25 diciembre 2006

Natividad: señales en el cielo

En un día como hoy es casi obligado hablar de la película recientemente estrenada Natividad y del punto de vista que ofrece la ciencia sobre la estrella de Belén y las señales que avisaron en el cielo de tamaño acontecimiento.

En primer lugar, como muchos lectores ya sabrán, la fecha de la Navidad se escogió coincidiendo con las antiguas celebraciones paganas del solsticio de invierno, la noche más larga del año, pero Jesucristo no nacio en diciembre, y menos aún en el año cero de nuestra era. Esto último, por la indiscutible razón de que no existe el año cero: cuando en el siglo VI se hizo la cuenta de la vieja para establecer cuanto tiempo había pasado desde el nacimiento de Cristo y crear el calendario occidental, el año 1 d.C. se colocó inmediatamente después del 1 a.C., puesto que el cero es un "invento" posterior, no existía en los números romanos, y no entraría en Occidente a través de los árabes (los cuales a su vez lo tomaron de los indios) hasta siglos más tarde. Para más inri, al monje encargado de contar los años sumando el tiempo de gobierno de los distintos emperadores romanos se le olvidó tener en cuenta los cuatro años en los que el emperador Cesar Augusto utilizó su nombre de pila, Octavio, por lo que el nacimiento de Cristo debio de ocurrir alrededor del año 5 antes de nuestra era. Tiene que ser así, puesto que Herodes el Grande, mandatario en la región judía durante el nacimiento de Jesús y responsable de la matanza de los inocentes, murio en el año 4 a.C. Además, según los evangelios, la natividad o navidad se produjo en la época en la que los pastores vigilaban sus rebaños en las montañas, por lo que no pudo ocurrir en diciembre, sino más bien hacia marzo o abril.

De hacer caso a la leyenda, durante esos días un fenómeno celeste, conocido como la Estrella de Belén, alertó a unos magos (debemos entenderlo como astrónomos) babilonios de que había nacido un rey entre los judíos. La señal les guió desde el cielo en su camino hasta Belén y se detuvo justo encima del pesebre en el que había nacido el hijo de Maria. Esta última parte sólo puede entenderse, fuera de la fe en lo sobrenatural, como leyenda, puesto que ningún cuerpo ni fenómeno celeste se "detiene" en ningún sitio. Pero muchos astrónomos sí consideran que en fechas próximas al nacimiento de Cristo ocurrieron fenómenos curiosos en el cielo que, en una época en que no existía frontera entre ciencia y superstición, pudieron interpretarse como señales de un acontecimiento.

En el año 7 a.C. los astrónomos de la época registraron una conjunción triple de Júpiter y Saturno. Una conjunción de planetas consiste en que, por las posiciones de sus órbitas y de la órbita de la Tierra en ese momento, los planetas, vistos desde la Tierra, parecen avanzar el uno hacia el otro hasta tocarse. Triple conjunción quiere decir que después de tocarse, uno de los planetas retrocede para volver a avanzar y volver a tocar al otro, y que esto se repite una tercera vez. No es un fenómeno excesivamente inusual, pero además en torno al 5 a.C. astrónomos chinos registraron una nova, una luz en el cielo mucho menor que la producida por una supernova. Una nova tiene lugar cuando en un sistema doble (dos estrellas que giran en torno al mismo punto como si estuvieran unidas por un eje), una estrella se expande y le cede masa a la otra. Esa masa va a provocar una muy energética reacción de fusión nuclear produciendo un destello o nova visible desde la Tierra.

Ninguno de estos dos fenómenos por sí solo sería raro, pero tal vez el estar los dos próximos en el tiempo, produciéndose además la triple conjunción de planetas en la constelación de Piscis, que, según la manera en la que ciencia y profecía se mezclaban en esa época, estaba asociada al pueblo hebreo, pudo hacer que los sabios de la época leyeran en el cielo que había nacido un rey entre los judíos.

Aunque estos fenómenos celestes pudieron calentar la imaginación de los astrónomos en esa época, lo cierto es que el espacio ofrece misterios más espectaculares. Por ejemplo el de Tunguska, localidad siberiana arrasada en 1908 por una extraña detonación aérea, se piensa que la de un cometa, tan energética que causó que no hubiera noche durante varios días en la mayor parte de Europa, puesto que el cielo nocturno era casi tan brillante como el diurno. Prueba de la escasa divulgación de este singular fenómeno es que no exista película ni leyenda alguna que le haya buscado explicación. Lo que hubieran escrito los evangelistas a partir de algo así ...

16 diciembre 2006

Blade Runner: Yo, robot

Uno de los temas favoritos de la ciencia-ficción son los robots. Robot es una palabra que viene del checo robota, trabajo esclavo, y que se difundió internacionalmente gracias al escritor Karel Capek y su historia R.U.R., ambientada en una fábrica de gente artificial. El término se haría muy popular gracias a las novelas de Isaac Asimov, reemplazando así en el lenguaje cotidiano a la denominación más antigua de autómata, y la literatura y más tarde el cine de ciencia-ficción sembrarían la confusión con su sinónimo androide. El androide es el robot antropomorfo que imita los movimientos humanos; la construcción de androides es sólo una rama de la robótica, tal vez la más llamativa y espectacular, pero desde luego no la de mayor aplicación industrial, que estaría más bien en la fabricación de automatismos y máquinas de control numérico.

Los precursores de los robots serían los autómatas diseñados en el pasado; según los libros de historia, los egipcios ya disponían de estatuas de dioses que tenían brazos móviles que los sacerdotes manipulaban. Las leyendas sobre seres artificiales son igualmente antiguas, existen ya en la mitología griega (la historia de Prometeo) y en la tradición judía (el Golem). Con el avance de la mecánica durante las edades Media y Moderna, cuando se desarrollan las máquinas de efectos encadenados mediante engranajes, poleas y otros mecanismos de transmisión del movimiento, empiezan a surgir, sin más función que el mero entretenimiento, autómatas muy ingeniosos, entre los que podemos destacar los del relojero suizo Pierre Jaquet-Droz, inventor de el escritor, la pianista y el dibujante. El escritor es un muñequito que mojaba la pluma en tinta y era capaz de escribir diferentes textos, pasando de una línea a otra, levantando la pluma del papel y parándose a veces a "pensar", todo ello en una época (1774), anterior a la invención de la máquina de escribir. La pianista era capaz de tocar distintas melodías "a mano" y en directo (tampoco existía el fonógrafo ni el sonido grabado), y el dibujante llevaba a cabo los grabados que se pueden ver en la foto: como se ve no son simples figuras geométricas, sino que incluyen líneas curvas que supondrían un trabajo de chinos incluso utilizando un programa de diseño gráfico de hoy en día.

Hoy en día, la base de la robótica ya no es la mecánica sino la electrónica, a diferencia de los autómatas del pasado. No llegarían a la categoría de robots automatismos electrónicos sencillos como la célula fotoeléctrica que abre una puerta, que activa una alarma, o que enciende y apaga la luz de una habitación cuando alguien entra o sale. El desarrollo de la electrónica ha dado origen, sin embargo, a los autómatas programables, compuestos, al igual que un ordenador, por microprocesador, memoria y dispositivos de entrada y salida (otro día hablaremos con más detalle de esto) que leen y ejecutan las órdenes escritas en su programa o software. Esto permite la aparición de máquinas-herramienta, capaces de sujetar, mover, perforar o moldear una pieza de forma automática mediante control numérico, es decir a través de números que definen la posición y la magnitud de los movimientos, giros, cortes, etc. La mayor parte de estos robots tampoco son androides ni tienen ningún tipo de apariencia humana, son simples brazos mecánicos o carcasas que realizan tareas pesadas o peligrosas, casi siempre trabajos rutinarios que deben ser ejecutados de forma siempre igual y sin variaciones, como en una cadena de montaje; pueden ser supervisados por una persona, o gobernados mediante un programa predefinido.

No obstante, los androides también están ahí: uno de los más avanzados es el que aquí vemos . Se llama Asimo y ha sido diseñado por la empresa Honda. Es capaz de caminar hacia delante y hacia atrás, hacia la izquierda y la derecha, dar media vuelta y subir escaleras. Se espera que en el futuro androides como Asimo puedan encargarse de ayudar a personas de edad avanzada o con minusvalías. No obstante, aun falta mucho para que los robots antropomorfos sean capaces de tener la gestualidad de un ser humano, y más aún para que puedan pensar como nosotros. Si eso llega a ocurrir, la convivencia en una sociedad mixta de humanos y androides planteará muchos dilemas éticos, como ocurre en Blade runner o Yo robot. ¿Si los robots pueden pensar y actuar como humanos, también desarrollarán sentimientos y se convertirán en seres emocionales? ¿Reivindicarán sus derechos y habrá una nueva lucha de clases? ¿Soñarán con ovejas eléctricas?

02 diciembre 2006

Waxwork: cera y agujeros negros

Me he sorprendido al encontrar por la red referencias a una película de serie B de los años 80, Waxwork, que a veces aparece con el nombre español de Waxwork museo de cera, y a veces con el de Waxwork el secreto de los agujeros negros (tal vez sea su título en otros países de habla hispana). Naturalmente este segundo título fue el que me llamó la atención; sin embargo las reseñas que aparecen por ahí de la peli hablan de una historia de terror de adolescentes encerrados en un museo de cera; como podíamos imaginar, serán asesinados para pasar a formar parte de las estatuas que representan crímenes. El caso es que no hay ni la menor mención a los agujeros negros, así que si algún lector la ha visto se agradece cualquier información que explique por qué se le dio ese título.

Pero entremos en materia sobre un tema del que todo el mundo ha oído hablar pero tal vez muchos no tengan muy claro en que consiste. Cuando comentamos Contact, explicamos como se generaba un pulsar. Una estrella, como el Sol, se mantiene "viva" porque en ella se está produciendo constantemente una reacción de fusión nuclear: el hidrógeno, que es el átomo más sencillo, formado por un solo protón y un electrón, se funde con otro átomo de hidrógeno generando helio (cuyo nombre viene precisamente del griego helios, sol). Esta reacción es muy energética, tanto que la luz y el calor que produce llega hasta nosotros y permite la vida en la Tierra. La fuerza que genera esta explosión nuclear continua que tiene lugar en el Sol contrarresta la atracción gravitatoria que, de otra forma, haría que la estrella se colapsara sobre sí misma.

Cuando este combustible nuclear se agota, porque todo el hidrógeno se ha fundido ya en helio, nada puede evitar la contracción debida a la gravedad: la estrella implota reduciendo su volumen espectacularmente dando lugar a una supernova. Dependiendo de cuanto se reduzca su radio, puede transformarse en una enana blanca, en un pulsar, o en el caso más extremo, en un agujero negro. El agujero negro alberga una masa enorme en un volumen diminuto; su densidad es tan alta que la gravedad evita que cualquier cosa que caiga dentro de él pueda salir nunca más (de ahí lo de agujero), incluso la luz (de ahí lo de negro).

Según la famosa Teoría General de la Relatividad de Einstein, un punto de tal densidad en el espacio constituiría una singularidad, es decir, un lugar donde las leyes de la naturaleza tal como las conocemos no se cumplen. En el límite del agujero negro el tiempo se detiene, y dentro de él no tenemos ni idea de lo que ocurre, cualquier cosa de lo más inverosimil podría tener lugar. Pero si a alguien le da curiosidad y tiene ganas de darse una vueltecita por un agujero negro, hay un problema: el viaje no solamente sería sólo de ida, porque nadie puede salir de allí, sino que además la atracción gravitatoria tan brutal que allí tiene lugar nos machacaría antes de que nos diéramos cuenta. Tal vez algunas películas o series de ciencia-ficción hayan sembrado la idea de que los agujeros negros podrían servir para viajar en el tiempo: eso serían en todo caso los agujeros de gusano, de los que hablaremos otro día.

La existencia de agujeros negros todavía no está totalmente confirmada, aunque la mayoría de científicos creen que hay uno o varios en el centro de nuestra galaxia. Es un poco difícil demostrar su presencia, precisamente porque no emiten luz ni energía ni radiación, puesto que nada puede salir de ellos. Pero la definición más divertida de un agujero negro que ha dado el cine se la debemos a Woody Allen en Desmontando a Harry, cuando una prostituta de raza negra le responde Es con lo que me gano la vida, cariño.