25 noviembre 2006

Transexuales en Plutón

Hace unos meses se estrenaba en España con cierto retraso Desayuno en Plutón, la última y divertida película del director irlandés Neil Jordan. Precisamente su estreno coincidió con la polémica en la comunidad científica acerca de si Plutón es un auténtico planeta o solo un asteroide, pero lo cierto es que la película no tenía nada que ver con el espacio sino que contaba la historia de un chico al que le gustaba vestirse de mujer, algo que le convertía en demasiado peculiar para la católica Irlanda de los años 70.

Tras mucho tiempo de oscurantismo, el público en general ha conseguido tener acceso a información sobre sexualidad en los últimos años. A pesar de que mucha de esta información venga de la tele y se difunda de forma muy sensacionalista y no demasiado adecuada, para mucha gente va quedando clara la diferencia entre tres conceptos diferentes pero que han estado muy confundidos: la homosexualidad, el travestismo y la transexualidad.

La homosexualidad consiste en preferir las relaciones afectivas y sexuales con personas del mismo sexo, y el travestismo en vestirse con ropas y accesorios propios del otro. Hay travestis heterosexuales (casi siempre hombres) que tienen una fijación fetichista por la ropa de mujer y les gusta ponérsela, como el famoso Ed Wood, presunto peor director de la historia del cine adicto a los jerseys de angora, a quien Tim Burton dedicó una película. También hay muchos hombres y mujeres homosexuales que nunca se travisten ni les apetece hacerlo, y se sienten totalmente cómodos como hombres o como mujeres. Pero cuando alguien homosexual se traviste con ropa del otro sexo y no lo hace por llamar la atención ni por mero divertimento sino porque se encuentra más cómodo y se siente más acorde con su identidad vestido o vestida así, está ya entrando en la transexualidad. Los transexuales son hombres y mujeres biológicamente normales que psicológicamente se sienten del otro sexo: a los hombres transexuales les gusta adoptar los nombres, ademanes y costumbres que la sociedad sexista considera propios de mujeres, mientras que las mujeres transexuales se consideran masculinas y tampoco se identifican con el rol tradicionalmente asignado a su sexo. Probablemente en un mundo utópico en el que hombres y mujeres fueran totalmente iguales no existiría la transexualidad, puesto que sería absurdo hablar de comportamientos y formas de pensar masculinos o femeninas que pueden hacer que algunas personas no se sienta cómodas con su sexo biológico. Los transexuales están casi siempre descontentos con un cuerpo con el que no se identifican, pero no todos desean operarse, como se pensaba hasta hace poco, y actualmente, al menos en España, se les permite cambiar legalmente su sexo sin someterse a una operación muy seria que no deja de tener sus complicaciones y sus riesgos.

Un concepto diferente pero vinculado a la transexualidad es el hermafroditismo o intersexualidad, que consiste en tener órganos sexuales no puramente masculinos ni puramente femeninos sino intermedios, a diferencia del transexual, que anatómicamente es cien por cien hombre o mujer. Es muy difícil calificar a un recién nacido intersexual como niño o como niña, y muchas veces se les asigna el sexo inadecuado, convirtiéndolos en transexuales en la edad adulta. Una estupenda película sobre este fenómeno es Mi querida señorita, en la que José Luis López Vázquez interpreta a una mujer de provincias de mediana edad que necesita afeitarse y a la que el médico le diagnostica que es un hombre. Según una leyenda urbana, la actriz Jamie Lee Curtis no es totalmente mujer sino intersexual, algo que la interesada nunca ha confirmado ni desmentido. En todo caso, la naturaleza odia los compartimentos estancos, y la división de las personas entre hombres y mujeres no responde perfectamente a la realidad.

17 noviembre 2006

Zelig: Woody Allen camaleónico

Hace algunas semanas se han presentado en España Scoop, la nueva película de Woody Allen, y El laberinto del fauno, la nueva de Guillermo del Toro. Hace ya bastantes años Allen había dirigido Zelig (1983), una de sus mejores obras, que, además de manipular imágenes históricas mejor y mucho antes de que hicieran lo mismo en Forrest Gump, era un falso documental sobre un camaleón humano, mientras que Del Toro cuenta entre sus films anteriores con Mimic (1997), una película de terror homenaje a la serie B sobre insectos que se mimetizaban entre la gente. Así que los dos directores tienen algo en común, ¿o no tanto?

En la naturaleza es relativamente frecuente el mimetismo, es decir, que una especie adopte características de otra que supongan algún tipo de ventaja evolutiva. Insectos que se hacen pasar por plantas, animales inofensivos que imitan la apariencia de otros más feroces o de mal sabor (vean la abeja de esta foto, que en realidad es una mosca) .... cuando el mimetismo tiene por objeto alejar a los posibles depredadores, como en estos casos, se le denomina aposematismo. Pero para el cine fantástico es más interesante el caso contrario, el de los depredadores que se camuflan para pasar inadvertidos ante sus presas, y sobre todo es más espectacular si, en vez de vivir permanentemente mimetizados, tienen la habilidad de cambiar su apariencia. Un ejemplo de esto último en el mundo marino son los pulpos, como podemos ver en este video, y este fenómeno era el que exploraba la película Mimic, en la que insectos gigantes con apariencia humana se infiltraban entre nosotros para cazarnos. Naturalmente la verosimilitud de la historia es escasa, en primer lugar porque los insectos están muy limitados en talla, y luego porque la evolución necesaria de los genes para llegar al mimetismo requiere muchos muchos miles de años.

No obstante, aunque se tienda a pensar lo contrario, el cambio de color del camaleón no es un ejemplo de mimetismo, no lo hace buscando confundirse con el medio sino que es una respuesta fisiológica ante cambios de temperatura, de luz, o de estado de ánimo, más o menos una variante extrema de la mayor palidez o rubor que podemos tener los humanos ante diferentes situaciones. Zelig, la comedia de Woody Allen, trataba de un hombre capaz de engordar o cambiar sus rasgos para mimetizarse con su entorno, como poner los ojos rasgados entre gente oriental, desarrollar una larga barba entre judíos ortodoxos, etc. (vean a Woody de indio en la foto). Por lo dicho anteriormente, Zelig no puede considerarse un camaleón, como tampoco es correcto llamar camaleónicas a las personas capaces de aparentar fácilmente otra personalidad, puesto que los cambios de color del camaleón no son intencionados, a diferencia de los del pulpo y otros animales. Como siempre, unos llevan la fama y otros cardan la lana.

11 noviembre 2006

99.9: el misterio de las caras de Belmez

En 1971 la tranquilidad del pueblo de Belmez de la Moraleda (Jaen) se vio alterada por uno de los fenómenos sobrenaturales más comentados en todo el mundo desde entonces: una serie de dibujos vagamente parecidos a rostros humanos aparecieron en el suelo de la cocina de una humilde familia. Miguel, hijo de los dueños de la casa, picó el lugar donde estaban las extrañas imágenes y lo alisó con cemento: no obstante, a los pocos días, las caras habían reaparecido en el mismo sitio. Lo más curioso es que iban surgiendo nuevos dibujos, mientras que las antiguas caras iban modificando su expresión. El fenómeno se hizo público, y adquirió interés internacional cuando el suelo de la cocina fue analizado y no se encontró rastro de pintura sobre él. Algo tan pintoresco no podía hacerles demasiada gracia a las autoridades franquistas de la época, ni tampoco a la comunidad científica. Desde entonces, han existido dos corrientes de opinión radicales sobre lo que se empezó a conocer como caras de Belmez: por un lado quienes desacreditan totalmente el fenómeno y calumnian sin pruebas concluyentes a la familia de la casa y al fotógrafo del pueblo acusándolos de delitos como fraude y estafa, y por otra quienes creen ciegamente en él, denominan a las imágenes teleplastias y elaboran teorías a cada cual más peregrina sobre su origen.

La mayoría de los fenómenos sobrenaturales han acabado revelando su naturaleza fraudulenta desde los tiempos en los que las hermanas Fox inventaron la comunicación con los espíritus a través de mediums y de truquillos tan infantiles como la supuestamente temible ouija, de ahí que una gran dosis de escepticismo sea conveniente al acercarse a las caras de Belmez. Hay muchas posibles explicaciones científicas del origen de las caras: que no haya rastros de pintura sobre el cemento no quiere decir gran cosa, no hay nada nuevo en la técnica de la pintura al fresco, que consiste en pintar sobre cal húmeda y esperar a que se seque; una vez secos, los colores constituyen químicamente parte de la superficie, se puede decir que están dentro de y no sobre ella. Otros escépticos plantean la hipótesis de pintar con sales como el nitrato de plata: en este caso las imágenes al principio no se ven y van surgiendo gradualmente con el tiempo a medida que la sal va reaccionando ante la exposición a la luz, lo que explicaría que las caras cambien. Otros apuntan que, en un ambiente tan húmedo como la casa en la que aparecieron las imágenes, es fácil que el agua origine manchas que pueden interpretarse como rostros humanos.

Todas estas teorías se apoyan en algo fácilmente comprensible: la tendencia natural del cerebro a dar forma al caos y a convertir lo informe en siluetas familiares y lógicas, un fenómeno al que a veces se le llama pareidolia. Todos hemos jugado a ver imágenes en las nubes, y nadie ve nada sobrenatural en ello. Este truco de "recomponer" figuras en nuestra mente es muy útil y nos permite leer a gran velocidad sin tener que perder tiempo en percibir y procesar todas y cada una de las letras de cada palabra, o jugar a juegos como El Ahorcado y muchos otros. Realmente el ver rostros humanos en las presuntas teleplastias de Belmez depende en buena medida de la imaginación o la capacidad de sugestión de cada persona.

Por otro lado, los defensores del fenómeno apuntan, con bastante sensatez, que si es un fraude se trata de un engaño muy sofisticado que requiere probablemente conocimientos de química y pintura demasiado elevados para los supuestos estafadores. Tampoco se ve muy claro el movil de la estafa, porque aunque los detractores de las caras de Belmez hablen del ánimo de lucro y del ansia de notoriedad, lo cierto es que nadie se ha hecho rico con esta historia y probablemente muchos de los lectores del blog no hayan oído jamás hablar de ella salvo que estén especialmente interesados en lo paranormal; y aunque algunos curiosos se acerquen al pueblo porque han oído hablar, y algún vecino gane algo de dinero vendiendo fotos o souvenirs de las caras, la localidad está muy lejos de vivir gracias a este peculiar turismo. Quienes hablan de la gran cantidad de dinero que la familia de la casa ha obtenido con este asunto, citan fuentes de tanto rigor como la revista Lecturas. La falta de acuerdo sobre los científicos a la hora de explicar el origen de las caras, debida a la poca fiabilidad de los análisis llevados a cabo, que dan resultados contradictorios, tampoco permite demostrar de forma concluyente que se trate de un timo.

Pero lo cierto es que las teorías de los defensores de lo paranormal son igualmente variadas: hay quien dice que María, la dueña de la casa, era una medium cuya actividad psíquica se plasmaba sobre el suelo de la cocina dando lugar a estos dibujos, que iban alterándose a medida que cambiaba su estado de ánimo. En ese caso deberían desvanecerse hasta desaparecer, puesto que María falleció en 2004. Esta hipótesis es la más seria o la menos risible entre otras que hablan de psicofonías y recuerdan que siglos atrás hubo un antiguo cementerio cerca de donde ocurrieron los hechos. Naturalmente estas teorías más fantasiosas son las más estimulantes para la imaginación de los guionistas, y varias de ellas se mezclan en 99.9, un film de terror de Agustí Villaronga de 1997 libremente inspirado en este curioso fenómeno.