos los ordenadores e incluso deja al edificio sin luz. Esto sólo se puede concebir desde una confusión entre lo que es comunicación alámbrica e inalámbrica; un dispositivo puede, al menos en teoría, emitar alguna señal que bloquee toda transmisión de datos a través de ondas: los teléfonos móviles, la wifi o cualquier mando a distancia podrían dejar de funcionar, pero ya no veo tan fácil provocar un apagón. La electricidad se transmite mediante cables que se activan o desactivan de forma manual desde un cuadro eléctrico. Por muy sofisticada y moderna que sea la instalación, es inverosímil que sea controlada de forma inalámbrica sin que existan unos interruptores que se puedan activar manualmente en caso de avería. Además, en un edificio público existe siempre un grupo electrógeno que mantiene encendidos los principales ordenadores y el alumbrado de emergencia durante un tiempo bastante razonable.

La única explicación posible a ese apagón total sería crear un campo electromagnético capaz de influir sobre el paso de la corriente a través de los cables de la instalación, lo suficientemente potente además para amortiguar el efecto aislante de los susodichos. Tal vez sea posible, pero de todas formas para que se pueda digerir esto haría falta algún tipo de explicación, puesto que sería un arma de altísima tecnología. Ponerlo sin más, como si fuera algo lógico que con un teléfono pudieras dejar a un edificio sin electricidad, resulta chocante; el cine evidentemente juega con nuestra credulidad como espectadores y tal vez haya que aceptar esta confusión respecto a cuestiones básicas tecnológicas como una convención más del cine de acción, igual que que un fiscal del distrito de corbata de repente se ponga a dar puñetazos como un boxeador profesional que lleva haciéndolo toda la vida, que alguien se golpee contra un cristal haciéndolo añicos sin cortarse él, y largo etcétera.

02 agosto 2008

Las hadas veloces

Fotografiando hadas es una película británica de 1997 de Nick Willing que aborda la fascinación por los fenómenos sobrenaturales en la época anterior a la primera guerra mundial. Trata de un fotógrafo que se enfrenta al misterio de unas supuestas fotografías que muestran hadas y que no parecen estar falsificadas. La película recoge muchos aspectos típicos de las leyendas: las hadas se aparecen en las proximidades de un árbol centenario y sólo pueden ser vistas cuando uno se encuentra bajo la influencia de unas plantas que le permiten percibir la realidad a una velocidad más lenta de lo habitual.

Esta trama es un curioso cóctel de muchas ideas, algunas con cierta base real. En primer lugar la existencia de sustancias en la naturaleza con propiedades alucinógenas o psicotrópicas, algo que prefiero reservar para otra entrada posterior. Luego las limitaciones de la visión; nuestro sentido de la vista es perfectamente adecuado para nuestras necesidades pero no es perfecto. El cine, sin ir más lejos, se basa en la ilusión óptica de continuidad que nos proporciona la vista cuando unas imágenes se suceden a alta velocidad y lo estático se convierte para nosotros en movimiento. Con las hadas de la película ocurriría algo parecido, no son visibles porque vuelan a muy alta velocidad.

Pero aquí surge un problema. Si las hadas vuelan siguiendo trayectorias regulares, lo que veríamos sería como un haz de luz continuo y estático. Cuando un objeto se mueve muy rápido dejamos de apreciar el movimiento, pero no el objeto. La otra contradicción está en que las hadas puedan atravesar en ciertos momentos los cuerpos de los humanos; existen de hecho partículas que no interactuan con la masa, como los neutrinos, y que por lo tanto pueden atravesar tranquilamente nuestros cuerpos sin inmutarse. Pero ello supone que su masa es insignificante y que por lo tanto viajan a velocidades muy próximas a la de la luz. Y que su tamaño será absolutamente ridículo, mucho más pequeño que el de un protón o un electrón, que ya resultan inapreciables. Las hadas de la película, en cambio, tenían el tamaño de unos insectos o pajarillos respetables. Por muy potente que sea el efecto de una planta, difícilmente nos podrá hacer viajar a velocidades próximas a la luz ni permitirnos contemplar partículas de naturaleza parecida a los neutrinos, que apenas tienen masa y que además no reaccionan a fuerzas electromagnéticas; dado que la luz es una onda electromagnética, eso significa que serán invisibles hasta para el mejor de los microscopios.

Pero estos son sólo algunos de los problemas que presenta la invisibilidad; otros, los propiamente ópticos, los dejamos para otro día.