25 diciembre 2006

Natividad: señales en el cielo

En un día como hoy es casi obligado hablar de la película recientemente estrenada Natividad y del punto de vista que ofrece la ciencia sobre la estrella de Belén y las señales que avisaron en el cielo de tamaño acontecimiento.

En primer lugar, como muchos lectores ya sabrán, la fecha de la Navidad se escogió coincidiendo con las antiguas celebraciones paganas del solsticio de invierno, la noche más larga del año, pero Jesucristo no nacio en diciembre, y menos aún en el año cero de nuestra era. Esto último, por la indiscutible razón de que no existe el año cero: cuando en el siglo VI se hizo la cuenta de la vieja para establecer cuanto tiempo había pasado desde el nacimiento de Cristo y crear el calendario occidental, el año 1 d.C. se colocó inmediatamente después del 1 a.C., puesto que el cero es un "invento" posterior, no existía en los números romanos, y no entraría en Occidente a través de los árabes (los cuales a su vez lo tomaron de los indios) hasta siglos más tarde. Para más inri, al monje encargado de contar los años sumando el tiempo de gobierno de los distintos emperadores romanos se le olvidó tener en cuenta los cuatro años en los que el emperador Cesar Augusto utilizó su nombre de pila, Octavio, por lo que el nacimiento de Cristo debio de ocurrir alrededor del año 5 antes de nuestra era. Tiene que ser así, puesto que Herodes el Grande, mandatario en la región judía durante el nacimiento de Jesús y responsable de la matanza de los inocentes, murio en el año 4 a.C. Además, según los evangelios, la natividad o navidad se produjo en la época en la que los pastores vigilaban sus rebaños en las montañas, por lo que no pudo ocurrir en diciembre, sino más bien hacia marzo o abril.

De hacer caso a la leyenda, durante esos días un fenómeno celeste, conocido como la Estrella de Belén, alertó a unos magos (debemos entenderlo como astrónomos) babilonios de que había nacido un rey entre los judíos. La señal les guió desde el cielo en su camino hasta Belén y se detuvo justo encima del pesebre en el que había nacido el hijo de Maria. Esta última parte sólo puede entenderse, fuera de la fe en lo sobrenatural, como leyenda, puesto que ningún cuerpo ni fenómeno celeste se "detiene" en ningún sitio. Pero muchos astrónomos sí consideran que en fechas próximas al nacimiento de Cristo ocurrieron fenómenos curiosos en el cielo que, en una época en que no existía frontera entre ciencia y superstición, pudieron interpretarse como señales de un acontecimiento.

En el año 7 a.C. los astrónomos de la época registraron una conjunción triple de Júpiter y Saturno. Una conjunción de planetas consiste en que, por las posiciones de sus órbitas y de la órbita de la Tierra en ese momento, los planetas, vistos desde la Tierra, parecen avanzar el uno hacia el otro hasta tocarse. Triple conjunción quiere decir que después de tocarse, uno de los planetas retrocede para volver a avanzar y volver a tocar al otro, y que esto se repite una tercera vez. No es un fenómeno excesivamente inusual, pero además en torno al 5 a.C. astrónomos chinos registraron una nova, una luz en el cielo mucho menor que la producida por una supernova. Una nova tiene lugar cuando en un sistema doble (dos estrellas que giran en torno al mismo punto como si estuvieran unidas por un eje), una estrella se expande y le cede masa a la otra. Esa masa va a provocar una muy energética reacción de fusión nuclear produciendo un destello o nova visible desde la Tierra.

Ninguno de estos dos fenómenos por sí solo sería raro, pero tal vez el estar los dos próximos en el tiempo, produciéndose además la triple conjunción de planetas en la constelación de Piscis, que, según la manera en la que ciencia y profecía se mezclaban en esa época, estaba asociada al pueblo hebreo, pudo hacer que los sabios de la época leyeran en el cielo que había nacido un rey entre los judíos.

Aunque estos fenómenos celestes pudieron calentar la imaginación de los astrónomos en esa época, lo cierto es que el espacio ofrece misterios más espectaculares. Por ejemplo el de Tunguska, localidad siberiana arrasada en 1908 por una extraña detonación aérea, se piensa que la de un cometa, tan energética que causó que no hubiera noche durante varios días en la mayor parte de Europa, puesto que el cielo nocturno era casi tan brillante como el diurno. Prueba de la escasa divulgación de este singular fenómeno es que no exista película ni leyenda alguna que le haya buscado explicación. Lo que hubieran escrito los evangelistas a partir de algo así ...

16 diciembre 2006

Blade Runner: Yo, robot

Uno de los temas favoritos de la ciencia-ficción son los robots. Robot es una palabra que viene del checo robota, trabajo esclavo, y que se difundió internacionalmente gracias al escritor Karel Capek y su historia R.U.R., ambientada en una fábrica de gente artificial. El término se haría muy popular gracias a las novelas de Isaac Asimov, reemplazando así en el lenguaje cotidiano a la denominación más antigua de autómata, y la literatura y más tarde el cine de ciencia-ficción sembrarían la confusión con su sinónimo androide. El androide es el robot antropomorfo que imita los movimientos humanos; la construcción de androides es sólo una rama de la robótica, tal vez la más llamativa y espectacular, pero desde luego no la de mayor aplicación industrial, que estaría más bien en la fabricación de automatismos y máquinas de control numérico.

Los precursores de los robots serían los autómatas diseñados en el pasado; según los libros de historia, los egipcios ya disponían de estatuas de dioses que tenían brazos móviles que los sacerdotes manipulaban. Las leyendas sobre seres artificiales son igualmente antiguas, existen ya en la mitología griega (la historia de Prometeo) y en la tradición judía (el Golem). Con el avance de la mecánica durante las edades Media y Moderna, cuando se desarrollan las máquinas de efectos encadenados mediante engranajes, poleas y otros mecanismos de transmisión del movimiento, empiezan a surgir, sin más función que el mero entretenimiento, autómatas muy ingeniosos, entre los que podemos destacar los del relojero suizo Pierre Jaquet-Droz, inventor de el escritor, la pianista y el dibujante. El escritor es un muñequito que mojaba la pluma en tinta y era capaz de escribir diferentes textos, pasando de una línea a otra, levantando la pluma del papel y parándose a veces a "pensar", todo ello en una época (1774), anterior a la invención de la máquina de escribir. La pianista era capaz de tocar distintas melodías "a mano" y en directo (tampoco existía el fonógrafo ni el sonido grabado), y el dibujante llevaba a cabo los grabados que se pueden ver en la foto: como se ve no son simples figuras geométricas, sino que incluyen líneas curvas que supondrían un trabajo de chinos incluso utilizando un programa de diseño gráfico de hoy en día.

Hoy en día, la base de la robótica ya no es la mecánica sino la electrónica, a diferencia de los autómatas del pasado. No llegarían a la categoría de robots automatismos electrónicos sencillos como la célula fotoeléctrica que abre una puerta, que activa una alarma, o que enciende y apaga la luz de una habitación cuando alguien entra o sale. El desarrollo de la electrónica ha dado origen, sin embargo, a los autómatas programables, compuestos, al igual que un ordenador, por microprocesador, memoria y dispositivos de entrada y salida (otro día hablaremos con más detalle de esto) que leen y ejecutan las órdenes escritas en su programa o software. Esto permite la aparición de máquinas-herramienta, capaces de sujetar, mover, perforar o moldear una pieza de forma automática mediante control numérico, es decir a través de números que definen la posición y la magnitud de los movimientos, giros, cortes, etc. La mayor parte de estos robots tampoco son androides ni tienen ningún tipo de apariencia humana, son simples brazos mecánicos o carcasas que realizan tareas pesadas o peligrosas, casi siempre trabajos rutinarios que deben ser ejecutados de forma siempre igual y sin variaciones, como en una cadena de montaje; pueden ser supervisados por una persona, o gobernados mediante un programa predefinido.

No obstante, los androides también están ahí: uno de los más avanzados es el que aquí vemos . Se llama Asimo y ha sido diseñado por la empresa Honda. Es capaz de caminar hacia delante y hacia atrás, hacia la izquierda y la derecha, dar media vuelta y subir escaleras. Se espera que en el futuro androides como Asimo puedan encargarse de ayudar a personas de edad avanzada o con minusvalías. No obstante, aun falta mucho para que los robots antropomorfos sean capaces de tener la gestualidad de un ser humano, y más aún para que puedan pensar como nosotros. Si eso llega a ocurrir, la convivencia en una sociedad mixta de humanos y androides planteará muchos dilemas éticos, como ocurre en Blade runner o Yo robot. ¿Si los robots pueden pensar y actuar como humanos, también desarrollarán sentimientos y se convertirán en seres emocionales? ¿Reivindicarán sus derechos y habrá una nueva lucha de clases? ¿Soñarán con ovejas eléctricas?

02 diciembre 2006

Waxwork: cera y agujeros negros

Me he sorprendido al encontrar por la red referencias a una película de serie B de los años 80, Waxwork, que a veces aparece con el nombre español de Waxwork museo de cera, y a veces con el de Waxwork el secreto de los agujeros negros (tal vez sea su título en otros países de habla hispana). Naturalmente este segundo título fue el que me llamó la atención; sin embargo las reseñas que aparecen por ahí de la peli hablan de una historia de terror de adolescentes encerrados en un museo de cera; como podíamos imaginar, serán asesinados para pasar a formar parte de las estatuas que representan crímenes. El caso es que no hay ni la menor mención a los agujeros negros, así que si algún lector la ha visto se agradece cualquier información que explique por qué se le dio ese título.

Pero entremos en materia sobre un tema del que todo el mundo ha oído hablar pero tal vez muchos no tengan muy claro en que consiste. Cuando comentamos Contact, explicamos como se generaba un pulsar. Una estrella, como el Sol, se mantiene "viva" porque en ella se está produciendo constantemente una reacción de fusión nuclear: el hidrógeno, que es el átomo más sencillo, formado por un solo protón y un electrón, se funde con otro átomo de hidrógeno generando helio (cuyo nombre viene precisamente del griego helios, sol). Esta reacción es muy energética, tanto que la luz y el calor que produce llega hasta nosotros y permite la vida en la Tierra. La fuerza que genera esta explosión nuclear continua que tiene lugar en el Sol contrarresta la atracción gravitatoria que, de otra forma, haría que la estrella se colapsara sobre sí misma.

Cuando este combustible nuclear se agota, porque todo el hidrógeno se ha fundido ya en helio, nada puede evitar la contracción debida a la gravedad: la estrella implota reduciendo su volumen espectacularmente dando lugar a una supernova. Dependiendo de cuanto se reduzca su radio, puede transformarse en una enana blanca, en un pulsar, o en el caso más extremo, en un agujero negro. El agujero negro alberga una masa enorme en un volumen diminuto; su densidad es tan alta que la gravedad evita que cualquier cosa que caiga dentro de él pueda salir nunca más (de ahí lo de agujero), incluso la luz (de ahí lo de negro).

Según la famosa Teoría General de la Relatividad de Einstein, un punto de tal densidad en el espacio constituiría una singularidad, es decir, un lugar donde las leyes de la naturaleza tal como las conocemos no se cumplen. En el límite del agujero negro el tiempo se detiene, y dentro de él no tenemos ni idea de lo que ocurre, cualquier cosa de lo más inverosimil podría tener lugar. Pero si a alguien le da curiosidad y tiene ganas de darse una vueltecita por un agujero negro, hay un problema: el viaje no solamente sería sólo de ida, porque nadie puede salir de allí, sino que además la atracción gravitatoria tan brutal que allí tiene lugar nos machacaría antes de que nos diéramos cuenta. Tal vez algunas películas o series de ciencia-ficción hayan sembrado la idea de que los agujeros negros podrían servir para viajar en el tiempo: eso serían en todo caso los agujeros de gusano, de los que hablaremos otro día.

La existencia de agujeros negros todavía no está totalmente confirmada, aunque la mayoría de científicos creen que hay uno o varios en el centro de nuestra galaxia. Es un poco difícil demostrar su presencia, precisamente porque no emiten luz ni energía ni radiación, puesto que nada puede salir de ellos. Pero la definición más divertida de un agujero negro que ha dado el cine se la debemos a Woody Allen en Desmontando a Harry, cuando una prostituta de raza negra le responde Es con lo que me gano la vida, cariño.

25 noviembre 2006

Transexuales en Plutón

Hace unos meses se estrenaba en España con cierto retraso Desayuno en Plutón, la última y divertida película del director irlandés Neil Jordan. Precisamente su estreno coincidió con la polémica en la comunidad científica acerca de si Plutón es un auténtico planeta o solo un asteroide, pero lo cierto es que la película no tenía nada que ver con el espacio sino que contaba la historia de un chico al que le gustaba vestirse de mujer, algo que le convertía en demasiado peculiar para la católica Irlanda de los años 70.

Tras mucho tiempo de oscurantismo, el público en general ha conseguido tener acceso a información sobre sexualidad en los últimos años. A pesar de que mucha de esta información venga de la tele y se difunda de forma muy sensacionalista y no demasiado adecuada, para mucha gente va quedando clara la diferencia entre tres conceptos diferentes pero que han estado muy confundidos: la homosexualidad, el travestismo y la transexualidad.

La homosexualidad consiste en preferir las relaciones afectivas y sexuales con personas del mismo sexo, y el travestismo en vestirse con ropas y accesorios propios del otro. Hay travestis heterosexuales (casi siempre hombres) que tienen una fijación fetichista por la ropa de mujer y les gusta ponérsela, como el famoso Ed Wood, presunto peor director de la historia del cine adicto a los jerseys de angora, a quien Tim Burton dedicó una película. También hay muchos hombres y mujeres homosexuales que nunca se travisten ni les apetece hacerlo, y se sienten totalmente cómodos como hombres o como mujeres. Pero cuando alguien homosexual se traviste con ropa del otro sexo y no lo hace por llamar la atención ni por mero divertimento sino porque se encuentra más cómodo y se siente más acorde con su identidad vestido o vestida así, está ya entrando en la transexualidad. Los transexuales son hombres y mujeres biológicamente normales que psicológicamente se sienten del otro sexo: a los hombres transexuales les gusta adoptar los nombres, ademanes y costumbres que la sociedad sexista considera propios de mujeres, mientras que las mujeres transexuales se consideran masculinas y tampoco se identifican con el rol tradicionalmente asignado a su sexo. Probablemente en un mundo utópico en el que hombres y mujeres fueran totalmente iguales no existiría la transexualidad, puesto que sería absurdo hablar de comportamientos y formas de pensar masculinos o femeninas que pueden hacer que algunas personas no se sienta cómodas con su sexo biológico. Los transexuales están casi siempre descontentos con un cuerpo con el que no se identifican, pero no todos desean operarse, como se pensaba hasta hace poco, y actualmente, al menos en España, se les permite cambiar legalmente su sexo sin someterse a una operación muy seria que no deja de tener sus complicaciones y sus riesgos.

Un concepto diferente pero vinculado a la transexualidad es el hermafroditismo o intersexualidad, que consiste en tener órganos sexuales no puramente masculinos ni puramente femeninos sino intermedios, a diferencia del transexual, que anatómicamente es cien por cien hombre o mujer. Es muy difícil calificar a un recién nacido intersexual como niño o como niña, y muchas veces se les asigna el sexo inadecuado, convirtiéndolos en transexuales en la edad adulta. Una estupenda película sobre este fenómeno es Mi querida señorita, en la que José Luis López Vázquez interpreta a una mujer de provincias de mediana edad que necesita afeitarse y a la que el médico le diagnostica que es un hombre. Según una leyenda urbana, la actriz Jamie Lee Curtis no es totalmente mujer sino intersexual, algo que la interesada nunca ha confirmado ni desmentido. En todo caso, la naturaleza odia los compartimentos estancos, y la división de las personas entre hombres y mujeres no responde perfectamente a la realidad.

17 noviembre 2006

Zelig: Woody Allen camaleónico

Hace algunas semanas se han presentado en España Scoop, la nueva película de Woody Allen, y El laberinto del fauno, la nueva de Guillermo del Toro. Hace ya bastantes años Allen había dirigido Zelig (1983), una de sus mejores obras, que, además de manipular imágenes históricas mejor y mucho antes de que hicieran lo mismo en Forrest Gump, era un falso documental sobre un camaleón humano, mientras que Del Toro cuenta entre sus films anteriores con Mimic (1997), una película de terror homenaje a la serie B sobre insectos que se mimetizaban entre la gente. Así que los dos directores tienen algo en común, ¿o no tanto?

En la naturaleza es relativamente frecuente el mimetismo, es decir, que una especie adopte características de otra que supongan algún tipo de ventaja evolutiva. Insectos que se hacen pasar por plantas, animales inofensivos que imitan la apariencia de otros más feroces o de mal sabor (vean la abeja de esta foto, que en realidad es una mosca) .... cuando el mimetismo tiene por objeto alejar a los posibles depredadores, como en estos casos, se le denomina aposematismo. Pero para el cine fantástico es más interesante el caso contrario, el de los depredadores que se camuflan para pasar inadvertidos ante sus presas, y sobre todo es más espectacular si, en vez de vivir permanentemente mimetizados, tienen la habilidad de cambiar su apariencia. Un ejemplo de esto último en el mundo marino son los pulpos, como podemos ver en este video, y este fenómeno era el que exploraba la película Mimic, en la que insectos gigantes con apariencia humana se infiltraban entre nosotros para cazarnos. Naturalmente la verosimilitud de la historia es escasa, en primer lugar porque los insectos están muy limitados en talla, y luego porque la evolución necesaria de los genes para llegar al mimetismo requiere muchos muchos miles de años.

No obstante, aunque se tienda a pensar lo contrario, el cambio de color del camaleón no es un ejemplo de mimetismo, no lo hace buscando confundirse con el medio sino que es una respuesta fisiológica ante cambios de temperatura, de luz, o de estado de ánimo, más o menos una variante extrema de la mayor palidez o rubor que podemos tener los humanos ante diferentes situaciones. Zelig, la comedia de Woody Allen, trataba de un hombre capaz de engordar o cambiar sus rasgos para mimetizarse con su entorno, como poner los ojos rasgados entre gente oriental, desarrollar una larga barba entre judíos ortodoxos, etc. (vean a Woody de indio en la foto). Por lo dicho anteriormente, Zelig no puede considerarse un camaleón, como tampoco es correcto llamar camaleónicas a las personas capaces de aparentar fácilmente otra personalidad, puesto que los cambios de color del camaleón no son intencionados, a diferencia de los del pulpo y otros animales. Como siempre, unos llevan la fama y otros cardan la lana.

11 noviembre 2006

99.9: el misterio de las caras de Belmez

En 1971 la tranquilidad del pueblo de Belmez de la Moraleda (Jaen) se vio alterada por uno de los fenómenos sobrenaturales más comentados en todo el mundo desde entonces: una serie de dibujos vagamente parecidos a rostros humanos aparecieron en el suelo de la cocina de una humilde familia. Miguel, hijo de los dueños de la casa, picó el lugar donde estaban las extrañas imágenes y lo alisó con cemento: no obstante, a los pocos días, las caras habían reaparecido en el mismo sitio. Lo más curioso es que iban surgiendo nuevos dibujos, mientras que las antiguas caras iban modificando su expresión. El fenómeno se hizo público, y adquirió interés internacional cuando el suelo de la cocina fue analizado y no se encontró rastro de pintura sobre él. Algo tan pintoresco no podía hacerles demasiada gracia a las autoridades franquistas de la época, ni tampoco a la comunidad científica. Desde entonces, han existido dos corrientes de opinión radicales sobre lo que se empezó a conocer como caras de Belmez: por un lado quienes desacreditan totalmente el fenómeno y calumnian sin pruebas concluyentes a la familia de la casa y al fotógrafo del pueblo acusándolos de delitos como fraude y estafa, y por otra quienes creen ciegamente en él, denominan a las imágenes teleplastias y elaboran teorías a cada cual más peregrina sobre su origen.

La mayoría de los fenómenos sobrenaturales han acabado revelando su naturaleza fraudulenta desde los tiempos en los que las hermanas Fox inventaron la comunicación con los espíritus a través de mediums y de truquillos tan infantiles como la supuestamente temible ouija, de ahí que una gran dosis de escepticismo sea conveniente al acercarse a las caras de Belmez. Hay muchas posibles explicaciones científicas del origen de las caras: que no haya rastros de pintura sobre el cemento no quiere decir gran cosa, no hay nada nuevo en la técnica de la pintura al fresco, que consiste en pintar sobre cal húmeda y esperar a que se seque; una vez secos, los colores constituyen químicamente parte de la superficie, se puede decir que están dentro de y no sobre ella. Otros escépticos plantean la hipótesis de pintar con sales como el nitrato de plata: en este caso las imágenes al principio no se ven y van surgiendo gradualmente con el tiempo a medida que la sal va reaccionando ante la exposición a la luz, lo que explicaría que las caras cambien. Otros apuntan que, en un ambiente tan húmedo como la casa en la que aparecieron las imágenes, es fácil que el agua origine manchas que pueden interpretarse como rostros humanos.

Todas estas teorías se apoyan en algo fácilmente comprensible: la tendencia natural del cerebro a dar forma al caos y a convertir lo informe en siluetas familiares y lógicas, un fenómeno al que a veces se le llama pareidolia. Todos hemos jugado a ver imágenes en las nubes, y nadie ve nada sobrenatural en ello. Este truco de "recomponer" figuras en nuestra mente es muy útil y nos permite leer a gran velocidad sin tener que perder tiempo en percibir y procesar todas y cada una de las letras de cada palabra, o jugar a juegos como El Ahorcado y muchos otros. Realmente el ver rostros humanos en las presuntas teleplastias de Belmez depende en buena medida de la imaginación o la capacidad de sugestión de cada persona.

Por otro lado, los defensores del fenómeno apuntan, con bastante sensatez, que si es un fraude se trata de un engaño muy sofisticado que requiere probablemente conocimientos de química y pintura demasiado elevados para los supuestos estafadores. Tampoco se ve muy claro el movil de la estafa, porque aunque los detractores de las caras de Belmez hablen del ánimo de lucro y del ansia de notoriedad, lo cierto es que nadie se ha hecho rico con esta historia y probablemente muchos de los lectores del blog no hayan oído jamás hablar de ella salvo que estén especialmente interesados en lo paranormal; y aunque algunos curiosos se acerquen al pueblo porque han oído hablar, y algún vecino gane algo de dinero vendiendo fotos o souvenirs de las caras, la localidad está muy lejos de vivir gracias a este peculiar turismo. Quienes hablan de la gran cantidad de dinero que la familia de la casa ha obtenido con este asunto, citan fuentes de tanto rigor como la revista Lecturas. La falta de acuerdo sobre los científicos a la hora de explicar el origen de las caras, debida a la poca fiabilidad de los análisis llevados a cabo, que dan resultados contradictorios, tampoco permite demostrar de forma concluyente que se trate de un timo.

Pero lo cierto es que las teorías de los defensores de lo paranormal son igualmente variadas: hay quien dice que María, la dueña de la casa, era una medium cuya actividad psíquica se plasmaba sobre el suelo de la cocina dando lugar a estos dibujos, que iban alterándose a medida que cambiaba su estado de ánimo. En ese caso deberían desvanecerse hasta desaparecer, puesto que María falleció en 2004. Esta hipótesis es la más seria o la menos risible entre otras que hablan de psicofonías y recuerdan que siglos atrás hubo un antiguo cementerio cerca de donde ocurrieron los hechos. Naturalmente estas teorías más fantasiosas son las más estimulantes para la imaginación de los guionistas, y varias de ellas se mezclan en 99.9, un film de terror de Agustí Villaronga de 1997 libremente inspirado en este curioso fenómeno.

27 octubre 2006

El tambor de hojalata: rompiendo vasos con la voz

El tambor de hojalata es la novela más famosa del premio nobel de literatura Günter Grass y fue adaptada al cine con gran éxito en 1979 por el por entonces prometedor director alemán Volker Schlondorff. Se trata de una parábola sobre la pasividad de los alemanes ante el avance del nazismo a través de un niño que se niega a crecer y que tiene la habilidad de dar gritos tan potentes que rompen cualquier cristal que se ponga por delante.

El tópico de la cantante de ópera, o en este caso del niño chillón, que rompen vasos al dar una nota aguda es uno de los ejemplos más famosos de resonancia. Se trata de un fenómeno físico muy espectacular que puede destruir no sólo un cuerpo frágil como el cristal, sino también estructuras tan robustas como puentes, coches o edificios. Aunque un cuerpo no esté vibrando aparentemente, siempre se puede considerar que está sometido a una minúscula vibración cuya frecuencia (el número de veces que vibra durante un tiempo determinado) recibe el nombre de frecuencia natural del sistema. Cuando una onda, en este caso sonora, incide sobre el cuerpo, esto va a generar una vibración, que será más o menos intensa dependiendo de la frecuencia de la onda incidente. La máxima intensidad se va a producir cuando dicha frecuencia coincida con la natural del sistema, como ocurre con el vaso de cristal y la voz muy aguda: entonces la amplitud de la vibración que se genera se hace enorme y el sistema entra en resonancia.

Normalmente la resonancia es algo que se busca evitar a toda costa en las construcciones para que no se vengan abajo. Un grupo de personas caminando todas al mismo paso podrían tirar un puente al generar una frecuencia igual a la natural de la estructura. Sin embargo, a veces la resonancia se busca a propósito: por ejemplo, en las bandas de seguridad de los márgenes de las carreteras, que tienen una frecuencia natural semejante a la de un coche a velocidad normal, por lo que provocan que las ruedas entren en resonancia y vibren cuando les pasan por encima. También se puede utilizar la resonancia para la demolición de edificios sin recurrir a los explosivos ... y el niño de la película la empleaba para que le dejaran tocar su tambor de hojalata.

20 octubre 2006

Nosferatu: vampirismo y porfiria

Ya habíamos abordado el tema de los vampiros en el blog, pero centrándonos en su tal vez irresponsable indiferencia hacia el grupo sanguíneo de sus víctimas. Por entonces un amable lector mencionó un libro escrito por un paisano mio, Los vampiros a la luz de la medicina de Juan Gómez Alonso. En él se menciona la enfermedad de la rabia como un posible origen de la leyenda de los vampiros.

La rabia, también conocida como hidrofobia por el terror al agua que experimentan quienes la sufren, es una enfermedad del sistema nervioso que se contrae por la mordedura de animales salvajes. El enfermo de rabia se muestra irascible, repentinamente agresivo, y puede sufrir violentos espasmos musculares ante luces o sonidos fuertes. Muchos de estos síntomas, unidos a que la enfermedad una vez que se ha manifestado provoca la muerte sin remedio, recuerdan vagamente al vampirismo (contagio a través de la mordedura, reacción ante la luz). No obstante, existe otra enfermedad con muchos más puntos en común, aunque también mucho más rara: la porfiria.

Los enfermos de porfiria producen, debido a una malformación genética, una cantidad excesiva de porfirinas, el pigmento que le da a la sangre su color rojo. La hiperabundancia de porfirinas genera anemia, que explicaría la palidez típica de los vampiros, al mismo tiempo que colorea de rojo los ojos y los dientes, además de provocar una enorme fotofobia o sensibilidad a la luz. La luz solar lesiona la piel de los enfermos de porfiria, produciéndoles llagas que pueden mutilar los labios, haciendo que los dientes rojos parezcan más grandes, y las orejas, dándoles la forma puntiaguda característica. Además, hace que necesiten transfusiones de sangre, puede provocar la aparición de vello en el rostro (el mito del vampiro siempre ha estado muy vinculado al del hombre lobo) y hasta explicaría el odio al ajo típico del vampirismo, puesto que el ajo al parecer agrava la enfermedad.

¿Es la porfiria el origen de las leyendas vampíricas? Podría serlo en parte, pero es una enfermedad demasiado poco frecuente para haber dado origen a un mito que, sobre todo en el este de Europa, estuvo extremadamente extendido hasta el siglo XVIII, cuando el avance de la medicina y la Ilustración empezaron a hacer mella sobre tradiciones muy arraigadas. Probablemente la dificultad de la ciencia antigua en saber cuando alguien está realmente muerto (hasta no hace tanto tiempo la prueba habitual para diagnosticar la muerte era tan poco concluyente como colocar un cristal bajo la nariz del paciente y ver si se empañaba) provocaría muchos casos de personas enterradas vivas que se retorcieran en sus ataudes; y no digamos en épocas de peste en las que los presuntos cadáveres se enterraban a toda prisa para evitar contagios. Por último, existe tambíen otra enfermedad poco frecuente, la catalepsia, posible origen de presuntos casos de vampirismo, pero la dejaremos para otro día.

10 octubre 2006

Los creyentes: el cortocircuito mortal

No sé si muchos lectores del blog recordarán Los creyentes, una curiosa película de terror de John Schlesinger (1987) en la que una sangrienta secta secuestraba al hijo de Martin Sheen. De pequeño me había impactado mucho la escena inicial, en la que la madre del niño muere cuando el secador de pelo cae en la bañera electrocutándola. Por entonces no entendía cómo podía pasarle la corriente a la señora si el secador estaba apagado, y es que el cortocircuito no es algo intuitivo que nos podamos imaginar sin tener conocimientos previos sobre la electricidad.

La corriente eléctrica se produce cuando se conectan a través de algún cable o conductor el polo positivo y el negativo de una pila o de un generador. Los enchufes de casa están conectados al cuadro eléctrico de la vivienda, y éste, a través de una larga red de baja, media y alta tensión, se conecta con los bornes del generador de una central eléctrica (hidroeléctrica, térmica, nuclear, etc.), de forma que el agujero de arriba del enchufe está unido al polo positivo del generador y el agujero de abajo al negativo (esto en realidad no es tan sencillo, puesto que se trata de corriente alterna y no continua, por lo que los polos positivo y negativo se intercambian continuamente, pero esto no nos interesa ahora).

Cuando no hay nada conectado al enchufe, no pasa la corriente porque no hay contacto entre el polo positivo y el negativo. Si enchufamos el secador de pelo y lo encendemos, entonces la corriente pasa a través de él. El secador opone una cierta resistencia, que limita la cantidad de corriente que pasa por él, y funciona normalmente hasta que lo apagamos. El botón de apagado separa los cables dentro del secador haciendo que el polo positivo ya no entre en contacto con el negativo.

Si echamos a la bañera el secador desenchufado, no pasará nada. Pero si el secador está enchufado, el polo positivo y el negativo del enchufe se pondrán en contacto a través del agua (que, a diferencia del aire, conduce la electricidad). El problema es que el agua, a diferencia del secador, ofrece una resistencia mínima al paso de la corriente; al no haber resistencia, la intensidad o cantidad de corriente que pasa por los cables se vuelve altísima: los cables se queman, se puede producir un incendio de origen eléctrico, y si en el agua cargada de electricidad hay una persona, la corriente pasará por su cuerpo sin compasión, porque la piel mojada tampoco ofrece resistencia eléctrica.

Para prevenir este tipo de accidentes, están los interruptores magnetotérmicos del cuadro eléctrico de casa, que al detectar una corriente tan alta que sólo puede ser producto de un cortocircuito, cortan el suministro. No obstante, mejor no hacer la prueba por si la instalación está defectuosa como en la película ...

26 septiembre 2006

Waterworld: Bebiendo orina con Kevin Costner

Ya habíamos hablado de Waterworld, la película de Kevin Costner en la que el efecto invernadero ha hecho subir el nivel del mar, pasando éste a cubrir toda la tierra. Paradójicamente el beber resulta ser un problema en este mundo acuático, ya que el agua salada del mar no se puede beber, como también comentamos en otra ocasión. La fuente lógica de agua potable es en este caso la lluvia; pero por una parte si los polos han llegado a fundirse totalmente es porque el clima es seco, y por otra tal vez la pequeña embarcación que utiliza Costner para desplazarse no pueda albergar depósitos donde conservar el agua. La solución que ha encontrado nuestro amigo es obtener agua a partir de su propia orina y bebérsela. ¿Es eso posible? ¿Y salubre?

Sí se puede extraer agua a partir de la orina, y el método es sencillo. Se calienta la orina (se pone al fuego si es posible, o si no se deja al sol), hasta que el agua se evapora separándose así de sus otros componentes (el fundamental es la urea). Luego sólo hay que conseguir volver a condensar ese vapor de agua, que se transformará así en agua líquida, pura y potable. El método más rudimentario sería el colocar una botella al sol para que se evapore la orina y pegar a esa botella otra que se mantenga a temperatura baja protegiéndola del sol. El vapor pasará de una botella a la otra, y cuando llegue a la fría condensará por la misma razón por la que se empaña el espejo del baño cuando nos duchamos, porque es una superficie fría rodeada de vapor caliente.

El inconveniente que se le puede poner a la película es que Kevin Costner orina y obtiene el agua de forma inmediata. No recuerdo como era el mecanismo del que disponía para la purificación de la orina, pero vemos que el proceso trae consigo una evaporación seguida de una condensación: en la nevera de casa, en la que tiene lugar un ciclo similar, eso lleva su tiempo (y lo podemos medir por el ruidillo que produce), y es difícil pensar que la chalupa en la que viaja nuestro amigo disponga de una tecnología más sofisticada que la de un frigorífico moderno. Y por otra parte, el ser humano no puede ser autosuficiente, bebiendo sus propios residuos en un eterno reciclaje, porque todo proceso tiene un rendimiento: es decir, si bebemos un litro de agua, la orinamos y separamos el agua de la orina, al final no obtendremos un litro de agua, sino bastante menos, y cada vez que repitamos el ciclo, menos agua tendremos. Para seguir este método, sería mucho mejor utilizar agua del mar (de hecho el mecanismo de evaporación y posterior condensación es también el que se emplea para desalinizar el agua del mar y convertirla en potable), sobre todo teniendo tanta y tan a mano ....

20 septiembre 2006

Walk on water:el milagro de caminar sobre el agua

Cuando fui al cine a ver la película Walk on water (2004), cuyo título, como la mayoría de los lectores del blog sabrá, quiere decir caminar sobre el agua, pensaba que, tratándose de un film israelí, haría alguna referencia al episodio de la Biblia según el cual Jesús se apareció a sus discípulos erguido en medio del Mar de Galilea e invitó a un temeroso Pedro a que se diera también un paseíto sobre las aguas.

Lo cierto es que no era así, la película no mencionaba para nada el tema, sino que se trataba supuestamente de una llamada a favor del diálogo y el buen rollo entre alemanes, judíos y palestinos, y de paso entre homo y heterosexuales, ya que hablaba de la amistad entre dos jóvenes, un alemán gay nieto de un nazi, y un judío hetero que eliminaba a árabes que suponían un estorbo para los servicios secretos de Israel. Lo de supuesto buen rollo lo digo porque, sin revelar nada sobre el final de la película, que está bien realizada y es digna de ver, el director, Eytan Fox, mide con un rasero muy distinto los crímenes cuando los judíos son víctimas y cuando son los asesinos. Pero dejemos a un lado los temas polémicos, que últimamente las susceptibilidades de unos y de otros están muy a flor de piel, y centrémonos en el asunto de caminar sobre las aguas, aunque la película sólo lo mencione en su título.

Ya dijimos cuando hablamos de Instinto básico 2 que el cuerpo humano flota en el agua por una razón muy simple: porque pesa menos, o para ser más rigurosos, porque tiene menos densidad (menos masa por unidad de volumen). En la naturaleza los cuerpos de menor densidad flotan sobre los de mayor densidad; por ejemplo un globo de helio se eleva porque pesa menos que lo que pesaría un globo del mismo tamaño lleno de aire; el aceite flota sobre el agua porque tiene menor densidad, por eso ambos no pueden mezclarse. Y el cuerpo humano flota sobre el agua porque es menos denso, ya que los pulmones están llenos de aire. Quien se hunde en el mar es porque se pone nervioso o porque le da un calambre, pero si nos dejamos llevar inertes siempre flotaremos.

¿Y por qué se flota más en el mar que en un río, una pregunta que se le formula habitualmente al Google (y es que uno se lee la información que le da el contador de visitas y sabe esas cosas)? Pues porque el agua del mar tiene más sal y por lo tanto es más densa que la del río, y cuanto más denso es algo, mejor se flota sobre él. Y volviendo al tema de la Biblia (y así encadenamos esta entrada con la anterior sobre La pasión de Cristo), en el Mar Muerto, situado en plena Tierra Santa, se flota todavía mejor, porque se trata de un lago salado con una concentración de sal diez veces superior a la del océano, alrededor de 350 gramos por litro de agua, es decir un 35 % en peso del agua es sal. De hecho es probable que el Mar Muerto acabe convertido, por la evaporación de agua, en una salina o banco de sal. En un agua así cualquiera puede leer el periódico semisentado como en la foto, o, si es muy hábil, ponerse semierguido encima del agua y, ayudado por la penumbra de la noche, aparentar que está caminando sobre ella. Es fácil adivinar el origen de la leyenda de andar sobre las aguas que recoge este capítulo del Evangelio.

Pero dentro de poco los milagros estarán también al alcance de las máquinas: los ingenieros están trabajando en un robot capaz de caminar sobre el agua, cuyo diseño se basa en los insectos que lo hacen de forma natural. Si la realidad supera a la ficción, la ciencia todavía más.

12 septiembre 2006

La pasión de Cristo: Mel Gibson entre lenguas muertas

En la semana santa de 2004 Mel Gibson estrenaba en medio de una cierta polémica La pasión de Cristo. Al margen de un regodeo muy morboso en escenas sádicas más próximas a la pornografía que a la espiritualidad, y de que la divinidad de Jesús sea lo único que puede explicar que un ser humano pierda tanta sangre sin morirse mucho antes, la principal curiosidad de la película era la de ser una de las pocas de la historia del cine habladas en latín (existe alguna otra, como Sebastian de Derek Jarman), y en arameo, una decisión que el director justificó por querer ser muy fiel a los hechos históricos.

Si realmente Gibson hizo un estudio y se documentó en los aspectos lingüísticos, algo de lo que los cineastas siempre alardean en este tipo de producciones, se encontraría ante la dificultad de intentar reconstruir el habla cotidiana de hace miles de años. La tecnología necesaria para registrar la voz humana existe sólo desde finales del siglo XIX. Hasta entonces las palabras se las llevaba el viento y sólo disponemos de los textos escritos para conocer los idiomas del pasado. A través de ellos podemos conocer con bastante exactitud la gramática y la sintaxis de una lengua muerta como el latín, pero ¿y la fonética? ¿podemos saber cómo se pronunciaba?

El caso del latín es privilegiado y excepcional, porque el alfabeto con el que se escribía lo seguimos utilizando en la actualidad (evidentemente evolucionado), porque ninguna otra lengua del pasado ha originado tantísimos documentos escritos, porque tras extinguirse como lengua hablada se continuó utilizando como lengua culta durante siglos, y porque ha dado origen a lenguas modernas tan importantes y extendidas en el mundo como el español, el francés y el portugués. Por eso se puede barruntar como sería la pronunciación del latín clásico (la lengua literaria que se escribía), y también del latín vulgar (la lengua que realmente se hablaba), pero teniendo en cuenta que ello supone un arduo trabajo de arqueología lingüística realizado a partir de la evolución de las lenguas romances, y sobre todo de los errores ortográficos encontrados en los documentos, que son los más útiles para conocer la fonética. Si alguna gente hoy en día escribe el verbo haber sin hache, imposible con ene en lugar de eme, o confunde la b y la v, es porque no hay una diferencia clara de pronunciación entre esos fonemas; es fácil suponer que estas faltas de ortografía, tan enormemente útiles para los filólogos, no van a aparecer de forma sistemática sino más bien arbitraria, puesto que no todo el mundo comete errores, y los documentos que contienen estos fallos muchas veces se pierden, por lo que siempre habrá que estar al tanto de nuevos descubrimientos que pueden desbaratar teorías anteriores. De ahí que las iglesias católicas de distintos países no se acaben de poner de acuerdo sobre como se pronuncia el latín clásico que se debe utilizar en la misa tradicional.

Estos problemas se multiplican cuando pasamos al arameo, la otra lengua en cuestión. El arameo no era naturalmente una lengua tan fuerte como el latín, por lo que se encontraba tremendamente atomizada en un montón de dialectos, algo fácil de comprender en una época en la que no había medios de comunicación de masas que uniformizaran la lengua, y la mayoría de la población era analfabeta: el compartir un mismo lenguaje escrito es primordial a la hora de estandarizar la lengua. Se tiene muy poca información acerca de la variante concreta de arameo que se hablaba en la región y la época de Jesús. Por otra parte, muchos de los documentos en arameo que se conservan están escritos en alfabeto griego; cuando una lengua tiene que escribirse con la grafía creada para representar los sonidos de otra la transcripción va a ser bastante inexacta y por lo tanto la dificultad para el filólogo a la hora de traducir las letras a sonidos mayor (por poner un ejemplo, a la hora de escribir en alfabeto latino el nombre de Mao, se puede encontrar escrito como Mao Tse-Tung o como Mao Ze-Dong; las dos formas son aproximaciones, no del todo exactas, a la pronunciación china correcta). Por si esto fuera poco, los escasos hablantes de arameo que existen en la actualidad hablan lenguas derivadas de los dialectos arameos orientales, mientras que la lengua hablada en Palestina en la época de Jesús era un dialecto occidental. Al no existir lenguas modernas derivadas de este dialecto, es todavía más complicado el reconstruir la fonética del arameo del pasado.

Pero aunque pasáramos por alto la elevada incertidumbre acerca de cómo se pronunciarían el latín y el arameo en la Palestina del siglo I, lo cierto es que estas lenguas eran solo dos de las cuatro que convivían allí en aquel momento. Las otras eran el hebreo, lengua de prestigio entre los judíos, y sobre todo el griego, lengua franca en toda la parte oriental del imperio romano. El latín probablemente era sólo utilizado por los soldados romanos entre sí, mientras que la población local emplearía el griego para dirigirse a ellos. Es harto improbable que Jesús supiera latín.

Con esto no quiero decir que Mel Gibson debiera haber rodado su película en griego y arameo, en lugar de latín, sino más bien que es absurdo y caprichoso hacer hablar a unos actores ya de por sí limitados, como Jim Caviezel y Monica Bellucci, en unas lenguas que no conocen, haciendo que sus interpretaciones pierdan la poca verosimilitud que pudieran haber tenido, cuando sus palabras ni siquiera se van a corresponder con la realidad de la época en la que transcurre la película. Claro que lo más divertido del asunto fue ver a cantidad de espectadores de los que no se acercan ni muertos por una sala de versión original porque no soy capaz de ver la imagen y leer subtítulos al mismo tiempo haciendo cola para ver una película ¡en latín! simplemente porque Mel Gibson quiso dárselas de director culto. Cosas veredes.

05 septiembre 2006

Zulo: se deshizo la luz

La última película que he visto en el cine es la española Zulo de Carlos Martín Ferrera, en la que un hombre es encerrado en un habitáculo sin que lleguemos a saber las razones de su secuestro (terrorismo, extorsión económica a la familia, etc.). Lo cierto es que la peli es desagradable y no tiene mayor interés ni contenido narrativo que el que tendría ver como llevan a un cordero al matadero y lo degüellan. Se supone que lo curioso es el experimento narrativo que supone contar una historia con un solo personaje encerrado, pero lo cierto es que hay films más interesantes que parten de esa misma propuesta y que analizo en este otro artículo.

Pero Zulo tiene un pequeño interés para este blog, que es que en un momento de su cautiverio, el personaje arroja su zapato contra la bombilla que proporciona luz a su habitáculo, y esta se rompe y se quema. Seguramente pocos se extrañarán de que la bombilla arda porque lo hemos visto otras veces, pero ¿nos hemos planteado por qué pasa eso?

En primer lugar conviene aclarar que el fenómeno de que una bombilla arda momentáneamente cuando se rompe el cristal que la envuelve no tiene nada que ver con los fuegos de origen eléctrico, que suelen ser debidos a cortocircuitos, un tema que merece más atención y al que le dedicaré una entrada próximamente. La bombilla consiste en un filamento, un hilo, de un elemento químico llamado wolframio, al que se le conoce más popularmente como tungsteno, que alcanza temperaturas muy elevadas cuando pasa la corriente eléctrica por él (que la electricidad produce calor, fenómeno al que se le llama efecto Joule, no es nada extraño, lo vemos todos los días en los hornos eléctricos, tostadoras, secadores de pelo, estufas y radiadores eléctricos, etc.). El wolframio alcanza una temperatura tan alta que la única forma de que no arda es conservarlo en una cápsula sin aire, a la que se llama precisamente bombilla. De ahí que si rompemos el cristal, el wolframio a alta temperatura reacciona con el oxígeno de la atmósfera y arde, mientras que si no se rompe el cristal la bombilla nunca se quemará por mucho que, por cualquier circunstancia, deje de funcionar y digamos que está fundida.

La bombilla, invento patentado, que no descubierto, por Edison, se basa por tanto en la incandescencia, la emisión de luz a altas temperaturas. La mayor parte de energía eléctrica que recibe este tipo de bombilla la va a emplear en calentarse, por lo que su rendimiento es más bajo que el de los otros tipos de lámpara, las fluorescentes, como la del dibujo, cuyo funcionamiento se basa en la emisión de luz cuando se recibe una radiación ultravioleta. Los fluorescentes no arden pero son mucho más complejos (y por lo tanto más caros y menos apropiados para un zulo).

30 agosto 2006

Piratas del Caribe: pros y contras del canibalismo

El canibalismo es el tabú cultural más extendido junto con el incesto; algo lógico, porque comerse a sus congéneres no ayuda precisamente a la propagación de la especie: sólo es una práctica habitual en invertebrados como las mantis religiosas y ciertas especies de arácnidos. En animales vertebrados, es algo antinatural; puede darse en algunos casos, sobre todo en roedores: si la hembra no tiene leche suficiente para amamantar a todas sus crías, opta por tragarse a alguna(s) de ellas para desembarazarse de la prole que no puede criar y al mismo tiempo ingerir proteínas que le servirán para alimentar al resto. Un ejemplo de reciclaje que a nuestros ojos resulta un tanto inquietante, y que el escritor Roald Dahl plasmó en uno de sus brillantes relatos como metáfora de los peligros del matriarcado.

El canibalismo humano se considera algo propio de culturas primitivas, como se ve en la muy políticamente incorrecta escena de los indígenas que van a asar y comerse a Johnny Depp en la secuela de Piratas del Caribe. En el mundo moderno suele darse ante una carencia absoluta de alimento en situaciones límite, como el famoso caso de los supervivientes de los Andes que narraba la película Viven (1993), que no tuvieron más remedio que alimentarse de sus compañeros muertos; también existe la antropofagia como una patología sexual afortunadamente no muy extendida, de la que el cine se ha hecho eco, entre otras, en la película de Marco Ferreri La carne (1991); probablemente habría que situar en este último grupo a sádicos como Vlad Tepes, personaje real en el que se inspiran todas las versiones de Dracula, o al famoso Hannibal Lecter, con cuya probable homosexualidad ya se especulaba en la secuela de El silencio de los corderos, Hannibal (2001), y al que probablemente le da gustirrinín comerse a sus víctimas, siempre masculinas.

En sociedades más primitivas probablemente el canibalismo fuese más frecuente, pero la mayoría de las veces la carne humana no formaba parte ni mucho menos de la dieta habitual, sino que se trataría de casos esporádicos de canibalismo ritual, en el cual los miembros de la tribu comen la carne o beben la sangre del líder o de un gran personaje para imbuirse de su espíritu, tradición que es fácil detectar en el rito del pan y el vino de la misa cristiana. Piratas del Caribe propone este último caso, puesto que la tribu ha tomado a Johnny Depp por la encarnación de un Dios y quieren comérselo. No obstante, la forma poco respetuosa en la que lo asan a la parrilla parece propia no de un ritual, sino del canibalismo meramente alimenticio, algo bastante raro pero que pudo darse en culturas con muy poco acceso a la carne animal.

Y es que, aunque probablemente a los vegetarianos estrictos no les guste oir esto, la mayor parte de los expertos en nutrición desaconsejan una dieta completamente carente de alimentos de origen animal. En sitios de interior donde el pescado no puede llegar, o llega con grandes dificultades, y que no disponen de animales hervíboros, la carne humana llega a convertirse en una opción alimenticia. Los aztecas, uno de los pueblos con mayor fama de haber practicado la antropofagia, no disponían de vacas, ovejas, conejos ni cabras, ni siquiera llamas, a diferencia de los indígenas de América del Sur. Los perros y demás animales carnívoros no son muy útiles, ¿de dónde sacar la carne para alimentarlos? En fin, que hasta para las costumbres más salvajes la antropología es capaz de dar explicaciones lógicas ... eso sí, no muy agradables.

22 agosto 2006

K-Pax: los extraterrestres y sus problemas de transporte

K-Pax era el título de un film de ciencia-ficción de Iain Softley del año 2001, y también el nombre del planeta del que supuestamente venía el protagonista de la película, interpretado por Kevin Spacey. Diciendo estas cosas, no era muy sorprendente que acabase en un psiquiátrico, donde recibía tratamiento por parte de Jeff Bridges, que al principio no cree ni palabra de lo que dice su paciente pero que más adelante empieza a tener sus dudas. Este planteamiento se había dado ya en otras películas, en particular la argentina Hombre mirando al sudeste (Eliseo Subiela, 1986).

El psiquiatra, que tiene unos conocimientos básicos sobre ciencia, le plantea al supuesto alienígena la dificultad que supone viajar a la Tierra desde un planeta tan lejano, puesto que el inevitable Einstein, el hombre más citado en este blog, demostró que la velocidad de la luz es la misma observada desde cualquier punto (algo en principio ilógico para nuestra experiencia, ya que los objetos siempre parecen más rápidos o más lentos en función de si nosotros nos movemos con ellos o en dirección contraria), y segundo y más importante, que es imposible superar esa velocidad, de alrededor de 300.000 kilómetros por segundo en el vacío, demasiado lenta teniendo en cuenta las distancias a recorrer en el espacio.

Pero Kevin Spacey tiene respuesta para todo y matiza que Einstein solamente demostró que no se puede acelerar un vehículo hasta superar la velocidad de la luz, porque llega un momento en el que la energía que se le suministra ya no podría elevar más su velocidad, lo que haría sería aumentar su masa. No obstante, pueden existir vehículos que viajen de por sí a una velocidad superior a la luz. De esa forma, nuestro hombre se trasladaría entre la Tierra y K-pax sin mayor problema.

La película se plantea al menos la cuestión de la velocidad en lugar de saltársela alegremente como suelen hacer las historias de extraterrestres. Pero hay una trampa en el planteamiento de tomar ese super-rayo de luz que viaja a tan alta velocidad: ¿cómo subirse a él? Todos hemos experimentado alguna vez un acelerón o un frenazo en un vehículo; a velocidades pequeñísimas ya es una sacudida molesta, a velocidades un poco más altas supone la muerte del pasajero a menos que lleve un cinturón de seguridad; y estas velocidades siguen siendo ridículas en comparación de la de la luz. Para que Kevin Spacey o cualquier otra forma de vida del tipo que sea, pueda tomar ese rayo de luz sin desintegrarse por el acelerón tan brusco, necesita tomar velocidad de forma muy paulatina, con lo cual volvemos a estar en el punto de partida: no podemos acelerarlo hasta la velocidad de la luz. Nosotros que ya nos veíamos tan felices pasando las vacaciones en K-Pax el año que viene ...

18 agosto 2006

El cliente: inhalando malos humos

Durante los días de incendios, antes de las salvadoras lluvias que estamos teniendo, volvió dramáticamente a la actualidad el tema de la inhalación de humos: por lo general las víctimas mortales de un incendio no mueren porque se abrasen en el fuego, sino que se desvanecen por "tragar" los humos provocados por el incendio y fallecen, o bien asfixiados, o bien carbonizados por estar inconscientes cuando llegan las llamas.

En realidad la combustión, que no es más que la descomposición de un compuesto de carbono en presencia de oxígeno, es una de las reacciones químicas más habituales, sin ir más lejos se produce en nuestro organismo constantemente, es lo que denominamos respirar. Naturalmente, la mayoría de las combustiones no son tan espectaculares como para dar origen a llamas, pero sabiendo que es el mismo proceso, es fácil entender por qué también se producen muertes accidentales en reacciones de combustión sin fuego, como los braseros dentro de las casas, o por qué la inhalación de los gases del tubo de escape de un coche puede ser mortal, como ilustra el comienzo de la película El cliente (Joel Schumacher, 1994), en la que un niño presencia como un hombre se quita la vida introduciendo a través de un tubo los gases de escape en el interior de su coche.

En todos estos casos, lo peligroso son los gases resultados de la descomposición del combustible. No es que estos gases sean tóxicos en el sentido de que el contacto con la piel o los tejidos sea peligroso, como puede ocurrir con productos como la lejía o el ácido sulfúrico; de hecho el dióxido de carbono, CO2, el principal producto de una combustión junto con el vapor de agua, es producido por nuestro propio organismo y atraviesa nuestras vías respiratorias cada segundo. El problema es que una gran cantidad de CO2 en el ambiente nos impide respirar con normalidad, y sobre todo que, cuando algo se quema, además de dióxido de carbono hay otras sustancias.

En una combustión perfecta los únicos gases resultantes serían el mencionado CO2 y el inofensivo vapor de agua, pero por lo general los combustibles, sobre todo los derivados del petróleo, tienen muchas partículas metálicas que no arden y que generan gases que sí son directamente dañinos para el organismo. Además muchas moléculas de combustible, si no hay la suficiente cantidad de oxígeno, sufren una combustión incompleta, en la que se genera monóxido, en lugar de dióxido, de carbono (es este compuesto el que hace que el humo sea negro, el humo de una combustión perfecta sería blanco, como la fumata blanca cuando hay nuevo Papa). El monóxido de carbono, o CO, es dañino por un "defecto" de nuestra sangre, ya que la hemoglobina se adhiere mejor al CO que al oxígeno, con lo cual la exposición a este compuesto evita que el oxígeno llegue a nuestras células, causando al principio dolores de cabeza, luego desvanecimientos, y con el tiempo, si nadie lo evita, la muerte; la solución es tan simple como ventilar, o administrar oxígeno puro si la ingestión de CO ha sido ya importante.

14 agosto 2006

Aeropuerto 75: el avión agujereado

Ahora que con Poseidón, el remake de La aventura del Poseidón (1972), vuelven a estar de actualidad las películas catastrofistas de los años 70, es divertido ver en ellas gazapos científicos tan desvergonzados que resultan (o no) difíciles de concebir en el cine de hoy en día, donde la inocencia del espectador ha pasado a la historia (o no, nuevamente). El caso es que Aeropuerto 75 (de 1974, curiosamente), una de las secuelas de la famosa saga de accidentes aéreos que hizo las delicias del público de esa década, se basa en la delirante premisa de un avión que, tras sufrir un accidente que ha creado un agujero de grandes dimensiones en la sala de mandos, dejando fuera de juego al piloto y al copiloto, debe ser conducido por una torpona azafata.

Los aviones de pasajeros suelen volar a una altura de unos 10.000 metros, a la cual tanto la temperatura como la presión del aire son muy bajas. Que la presión sea baja quiere decir que hay muy poca cantidad de aire, desde luego no la suficiente para que los humanos podamos respirar. El avión, por tanto, es un bunker herméticamente cerrado y presurizado para que en su interior tengamos la misma presión de aire que en tierra; como nada es perfecto y siempre existe una pequeña diferencia de presión, se recomienda mascar chicle para evitar molestias en los tímpanos, la parte del cuerpo más sensible, en el momento del aterrizaje, el más delicado porque la presión exterior está variando continuamente al ir descendiendo. Si la despresurización es más grave, existen, como todos sabemos, mascarillas de oxígeno encima de los asientos para que podamos respirar normalmente.

¿Qué ocurre si una ventanilla se rompe, o si se abre un boquete en la cabina como en esta película? Pues que las moléculas de aire, que están sometidas a una presión mucho más alta dentro que fuera del avión, están encantadas de poder escapar de éste en el momento en que tienen oportunidad, y salen a toda velocidad al exterior donde se encuentran mucho más cómodas porque la cantidad de aire es muchísimo menor. Esta salida masiva de aire provoca un auténtico tornado en el interior del avión, cuya fuerza puede arrastrar al exterior a objetos, o incluso a personas si el agujero es lo suficientemente grande.

Nadie, ni una azafata ni el piloto más experto del mundo, puede respirar sin mascarilla en una cabina en la que todo el aire habrá escapado por el agujero, ni siquiera habría viento que hiciera ondear su melena, como se ve en la película. Además necesitaría un abrigo porque la temperatura es de muchos grados bajo cero.

Problemas similares al de los aviones se los encuentran los alpinistas, que suelen necesitar la ayuda de bombonas de oxígeno para subir a grandes alturas, o en la recién acabada línea ferroviaria de mayor altitud del mundo entre China y el Tibet, cuyos vagones también se encuentran convenientemente presurizados, y apostaría que dotados con cristales dobles a prueba de impactos: un viaje poco recomendable para claustrofóbicos.

27 julio 2006

Mars attacks: la desintegración no es tan fácil

Mars Attacks era un homenaje / parodia a la ciencia-ficción de serie B llevado a cabo por el famoso director Tim Burton en 1996. Unos marcianitos bajos y cabezones se dedicaban a cargarse a todo bicho viviente a base de una pistola lanzallamas que no dejaba ni rastro de los terrícolas.

Pues bien, vamos a tratar de ese tópico de las películas de ciencia-ficción, la desintegración. ¿Qué posibilidades hay de reducir a una persona o un objeto a la nada más absoluta? La ley de conservación de la masa nos dice que ninguna, y también el proceso que hace que un cuerpo se queme; la combustión es una reacción química en la que los reactivos son algún compuesto de carbono y el oxígeno atmosférico, y los productos dióxido de carbono más vapor de agua. Una pistola desintegradora no puede basarse en la combustión, porque ésta produce humo (el dióxido de carbono y el vapor de agua) y además muchos restos de materiales que no contienen carbono y por lo tanto no pueden quemarse, dando origen a cenizas.

Existe otra posibilidad que no deja restos sólidos, que sería conseguir directamente la sublimación, el paso de estado sólido a gas de forma directa, sin pasar por la fusión intermedia a estado líquido; ya hablamos de que la niebla en el cine se produce por la sublimación del dióxido de carbono. El problema es que este proceso sólo puede darse a una presión determinada, llamada presión de sublimación, que es distinta para cada sólido. Pero los seres humanos desde luego no podemos sublimar a presión atmosférica, tendríamos que fundirnos, pasar a líquido y más tarde evaporarnos.

¿Es entonces imposible la desintegración instantánea? No, no lo es: nuestro amigo Einstein (claro que sí, ¿se pensaban que hoy no íbamos a hablar de él?) demostró que podemos saltarnos la ley de conservación de la masa transformando a esta última directamente en energía mediante la mítica ecuación (perdón por incumplir una de las normas del blog y poner una fórmula) E = m · c^2, siendo c la velocidad de la luz en el vacío. Es lo que ocurre sin ir más lejos en las bombas atómicas, y de ahí que sea poco práctico, porque, si una bomba atómica produce efectos tan devastadores por la energía desprendida debido a la desintegración de pequeñísimas partículas en la escisión en dos de un núcleo de uranio, sería incalculable el efecto de la desintegración, no de partes de un núcleo, sino de todos los núcleos completos de las átomos que componen un ser humano de 70 kg de peso. Los efectos de la onda expansiva se cargarían a media humanidad ... y a media marcianidad también, salvo que dispusieran de una tecnología capaz de permitirles aguantar semejante bomba. Si pueden con eso, entonces sí que habría que temerles.