El tópico de la cantante de ópera, o en este caso del niño chillón, que rompen vasos al dar una nota aguda es uno de los ejemplos más famosos de resonancia. Se trata de un fenómeno físico muy espectacular que puede destruir no sólo un cuerpo frágil como el cristal, sino también estructuras tan robustas como puentes, coches o edificios. Aunque un cuerpo no esté vibrando aparentemente, siempre se puede considerar que está sometido a una minúscula vibración cuya frecuencia (el número de veces que vibra durante un tiempo determinado) recibe el nombre de frecuencia natural del sistema. Cuando una onda, en este caso sonora, incide sobre el cuerpo, esto va a generar una vibración, que será más o menos intensa dependiendo de la frecuencia de la onda incidente. La máxima intensidad se va a producir cuando dicha frecuencia coincida con la natural del sistema, como ocurre con el vaso de cristal y la voz muy aguda: entonces la amplitud de la vibración que se genera se hace enorme y el sistema entra en resonancia.
Normalmente la resonancia es algo que se busca evitar a toda costa en las construcciones para que no se vengan abajo. Un grupo de personas caminando todas al mismo paso podrían tirar un puente al generar una frecuencia igual a la natural de la estructura. Sin embargo, a veces la resonancia se busca a propósito: por ejemplo, en las bandas de seguridad de los márgenes de las carreteras, que tienen una frecuencia natural semejante a la de un coche a velocidad normal, por lo que provocan que las ruedas entren en resonancia y vibren cuando les pasan por encima. También se puede utilizar la resonancia para la demolición de edificios sin recurrir a los explosivos ... y el niño de la película la empleaba para que le dejaran tocar su tambor de hojalata.