26 febrero 2008

Savage Grace: mitos y realidades respecto al incesto

En Savage Grace, que está o al menos estuvo en cartel hasta hace poco en nuestro país, Julianne Moore interpretaba a una madre un tanto inestable emocionalmente cuya relación con su hijo puede calificarse de enfermiza. Tras ser abandonada por su marido, el desequilibrio de la protagonista va a más y la lleva primero a compartir amantes con su hijo y más tarde a tener relaciones sexuales directas con él. Aunque sé que existe otra película con la misma temática protagonizada por Isabelle Huppert, la actriz de guardia para este tipo de papeles extremos, servidor nunca había visto el incesto mostrado de forma tan gráfica en el cine, pero parece que la distribuidora no ha sabido aprovechar el potencial escandaloso de una película que tampoco tiene muchos más valores que ofrecer y que ha pasado muy desapercibida.

El incesto es, ex aequo con el canibalismo, el mayor tabú en nuestra cultura y en casi todas aunque, como ocurre igualmente con la antropofagia, existen excepciones en lugares y momentos concretos de la historia, como el antiguo Egipto, en el que los faraones se casaban con sus hermanas para evitar los conflictos dinásticos. ¿Tiene este rechazo a las relaciones sexuales entre los miembros de la misma familia una base científica o se trata sólo de una cuestión antropológica y cultural? Bien, se piensa que la reproducción sexual, común a todos los animales superiores, presenta ventajas biológicas y evolutivas: al mezclar los genes de dos individuos distintos sus descendientes resultan genéticamente más diversos y por lo tanto más capacitados para evolucionar y adaptarse al entorno que las especies asexuales, como gusanos, esponjas, etc. en las que un sólo individuo se reproduce originando copias genéticas de sí mismo. El incesto, que evita en buena medida esa mayor riqueza genética, parece algo contra natura: no obstante, la creencia popular de que los hijos de relaciones incestuosas sufren malformaciones o retraso mental es exagerada y probablemente producto del tabú cultural. Un estudio reciente llegaba a la conclusión de que los hijos de primos carnales, que comparten mucho material genético, tienen alrededor de un 93 % de probabilidades de ser perfectamente normales. Es cierto que las relaciones entre primos no suelen ser consideradas como realmente incestuosas (aunque el matrimonio entre ellos esté prohibido en algunos estados de USA) y en las que sí lo son, como entre hermanos o entre padres e hijos, las estadísticas podrían ser menos favorables a relativizar el peligro del incesto, pero no es cierto que los hijos de padre y madre de una misma familia vayan a sufrir necesariamente malformaciones: simplemente, muchos genes recesivos que podrían causar enfermedades y que seguirían siendo recesivos al unirse con otro material genético externo, se vuelven dominantes con el incesto; el riesgo en el embarazo es mayor, pero no llega a ser una certeza.

Aún más lejos en cuanto a relaciones incestuosas llegó El crimen del capitán Sánchez, un episodio de la serie española de TV de los años 80 La huella del crimen, en el que el tal capitán mantenía una prolongada relación con su propia hija, con la que tenía varios hijos / nietos aparentemente normales, y también este tema se planteaba en Volver, la hasta el momento última película de Almodóvar. El incesto padre / hija o madre /hijo, el más frecuente, está estrechamente vinculado a la pederastia y el abuso de menores por lo que es considerado ilegal; en cuanto al de hermano / hermana entre adultos resulta motivo de debate: hace pocos años se condenó a una pareja de hermanos alemanes a penas de cárcel, que supongo que no llegaron a cumplir en la práctica, por haber tenido hijos entre ellos. Sin embargo en otros países se considera una especie de variante sexual tan extraña como aceptable en principio.

02 febrero 2008

El increíble hombre menguante: cuando la estatura es variable

El increíble hombre menguante es un clásico de la ciencia-ficción de serie B sobre un pobre tipo que, tras ser expuesto a una radiación (típico ejemplo del pánico a la energía nuclear en los años 50, tras la destrucción de Hiroshima y Nagasaki con bombas atómicas) ve como su tamaño se va reduciendo primero hasta convertirse en un enano, luego, entrando ya en lo bizarro, tiene que vivir en una especie de casa de muñecas que le ha preparado su mujer. Se suceden entonces escenas antológicas en el género, como la persecución del hombre menguante por parte primero de su propio gato y más tarde de una malvada araña en el sótano. A diferencia de otros títulos de este estilo, la película es solvente y se ve con agrado más allá de su valor como rareza.

Pero a lo que vamos: hay una escena de la película, cuando nuestro hombre empieza a perder peso y visita al médico para ver que le ocurre, en la que el doctor le comenta algo que no sé si forma parte o no de la cultura general. Nuestra estatura no es constante, va variando durante el día. Al estar de pie los huesos se comprimen y vamos perdiendo altura durante la jornada. Por la noche, al estar tumbados, recuperamos los centímetros perdidos, que pueden ser del orden de 1 o 2. Esta puede ser una cuestión importante a la hora de trabajos en los que se pide una estatura mínima (policías, etc.) porque, quien se encuentre en el límite, puede alcanzarlo si se le mide por la mañana y quedarse por debajo si se hace a última hora de la tarde. Aunque la película no lo comente, también puede haber oscilaciones en el peso, en este caso en función de la posición geográfica. Debido al achatamiento de la Tierra, la gravedad es ligeramente superior en los polos y un poco más baja en el Ecuador. La diferencia es insignificante para la vida diaria pero relevante a la hora de establecer, por ejemplo, un récord de salto de altura en los juegos olímpicos.

Otro aspecto curioso de la película es la tranquilidad con la que el médico le hacía radiografías al protagonista; no ha sido hasta hace relativamente muy poco cuando se ha limitado el uso de los rayos X por sus efectos sobre las células, especialmente problemáticos en niños y embarazadas. Y someter al pobre hombre menguante a más radiación es hacer que llueva sobre mojado.