23 enero 2008

El experimento: jugando con fuego

El experimento (2001) es el título de la primera película del director alemán Oliver Hirchsbiegel, que años más tarde obtendría un éxito mucho mayor con El hundimiento, un relato sobre los últimos días del nazismo. Pero es su opera prima la que resulta interesante para este blog porque se basa en una novela a la vez inspirada por un experimento científico real: el de la cárcel de Stanford, llevado a cabo en 1971, en el que se estudiaba el efecto psicológico de la vida en prisión y los roles que allí se establecen.

Los participantes en el experimento eran universitarios que debían asumir el papel de preso o de guardián; este es un aspecto importante que la película descuida, puesto que en el film el grupo de científicos que coordina el experimento estudia a los participantes y decide si su perfil psicológico responde mejor a un rol o al otro. El experimento real pretendía demostrar lo contrario, que es el rol que tienen que asumir el que modifica el comportamiento e incluso el aspecto que percibimos de las personas; en la realidad los presos llegaron a pensar que los guardianes habían sido seleccionados por su mayor robustez o su carácter más dominante o su habilidad para el liderazgo cuando en realidad se trataba de una cuestión de puro azar.

La película sí se acerca a la realidad cuando describe los métodos empleados para despersonalizar la relación entre guardianes y presos, los límites en esos métodos (no se podía emplear la violencia física), y su gran eficacia, puesto que el primer día los fingidos guardias fueron capaces de sofocar un motín y consiguieron tener a sus no menos fingidos prisioneros obedientes y disciplinados en poco tiempo. Pero también la película es fiel al experimento real al tratar sobre las preocupantes consecuencias de esta imposición de la autoridad: no tarda en producirse una escalada en las humillaciones empleadas para reducir a los prisioneros rebeldes ni en surgir actitudes realmente sádicas entre los carceleros. De hecho, el experimento tuvo que abortarse a los seis días cuando debería haber durado catorce.

Evidentemente este estudio, que pretendía demostrar que el comportamiento depende más de las circunstancias y del entorno que de la propia personalidad, fue objeto de críticas éticas y morales: de hecho los participantes, al menos en la película, tuvieron que firmar una declaración en la que renunciaban durante el experimento a parte de sus derechos civiles; mis conocimientos sobre leyes son elementales pero no creo que un contrato de ese tipo pueda ser legal. Se dudó también de su valor científico, al no existir observadores neutrales, haber un alto grado de subjetividad en su valoración y ser muy difícil de reproducir por otros investigadores. Lo cierto es que se trata de una experiencia de un gran potencial dramático que la película no explotaba, dando a la historia un tratamiento comercial y convirtiéndola en una cinta de acción con un héroe y un antagonista.

08 enero 2008

Aire: oxígeno, nitrógeno y argón

Sin que sirva de precedente (o tal vez sí) hoy cambiamos las películas por canciones. Aire: oxígeno, nitrógeno y argón es el estribillo de una conocida canción de Mecano (que, curiosamente, nunca fue single, sino cara B de Busco algo barato, tema bastante olvidado hoy en día) que me hizo creer en mi infancia que el aire estaba compuesto principalmente por oxígeno, nitrógeno y argón en ese orden de importancia. Por si alguien más se ha preguntado si lo que dice la letra es o no correcto, lo cierto es que el nitrógeno es el primerísimo componente del aire, al que aporta más de un 78 % de su volumen y un 75 % de su peso. Pero, cualitativamente hablando, es más importante el oxígeno, puesto que es lo que respiramos; actúa de comburente de los alimentos que ingerimos (es decir, los quema) y de esta combustión obtenemos la energía que nuestro organismo, que en buena medida es una máquina térmica semejante al motor de un coche, necesita. El oxígeno no supone más que alrededor de un 21 % del aire en volumen (23 % en peso); esto supone que para respirar la cantidad de oxígeno que necesitamos tenemos que introducir en nuestro aparato respiratorio una cantidad casi cuatro veces mayor de nitrógeno que sirve más bien para poco y que tenemos que gastar energía en calentar: es un proceso de muy bajo rendimiento pero mejor que sea así, ya que un contenido mayor de oxígeno en la atmósfera podría convertir el planeta en un polvorín de riesgo de incendio y explosión continuos.

Comparado con sus otros dos compañeros, el argón es prácticamente insignificante, no supone ni el 1 % del contenido total de gases existentes en el aire, aunque sí es el primero del largo furgón de cola de gases secundarios que respiramos. Se trata de un gas noble, es decir, un elemento muy estable que no reacciona con ningún otro; el aire contiene otros en menor proporción, como el helio, el neón, el xenón o el kriptón (todos ellos situados a la derecha en la tabla periódica); los otros gases presentes en la atmósfera son, naturalmente, compuestos contaminantes (hidrocarburos y cenizas) o causantes de efecto invernadero (dióxido de carbono). Así pues, la presencia del argón en la canción de Mecano al mismo nivel que el oxígeno y el nitrógeno se debe más que nada a cuestiones eufónicas. Por cierto, hablando de la letra de esta canción, por la forma algo peculiar de cantar de Ana Torroja no entendía la estrofa final y no fue hasta hace no mucho que me di cuenta de que decía no faltéis al funeral, es decir, el narrador era un muerto, como en El crepúsculo de los dioses.