29 octubre 2007

eXistenZ: ¿qué fue de la realidad virtual?

La historia de los fracasos de la tecnología puede ser tan instructiva como la de sus éxitos. A todos nos suena familiar haber oído hablar de alguna innovación que supuestamente iba a cambiar nuestra vida y que todo el mundo olvidó en unos pocos años. En mi opinión (que nadie tiene por qué compartir) el mayor fracaso de la tecnología en el siglo XX, comparando las expectativas surgidas con los resultados finales, fue la energía nuclear. Otro fiasquillo menos sonado fue el Laser Disc, que hoy nadie recordará ni mucho menos planteará como posible alternativa al arrasador DVD; y creo que se podría añadir a la lista una forma de ocio que hace unos quince años, justo antes del boom de Internet, se anunciaba a bombo y platillo: la realidad virtual. Los medios de comunicación nos vendían en los primeros años 90 la imagen de gente provista de guantes y gafas que les permitían vivir fantasías y habitar mundos virtuales . El cine le sacó partido en una serie B basada en un relato de Stephen King, El cortador de césped, y también se jugaba con esa idea en la famosísima Matrix, en la que toda la humanidad estaba viviendo una existencia virtual mientras permanecía en estado vegetativo.

Tal vez este tipo de realidad virtual llegue a desarrollarse en el futuro, pero en todo caso por ahora lo está haciendo a una velocidad mucho más lenta de lo que nos habían dicho. La razón es muy sencilla: se trata de una tecnología muy cara en comparación con otra realidad virtual a la que algunos llaman no inmersiva, porque no necesita cascos, gafas ni trajes, y que no es otra que Internet. Ahora mismo está usted leyendo un cuaderno virtual y a continuación navegará por una comunidad virtual, es decir, un portal de Internet, o se meterá en un chat lleno de habitaciones virtuales. Es posible que, cuando esta realidad virtual "light" deje de ser una novedad, la evolución lógica camine hacia una tecnología cada vez más envolvente y aislante de la realidad (¿o deberíamos decir de la otra realidad?). El caso más extremo lo planteaba eXistenZ, un film de David Cronenberg de 1999, que junto con mi película favorita, Videodrome (1983), del mismo autor, constituye un ambiguo, complejo y más que interesante díptico sobre la relación entre tecnología y sociedad. eXistenZ hablaba de un juego virtual al que había que conectarse físicamente, es decir, el hardware se introducía en el organismo de los participantes a través de un biopuerto; el jugador no sólo podía interactuar con elementos virtuales sino también con los otros participantes, toda una evolución de los foros, comunidades y juegos on line que existen ahora. El tiempo dirá si eXistenZ, película que todo interesado en la tecnología debería ver, es una obra visionaria o no; hasta el momento Virtual boy, un intento de realidad virtual envolvente desarrollado hace años por Nintendo, fue un fracaso comercial, pero eso no quiere decir que la idea no pueda ser actualizada y recuperada en el futuro.

16 octubre 2007

Hace un millón de años y 2001: tecnología prehistórica

Hace un millón de años es el título de una serie B de importante éxito de taquilla en los años 60 que convirtió en estrella y sex-symbol a Raquel Welch. Se trataba de una especie de peplum que se remontaba mucho más atrás en el tiempo y cambiaba la antigüedad clásica por la edad de piedra. La verosimilitud científica no era precisamente la mayor preocupación de sus guionistas, que mostraban alegremente a seres humanos luchando con dinosaurios, unas especies separadas por 65 millones de años.

Retrocediendo un millón de años en el tiempo la primera duda que surge es la de si podemos llamar humanos a los antepasados nuestros que poblaban la Tierra en ese momento. Nuestra especie, el homo sapiens sapiens tiene aproximadamente 250.000 años de antigüedad según los antropólogos mientras que el género homo se distingue del resto de los primates desde hace unos dos millones. Entre esas dos fechas es complicado marcar el momento en el que la inteligencia de los homínidos se hace lo suficientemente compleja para considerarlos seres racionales. 2001 una odisea del espacio, de la que ya hablamos en una de las primeras entradas del blog, abordaba en su parte inicial este momento del origen del hombre, asociando la condición de humano al uso de herramientas. La famosa elipsis de cientos de miles de años entre el hueso que vuela por el aire y la nave espacial que surca el espacio es acertada en el sentido de que tanto una cosa como la otra son tecnología, de la más primitiva a la más avanzada. No obstante, los científicos se han encontrado con que la capacidad de transformar los recursos naturales en herramientas no es exclusiva de los humanos. Otras especies de primates, especialmente los chimpances, son capaces de emplear utensilios, generalmente para alimentarse, e incluso de crearlos a partir de ramas, piedras y demás elementos de su medio natural. Por lo tanto no es correcta la asociación de la película entre historia del hombre e historia de la tecnología, puesto que esta última nos precede.

Otro aspecto muy enigmático del origen de nuestra especie es que no seamos los únicos seres racionales que hayan existido. Aunque se trate de un aspecto discutido y controvertido, en parte porque representa un fuerte golpe al concepto tradicional del humano como especie única y singular, el famoso hombre de Neanderthal parece haber sido una especie diferente al homo sapiens que convivió con éste y que se extinguió por razones desconocidas. Así pues nuestros antepasados podían ver vida inteligente a su alrededor distinta de ellos mismos y sin tener que soñar con seres extraterrestres. Sería muy interesante saber cómo fue la relación entre las dos especies y si los neanderthalensis fueron conscientes de su extinción, de su particular fin del mundo. Hay científicos que piensan que no desaparecieron sino que su ADN se acabó mezclando con el de los sapiens porque la diferencia entre las especies no era lo suficientemente fuerte como para impedirlo.

Pocas películas se adentran en estos principios de la humanidad por el reto que supone plantear una historia sin más diálogos que unos cuantos gruñidos. Una de las excepciones es En busca del fuego (1982), que trata del viaje de una tribu en busca de una hoguera que no se extinga y que, de forma más verosímil que Hace un millón de años, introduce en la historia animales que sí convivieron con el hombre como mamuts o tigres de dientes de sable; estos últimos poblaron y dominaron al parecer en otros tiempos el territorio que hoy ocupa Madrid.