Mars Attacks era un homenaje / parodia a la ciencia-ficción de serie B
llevado a cabo por el famoso director Tim Burton en 1996. Unos marcianitos bajos y cabezones se dedicaban a cargarse a todo bicho viviente a base de una pistola lanzallamas que no dejaba ni rastro de los terrícolas.
Pues bien, vamos a tratar de ese tópico de las películas de ciencia-ficción, la desintegración. ¿Qué posibilidades hay de reducir a una persona o un objeto a la nada más absoluta? La ley de conservación de la masa nos dice que ninguna, y también el proceso que hace que un cuerpo se queme; la combustión es una reacción química en la que los reactivos son algún compuesto de carbono y el oxígeno atmosférico, y los productos dióxido de carbono más vapor de agua. Una pistola desintegradora no puede basarse en la combustión, porque ésta produce humo (el dióxido de carbono y el vapor de agua) y además muchos restos de materiales que no contienen carbono y por lo tanto no pueden quemarse, dando origen a cenizas.
Existe otra posibilidad que no deja
restos sólidos, que sería conseguir directamente la sublimación, el paso de estado sólido a gas de forma directa, sin pasar por la fusión intermedia a estado líquido; ya hablamos de que la niebla en el cine se produce por la sublimación del dióxido de carbono. El problema es que este proceso sólo puede darse a una presión determinada, llamada presión de sublimación, que es distinta para cada sólido. Pero los seres humanos desde luego no podemos sublimar a presión atmosférica, tendríamos que fundirnos, pasar a líquido y más tarde evaporarnos.
¿Es entonces imposible la desintegración instantánea? No, no lo es: nuestro amigo Einstein (claro que sí, ¿se pensaban que hoy no íbamos a hablar de él?) demostró que podemos saltarnos la ley de conservación de la masa transformando a esta última directamente en energía mediante la mítica ecuación (perdón por incumplir una de las normas del blog y poner una fórmula) E = m · c^2, siendo c la velocidad de la luz en el vacío. Es lo que ocurre sin ir más lejos en las bombas atómicas, y de ahí que sea poco práctico, porque, si una bomba atómica produce efectos tan devastadores por la energía desprendida debido a la desintegración de pequeñísimas partículas en la escisión en dos de un núcleo de uranio, sería incalculable el efecto de la desintegración, no de partes de un núcleo, sino de todos los núcleos completos de las átomos que componen un ser humano de 70 kg de peso. Los efectos de la onda expansiva se cargarían a media humanidad ... y a media marcianidad también, salvo que dispusieran de una tecnología capaz de permitirles aguantar semejante bomba. Si pueden con eso, entonces sí que habría que temerles.

Pues bien, vamos a tratar de ese tópico de las películas de ciencia-ficción, la desintegración. ¿Qué posibilidades hay de reducir a una persona o un objeto a la nada más absoluta? La ley de conservación de la masa nos dice que ninguna, y también el proceso que hace que un cuerpo se queme; la combustión es una reacción química en la que los reactivos son algún compuesto de carbono y el oxígeno atmosférico, y los productos dióxido de carbono más vapor de agua. Una pistola desintegradora no puede basarse en la combustión, porque ésta produce humo (el dióxido de carbono y el vapor de agua) y además muchos restos de materiales que no contienen carbono y por lo tanto no pueden quemarse, dando origen a cenizas.
Existe otra posibilidad que no deja

¿Es entonces imposible la desintegración instantánea? No, no lo es: nuestro amigo Einstein (claro que sí, ¿se pensaban que hoy no íbamos a hablar de él?) demostró que podemos saltarnos la ley de conservación de la masa transformando a esta última directamente en energía mediante la mítica ecuación (perdón por incumplir una de las normas del blog y poner una fórmula) E = m · c^2, siendo c la velocidad de la luz en el vacío. Es lo que ocurre sin ir más lejos en las bombas atómicas, y de ahí que sea poco práctico, porque, si una bomba atómica produce efectos tan devastadores por la energía desprendida debido a la desintegración de pequeñísimas partículas en la escisión en dos de un núcleo de uranio, sería incalculable el efecto de la desintegración, no de partes de un núcleo, sino de todos los núcleos completos de las átomos que componen un ser humano de 70 kg de peso. Los efectos de la onda expansiva se cargarían a media humanidad ... y a media marcianidad también, salvo que dispusieran de una tecnología capaz de permitirles aguantar semejante bomba. Si pueden con eso, entonces sí que habría que temerles.