Además estamos también en los últimos días del año. Es también cultura general que un año es el periodo que tarda la Tierra en dar una vuelta al sol, mientras que un día es el tiempo que nuestra planeta emplea en girar en torno a sí mismo, un movimiento que es aproximadamente 365 veces más rápido, y de ahí que ese sea el número de días que tiene un año. Más o menos, porque la relación entre los dos periodos no es un número entero, el valor real es algo mayor que 365, aproximadamente 365,25 y de ahí que cada cuatro años el desfase sea de un día y surja un año bisiesto. Pero tampoco esa cantidad es exacta, y de ahí que de cada veinticinco años que deberían ser bisiestos uno no lo sea, que es el del comienzo de cada siglo; pero eso volvería a producir un pequeño desfase, por lo que uno de cada cuatro principios de siglo sí debe ser bisiesto. Que lio. Es decir, los años 1700, 1800 y 1900 no fueron bisiestos y sin embargo 2000 sí. 2400 volverá a ser bisiesto, a diferencia de 2100, 2200 y 2300. Si la humanidad consigue durar lo suficiente, seguramente volverán a ser necesarias otras modificaciones en los años bisiestos para conseguir un ajuste más perfecto.Como sabemos, más imperfecta todavía es la cuestión de los meses; para tener un buen correspondiente científico, un mes debería ser el periodo de un ciclo lunar, que como es bien conocido consta de cuatro fases: luna nueva, luna llena, cuarto creciente y cuarto menguante. Cada una de esas fases dura una semana por lo que un mes perfecto debería tener cuatro semanas; sin embargo de esa forma no conseguimos un número exacto de meses al año, por lo que llevamos a cabo ese curioso reparto de meses de 30, 31 y 28 días. Los judíos y musulmanes sí siguen meses lunares pero tampoco esto es la panacea, puesto que los ciclos de la luna no son completamente regulares por lo que es necesario introducir ajustes como en el caso de los años bisiestos.
Una última curiosidad: los días de la semana llevan los nombres de l
a Luna, Marte, Mercurio, Júpiter y Venus, es decir, los cuerpos celestes visibles desde la tierra. Esto es así en todas las lenguas europeas (en las germánicas sustituyen a los dioses romanos que dan nombre a los planetas por los de su mitología) salvo en portugués, donde no se complican la vida y les llaman sencillamente segunda-feira, terça-feira, quarta-feira, etc.













































