El famoso director
Tim Burton tuvo un considerable éxito en 2005 con
Charlie y la fábrica de chocolate, una adaptación del gran escritor
Roald Dahl. Los que la hayan visto saben que trata sobre cinco niños que son invitados a visitar la fábrica de chocolate del excéntrico millonario Willy Wonka, una especie de parodia de
Michael Jackson. En la película se retrata al dueño de la fábrica como un empresario imaginativo y audaz en la investigación de nuevas (y delirantes) tecnologías, pero ni Roald Dahl ni Tim Burton llegaron a sospechar que un Willy Wonka real podría encontrar una forma de no pagar recibo de la luz y procurarse él mismo la energía necesaria para su empresa a partir del chocolate.
El gran problema energético mundial es que aún no se conocen formas eficientes de producir grandes cantidades de electricidad sin recurrir a los procesos de combustión (quemar carbón, petróleo u otros combustibles) que producen
efecto invernadero y residuos tóxicos que se vierten a la atmósfera. Bueno, sí se conoce una energía limpia de bastante uso, la hidroeléctrica, pero tiene el problema de que no hay los suficientes ríos caudalosos y con saltos de agua para no tener que depender de otras energías. Al quemar el combustible se genera calor, el calor se emplea para hervir agua y transformarla en vapor a alta presión, y la fuerza de este vapor mueve grandes turbinas que están conectadas con
generadores, máquinas capaces de transformar el movimiento giratorio en electricidad. Así funcionan las centrales térmicas y nucleares que producen la electricidad que consumimos en casa.
Existen otras energías alternativas menos

contaminantes, y la que más está dando que hablar en los últimos tiempos es la
pila de hidrógeno o
pila de combustible. A pesar de su nombre, su gran ventaja consiste precisamente en que no hay reacción de combustión en ella, sino que funciona separando los elementos del átomo más sencillo que existe, el hidrógeno. Una membrana deja pasar los
protones del hidrógeno, pero no los
electrones, que una vez separados pueden recorrer un circuito produciendo electricidad (puesto que ésta no es más que el movimiento de electrones por un material conductor). Una vez aprovechada la electricidad, los electrones vuelven a juntarse con los protones y con el oxígeno del aire para reaccionar, con ayuda de un
catalizador, formando agua. De esta forma hemos obtenido energía produciendo vapor de agua como único residuo, en lugar de los gases tóxicos que resultan de quemar carbón o petróleo.
¿Pero de donde sacamos hidrógeno en grandes cantidades si el aire sólo contiene oxígeno y nitrógeno? Ahí es donde puede entrar el chocolate; unos científicos del Reino Unido alimentaron a un cierto tipo de bacterias con restos de turrón, caramelo y otros dulces: los microorganismos consumieron el azúcar y produjeron hidrógeno.

El problema de estas pilas de combustible es que su coste de fabricación es muy alto y generan sólo pequeñas cantidades de electricidad, aunque cada vez la tecnología permite un coste más bajo y ya se experimenta con vehículos impulsados con este tipo de energía. Si se pudieran producir grandes cantidades de hidrógeno por medio de bacterias que comen chocolate .... que descanso para los pobres umpa-lumpas de la película.