20 enero 2007

Kolya: para quitar el hipo

No sé si porque la han editado o reeditado en DVD hace poco o por simple capricho de mi videoclub, donde ha aparecido como "novedad", pero el caso es que Kolya, un film checo que ganó el Oscar de mejor película extranjera en 1996, cayó en mis manos el otro día. Lo que me motivó a verla fue que transcurriera en Praga y que estuviera ambientada en los años de la ya olvidada perestroika, pero la historia, de un músico maduro que por circunstancias tiene que hacerse cargo de un niño pequeño, estaba muy bien contada, no resultaba peliculera ni tenía el típico sentimentalismo que se podría esperar en estos casos.

Pero la escena que más me llamó la atención fue un momento en el que el protagonista está en la cama con uno de sus ligues y la mujer tiene un ataque de hipo. Para curárselo, él le recomienda hacer presión sobre el dedo meñique (?); como el método no parece funcionar, sugiere entonces subir a la vez el brazo izquierdo y la pierna derecha (??). Como si no tuviera nada mejor que hacer, me he puesto a buscar por internet si estos remedios caseros, que nunca había oido, tenían alguna base. En mi búsqueda me encontré con sugerencias que sí me resultaban conocidas, como tomar una cucharada de azúcar y beber un vaso de agua al revés inclinando el cuerpo, que al parecer no funcionan, o al menos nadie ha podido demostrar que tengan algún sentido.

El hipo es una contracción brusca del diafragma (músculo de la cavidad torácica) seguida de un cierre no menos brusco de las cuerdas vocales. Como sabemos, no reviste gravedad salvo en el caso excepcional de que se prolongue mucho en el tiempo, y sus causas suelen ser una mala digestión o los nervios. La causa nerviosa hace que el remedio casero de quitar el hipo mediante un susto parezca tener un poco más de verosimilitud, así como el intentar dejar de respirar durante unos segundos, pero según la revista New Scientist, la única forma válida de curarlo es inhalando dióxido de carbono; el dióxido de carbono lo producimos continuamente al respirar, por lo que basta con taparnos la nariz y la boca con una bolsa y respirar normalmente. En muy poco tiempo habremos consumido el aire de la bolsa y estaremos respirando dióxido de carbono; naturalmente, no se puede respirar este gas mucho tiempo porque nos asfixiaríamos.

No tengo ni idea de donde sacó el guionista de Kolya la idea del dedo meñique, puesto que según la acupuntura el punto que regula el aparato respiratorio está situado en otro dedo, el anular. No obstante, no es la solución más peregrina que he encontrado para el hipo. La última edición de los premios Ignobel, que se conceden a las investigaciones científicas más absurdas, ha premiado en la categoría de medicina un estudio realizado en Israel titulado Terminación del hipo mediante un masaje rectal digital. No sé si el dedo se lo tendrá que introducir uno mismo o si lo debe hacer otra persona. Animo a los lectores a que, en interés de la ciencia, lo prueben y nos comenten el resultado.

09 enero 2007

La obsesión: muerte aparente

Hoy retomamos el tema de las "enfermedades vampíricas", es decir, enfermedades reales cuyos síntomas pudieron inspirar o influir en la leyenda de los muertos que se levantan de sus tumbas. Hablamos ya de la rabia y la porfiria, cuyos síntomas guardan cierta similitud con el vampirismo; hay otra tercera dolencia muy rara, sin embargo, que, a diferencia de las otras dos, sí puede revivir a los muertos, al menos de forma aparente: se trata de la catalepsia.

El cataléptico sufre una rigidez muscular total, asumiendo además posturas muy poco naturales. Su cuerpo y su rostro están perfectamente inmóviles, y su respiración y pulso se vuelven tan débiles que resultan imperceptibles, es decir, cualquiera que no sea médico lo tomaría por muerto. Hoy en día no se acepta que alguien esté muerto, aunque su corazón haya dejado aparentemente de latir, si no se registra falta de actividad cerebral (encefalograma plano). En otros tiempos, sin embargo, la prueba que se llevaba a cabo para diagnosticar la muerte era tan poco sofisticada como colocar un espejo frente a la nariz y la boca del moribundo y ver si se empañaba. Los catalépticos serían por lo tanto muchas veces dados por muertos y enterrados vivos; la apertura de tumbas cuyos inquilinos daban señales de haber intentando escapar de ellas pudo ayudar mucho a que la leyenda de los vampiros se propagase.

La angustia de ser enterrado vivo fue descrita por Edgar Allan Poe en un relato que dio origen a La obsesión (1962), una de las muchas adaptaciones de este genio del terror que el rey de la serie B Roger Corman llevó a cabo durante los años 60. Tal vez más angustioso todavía fuera un episodio de la mítica serie televisiva de Alfred Hitchcock, en el que, tras un aparatoso accidente, un hombre quedaba en estado cataléptico, siendo perfectamente consciente de que lo estaban dando por muerto e iba a ser enterrado vivo, y sin poder evitarlo al no tener ninguna forma de comunicarse, hasta que por fin una lágrima demostraba que seguía con vida. Es poco creíble que un enfermo que no da ningún tipo de señal de vida se ponga a llorar, pero sí es cierto que el cataléptico puede ser vagamente, y a veces totalmente, consciente de lo que ocurre a su alrededor mientras dura su trance.

Supuestamente, los fakires hindús pueden sumirse por voluntad propia en un estado cataléptico que les permite pincharse y no sangrar, hacer que su corazón deje de latir, etc. No obstante, como suele ocurrir en estos casos, se trata de simples trucos de ilusionismo: igual que uno no se puede autoinducir una gripe ni ninguna otra enfermedad y controlarla a su voluntad, la catalepsia no es una excepción.