23 octubre 2008

Hombres invisibles

Tal vez los lectores del blog hayan oído hablar en los últimos tiempos en la prensa acerca de la posibilidad real de conseguir ser invisible y les habrá entrado la curiosidad. A mi también, así que me he puesto a investigar un poquillo sobre el tema.

La invisibilidad no es ni mucho menos imposible ni sobrenatural; el aire y muchos gases son invisibles. Si recordamos un principio básico de la física, cuando una onda (como la luz) incide sobre un cuerpo, éste puede hacer tres cosas: absorberla, dejarla pasar o reflejarla. En realidad un objeto es visible sólo cuando es opaco, es decir, cuando absorbe la luz que recibe. Ahora bien, si un objeto refleja la luz, como el cristal, aunque en realidad no lo estemos viendo sí notamos su presencia porque nos vemos a nosotros mismos. Por lo tanto la invisibilidad consiste en dejar pasar la luz, como hace el gas, sin absorberla ni tampoco reflejarla. ¿Cómo podemos lograr esto con un objeto sólido, como nuestro propio cuerpo?

Pues existen unos ciertos metamateriales que tienen esa propiedad: los rayos de luz no penetran en ellos ni tampoco se reflejan, los rodean como hace el agua con una piedra que sobresale en mitad de un río. Al parecer esto está en función de la frecuencia de la luz (recordemos que la luz visible es sólo una pequeña franja de frecuencias de todo el espectro electromagnético) y de la proximidad; sólo los objetos más próximos al material logran volverse invisibles. Así que parece que cubriéndonos por entero de metamateriales, este traje podría hacernos invisibles pero por ahora esta técnica está todavía muy en pañales.

Lo cierto es que el cine no ha acertado mucho al hablar de líquidos o pastillas de una fórmula misteriosa que ingeridos provocan la invisibilidad, que es lo típico en las películas de hombres invisibles. Al parecer sólo se ha acercado a la realidad la mujer invisible de los cuatro fantásticos, que repele la luz a su alrededor creando un campo de fuerzas. Aunque tendría que ser un campo de fuerzas realmente potente para curvar de esa forma los rayos de luz, esta curvatura es posible de acuerdo con la teoría de la relatividad.

Una puntualización importante es que un hombre completamente invisible tendría que ser ciego, porque sus ojos no podrían absorber la luz. Al parecer el libro de H. G. Wells en el que se basa la película clásica del hombre invisible se había planteado ya este problema, y matizaba que las retinas de los ojos del hombre invisible sí podían verse.

Existe un truco más sencillo para lograr una aparente invisibilidad mediante un juego de espejos que hace que veamos lo que está detrás de un objeto como si estuviera delante del mismo. Los ilusionistas saben mucho de esto; con la versión moderna de este truco, es decir, empleando videocámaras en lugar de espejos, se consiguen resultados bastante aparentes, como podemos ver en este video:



12 octubre 2008

Lobotomizados

Se suele decir de alguien que está lobotomizado como sinónimo de tener escasas luces o de estar alienado y no molestarse en desarrollar opiniones propias. Al igual que tener un encefalograma plano, que significa exactamente lo mismo, se trata de uno de los términos del mundo de la medicina que han pasado al lenguaje común. Y de hecho, la lobotomía ya no existe más que en este sentido figurado, puesto que no se practica desde el año 1967.

Aunque la idea general acerca de la lobotomía es que consiste en la amputación de parte del cerebro, en realidad se trata solamente de eliminar las conexiones nerviosas entre las distintas partes del mismo. Sin embargo este término acabó utilizándose en lugar de lobectomía, que es como se designa correctamente a la extirpación total o parcial de los lóbulos frontales.

La lobotomía se hizo enormemente popular como panacea para resolver todo tipo de problemas psiquiátricos a raíz de su éxito con dos presos muy conflictivos en una cárcel portuguesa durante los años 30 del siglo pasado; tras la intervención quirúrgica, los convictos se mostraban mucho más tranquilos . El neurólogo Walter Freeman estudió este caso y decidió simplificar la complicada operación con la ayuda de un simple cincel que introducía justo encima de los ojos del enfermo para cortar las conexiones nerviosas de su cerebro. Este rápido y escalofriante procedimiento se aplicó en masa durante los años 40 hasta que en la década siguiente empezó a cuestionarse su eficacia.

Al parecer los estudios que apoyaban su uso estaban realizados por el mismo equipo de personas que aplicaba el procedimiento, algo muy poco científico. Y al pasar el tiempo se demostró además que un porcentaje alto de los lobotomizados no mejoraba su situación o incluso la empeoraba, por lo que se empezaron a escuchar cada vez más voces contrarias a la lobotomía, que acabaría por desaparecer con la aparición de los fármacos antipsicóticos.

Precisamente porque su hermana había sido víctima de esta operación, Tennessee Williams se inspiró en su caso para escribir su obra, llevada en pocos años al cine, De repente el último verano. La película planteaba si estos tratamientos psiquiátricos tan extremos se hacían por conveniencia del enfermo o por la de sus familiares y la sociedad en general. Estas mismas cuestiones surgieron también en Alguien voló sobre el nido del cuco, donde Jack Nicholson era lobotomizado para impedir una rebelión en el hospital donde se encontraba recluido.

Otra presunta víctima de la lobotomía bastante célebre fue la actriz norteamericana Frances Farmer; en su caso, por tratarse de una activista de izquierdas, surgen todavía más dudas acerca de si su internamiento psiquiátrico y su supuesta lobotomización, que nunca ha podido ser confirmada, se debió a cuestiones de salud mental o a intereses políticos. Existe una película sobre su vida, Frances, protagonizada por Jessica Lange, y además el músico Kurt Cobain estaba especialmente interesado en este personaje: le dedicó una canción, Frances Farmer will have her revenge on Seattle (Frances Farmer se vengará de Seattle) y además llamó Frances a su hija.