En un día como hoy es casi obligado hablar de la película recientemente estrenada Natividad y del punto de vista que ofrece la ciencia sobre la estrella de Belén y las señales que avisaron en el cielo de tamaño acontecimiento.
En primer lugar, como muchos lectores ya sabrán, la fecha de la Navidad se escogió coincidiendo con las antiguas celebraciones paganas del solsticio de invierno, la noche más larga del año, pero Jesucristo no nacio en diciembre, y menos aún en el año cero de nuestra era. Esto último, por la indiscutible razón de que no existe el año cero: cuando en el siglo VI se hizo la cuenta de la vieja para establecer cuanto tiempo había pasado desde el nacimiento de Cristo y crear el calendario occidental, el año 1 d.C. se colocó inmediatamente después del 1 a.C., puesto que el cero es un "invento" posterior, no existía en los números romanos, y no entraría en Occidente a través de los árabes (los cuales a su vez lo tomaron de los indios) hasta siglos más tarde. Para más inri, al monje encargado de contar los años sumando el tiempo de gobierno de los distintos emperadores romanos se le olvidó tener en cuenta los cuatro años en los que el emperador Cesar Augusto utilizó su nombre de pila, Octavio, por lo que el nacimiento de Cristo debio de ocurrir alrededor del año 5 antes de nuestra era. Tiene que ser así, puesto que Herodes el Grande, mandatario en la región judía durante el nacimiento de Jesús y responsable de la matanza de los inocentes, murio en el año 4 a.C. Además, según los evangelios, la natividad o navidad se produjo en la época en la que los pastores vigilaban sus rebaños en las montañas, por lo que no pudo ocurrir en diciembre, sino más bien hacia marzo o abril.
De hacer caso a la leyenda, durante esos días un fenómeno celeste, conocido como la Estrella de Belén, alertó a unos magos (debemos entenderlo como astrónomos) babilonios de que había nacido un rey entre los judíos. La señal les guió desde el cielo en su camino hasta Belén y se detuvo justo encima del pesebre en el que había nacido el hijo de Maria. Esta última parte sólo puede entenderse, fuera de la fe en lo sobrenatural, como leyenda, puesto que ningún cuerpo ni fenómeno celeste se "detiene" en ningún sitio. Pero muchos astrónomos sí consideran que en fechas próximas al nacimiento de Cristo ocurrieron fenómenos curiosos en el cielo que, en una época en que no existía frontera entre ciencia y superstición, pudieron interpretarse como señales de un acontecimiento.
En el año 7 a.C. los astrónomos de la época registraron una conjunción triple de Júpiter y Saturno. Una conjunción de planetas consiste en que, por las posiciones de sus órbitas y de la órbita de la Tierra en ese momento, los planetas, vistos desde la Tierra, parecen avanzar el uno hacia el otro hasta tocarse. Triple conjunción quiere decir que después de tocarse, uno de los planetas retrocede para volver a avanzar y volver a tocar al otro, y que esto se repite una tercera vez. No es un fenómeno excesivamente inusual, pero además en torno al 5 a.C. astrónomos chinos registraron una nova, una luz en el cielo mucho menor que la producida por una supernova. Una nova tiene lugar cuando en un sistema doble (dos estrellas que giran en torno al mismo punto como si estuvieran unidas por un eje), una estrella se expande y le cede masa a la otra. Esa masa va a provocar una muy energética reacción de fusión nuclear produciendo un destello o nova visible desde la Tierra.
Ninguno de estos dos fenómenos por sí solo sería raro, pero tal vez el estar los dos próximos en el tiempo, produciéndose además la triple conjunción de planetas en la constelación de Piscis, que, según la manera en la que ciencia y profecía se mezclaban en esa época, estaba asociada al pueblo hebreo, pudo hacer que los sabios de la época leyeran en el cielo que había nacido un rey entre los judíos.
Aunque estos fenómenos celestes pudieron calentar la imaginación de los astrónomos en esa época, lo cierto es que el espacio ofrece misterios más espectaculares. Por ejemplo el de Tunguska, localidad siberiana arrasada en 1908 por una extraña detonación aérea, se piensa que la de un cometa, tan energética que causó que no hubiera noche durante varios días en la mayor parte de Europa, puesto que el cielo nocturno era casi tan brillante como el diurno. Prueba de la escasa divulgación de este singular fenómeno es que no exista película ni leyenda alguna que le haya buscado explicación. Lo que hubieran escrito los evangelistas a partir de algo así ...
De hacer caso a la leyenda, durante esos días un fenómeno celeste, conocido como la Estrella de Belén, alertó a unos magos (debemos entenderlo como astrónomos) babilonios de que había nacido un rey entre los judíos. La señal les guió desde el cielo en su camino hasta Belén y se detuvo justo encima del pesebre en el que había nacido el hijo de Maria. Esta última parte sólo puede entenderse, fuera de la fe en lo sobrenatural, como leyenda, puesto que ningún cuerpo ni fenómeno celeste se "detiene" en ningún sitio. Pero muchos astrónomos sí consideran que en fechas próximas al nacimiento de Cristo ocurrieron fenómenos curiosos en el cielo que, en una época en que no existía frontera entre ciencia y superstición, pudieron interpretarse como señales de un acontecimiento.
En el año 7 a.C. los astrónomos de la época registraron una conjunción triple de Júpiter y Saturno. Una conjunción de planetas consiste en que, por las posiciones de sus órbitas y de la órbita de la Tierra en ese momento, los planetas, vistos desde la Tierra, parecen avanzar el uno hacia el otro hasta tocarse. Triple conjunción quiere decir que después de tocarse, uno de los planetas retrocede para volver a avanzar y volver a tocar al otro, y que esto se repite una tercera vez. No es un fenómeno excesivamente inusual, pero además en torno al 5 a.C. astrónomos chinos registraron una nova, una luz en el cielo mucho menor que la producida por una supernova. Una nova tiene lugar cuando en un sistema doble (dos estrellas que giran en torno al mismo punto como si estuvieran unidas por un eje), una estrella se expande y le cede masa a la otra. Esa masa va a provocar una muy energética reacción de fusión nuclear produciendo un destello o nova visible desde la Tierra.
Ninguno de estos dos fenómenos por sí solo sería raro, pero tal vez el estar los dos próximos en el tiempo, produciéndose además la triple conjunción de planetas en la constelación de Piscis, que, según la manera en la que ciencia y profecía se mezclaban en esa época, estaba asociada al pueblo hebreo, pudo hacer que los sabios de la época leyeran en el cielo que había nacido un rey entre los judíos.
Aunque estos fenómenos celestes pudieron calentar la imaginación de los astrónomos en esa época, lo cierto es que el espacio ofrece misterios más espectaculares. Por ejemplo el de Tunguska, localidad siberiana arrasada en 1908 por una extraña detonación aérea, se piensa que la de un cometa, tan energética que causó que no hubiera noche durante varios días en la mayor parte de Europa, puesto que el cielo nocturno era casi tan brillante como el diurno. Prueba de la escasa divulgación de este singular fenómeno es que no exista película ni leyenda alguna que le haya buscado explicación. Lo que hubieran escrito los evangelistas a partir de algo así ...