27 mayo 2007

Dark city: ventana al espacio

En 1998 Alex Proyas, director de la coyuntural, exitosa y hoy muy olvidada El cuervo, presentaba su segunda película, Dark city, un relato de ciencia-ficción situado en una ciudad que vivía en una noche permanente. Como han pasado ya unos cuantos años desde su estreno, supongo que se puede revelar que al final de la película la tal ciudad resultaba ser un decorado reconstruido en el planeta de unos alienígenas. Ante mis estupefactos ojos, uno de los personajes rompía parte del decorado y descubría que se hallaba en pleno espacio exterior.

Supongo que los espectadores verían este rocambolesco final como un guiño a la serie B y que casi todo el mundo se imagina que uno no puede asomarse al espacio así como así. Es de suponer que en el planeta extraterrestre se ha desarrollado una atmósfera equivalente a la de la Tierra, imprescindible para que podamos respirar. El abrir una "ventana" hacia el vacío tiene consecuencias graves, como vivos cuando hablamos de Desafío total y de las películas de accidentes aéreos: el aire, sometido a la presión atmosférica, escapa a toda velocidad si se le abre una salida hacia el vacío, con lo que el efecto de succión que se generaría formaría un auténtico huracán.

Además de que la ausencia de aire acabaría con nosotros en pocos segundos, está también el tema de la temperatura. En Misión a Marte, entre otras películas, el cuerpo de un astronauta se congelaba en el mismo momento en que se rompía su traje o su escafandra y se veía expuesto a la temperatura exterior. Realmente el problema no es que en el vacío la temperatura sea muy baja, porque al no existir aire no existe transmisión de calor por convección, que es lo que sentimos al estar rodeados por un ambiente cálido o frío. La única pérdida de calor se produciría por radiación de la superficie de nuestro cuerpo a las superficies, en este caso, de los planetas y de la nave espacial, que se encuentran a muchos grados bajo cero, de hecho a temperaturas próximas al cero Kelvin o cero absoluto (-273 ºC). Estas pérdidas, no obstante, podrían verse compensadas si estuviéramos cerca de alguna estrella, con lo que la ganancia de calor por radiación podría compensarse con las pérdidas por otro lado. Sería función, por lo tanto, de la posición de la nave espacial el que nos congeláramos o no por la exposición al vacío. El efecto de la falta de aire es mucho menos discutible, no sólo por no poder respirar sino por las consecuencias de la presión de la sangre y del aire de los pulmones en el interior de nuestro cuerpo al no existir una presión atmosférica que los compense.

16 mayo 2007

Memento: memoria de pez

La amnesia es un tema de grandes posibilidades dramáticas y muy explotado por el cine, que ha generado una serie de estereotipos sobre este transtorno no siempre acertados. Probablemente el tópico más extendido al respecto sea el de la persona que se da un golpe en la cabeza o sobrevive a un accidente y pierde la memoria. La imposibilidad de recordar puede tener un origen físico o psicológico; si la causa es un daño físico en el cerebro la amnesia puede o no ser retrógrada, es decir, el paciente puede recordar o no lo que ocurrió antes de su accidente, pero siempre va a ser anterógrada, es decir, el enfermo va a tener grandes dificultades en retener nuevos datos en su memoria. La película Memento, que en su día sorprendió por su estructura narrativa hacia atrás en el tiempo y por mostrar un caso de amnesia anterógrada en el que el protagonista tenía que escribirse en la piel hasta el más mínimo dato si quería recordarlo al cabo de unos pocos minutos, es una de las que más se aproxima a la realidad de un amnésico.La información antigua está mucho más anclada en nuestro cerebro que la nueva que va llegando, por lo que en el caso de daños cerebrales la primera dificultad que va a surgir va a ser la de recordar la información más reciente.

Por lo tanto la mayoría de películas que tratan sobre pacientes que no recuerdan quienes son ni ningún detalle anterior al momento de su accidente pero que no tienen problema en almacenar nuevos recuerdos y construir una nueva vida, como ocurre en La ardilla roja, Buscando a Susan desesperadamente, The majestic y larguísimo etcétera, no son verosímiles puesto que en todas ellas el origen de la amnesia es fisiológico; además la curación por medio de un segundo golpe en la cabeza es pura invención del cine. Otra cosa es si el origen de la amnesia es un trauma psicológico; en ese caso la enfermedad ya resulta más próxima a lo que cuentan las películas: la memoria suele volver tarde o temprano, tan pronto como el enfermo vuelve a recuperar el equilibrio emocional, y la capacidad de generar nuevos recuerdos está intacta, puesto que no hay daños físicos en el cerebro.

En uno u otro tipo de amnesia, la pérdida de memoria no supone la disminución de otras capacidades del enfermo, que puede hablar idiomas extranjeros o tocar instrumentos de música aunque no pueda recordar qué cenó la nocha anterior. Para quien desee leer más sobre la amnesia y el cine, les recomiendo este interesante artículo, además de recordarles que ya habíamos tratado en el blog el tema de un caso particular de amnesia de origen emocional, la fuga psicogénica.