Aunque tendemos a pensar que todo el planeta es más que conocido y está más que explorado, lo hacemos porque pensamos sólo en la superficie de tierra seca, que es más la excepción que la norma. La mayoría de la superficie terrestre está formada por fondos marinos, y de estos sólo se conoce bien lo que se llama la plataforma continental, la zona próxima a la costa de menos de 200 metros de profundidad. Pero las profundidades abisales, que se encuentran varios kilómetros por debajo del nivel del agua, siguen siendo muy poco conocidas. Existe una enorme dificultad a la hora de explorarlas, que es la presión. Cada diez metros que descendemos estando debajo del agua la presión aumenta en una atmósfera. Es decir, a diez metros de profundidad la presión ya es el doble de la que aguantamos normalmente.
Nuestro organismo está diseñado para soportar las condiciones de vida en nuestra atmósfera. La tensión de la sangre en nuestras venas y la presión del aire en nuestros pulmones son iguales a las del aire atmosférico; si la presión exterior aumenta, como ocurre bajo el agua, nuestros tímpanos, la parte más sensible a la presión, empiezan a sufrir, como podemos sentir si bajamos al suelo de una piscina profunda. La presión brutal que existe a diez mil metros bajo el nivel del mar, equivalente a mil atmósferas, nos aplastaría sin compasión, impidiendo a la sangre y al oxígeno fluir por nuestro organismo. Si se trata sólo de unos pocos metros, podemos compensar la diferencia de presión con bombonas de aire comprimido, que igualan la presión del aire en nuestros pulmones con la exterior. Para mayores profundidades la cosa es más compleja, por lo que las profundidades abisales fueron completamente desconocidas hasta finales del siglo XIX porque no existían equipos técnicos que pudieran aguantar la presión.
Hasta entonces se pensaba que no habría vida en lo más profundo del mar, un habitat muy frio sin apenas oxígeno y que no recibe luz solar. Pero sí existen muchas especies que habitan estos fondos marinos y su estudio es complicado puesto que no las podemos sacar al exterior: los fluidos de su organismo circulan a una presión altísima, igual a la del agua a esa profundidad, y al subirlos a la superficie sus cuerpos estallarían rápidamente. La comida por allí abajo es escasa por lo que los peces tienen un metabolismo lento y enormes bocas: cuando llega alimento (normalmente el de animales muertos que se hunden hacia el fondo) no pueden permitirse el lujo de dejarlo pasar, tienen que ingerirlo entero y comerlo lentamente. Son ciegos o casi ciegos porque la luz del sol no llega a tanta profundidad (el agua absorbe mucho más la luz que el aire) y los crustáceos compensan esta falta de visión alargando sus antenas. Algunos de ellos son capaces de emitir luz.
Aparte de los animales muertos, el otro elemento clave en la dieta abisal son las bacterias que se alimentan de compuestos inorgánicos formados por la presencia de fuentes hidrotermales que sacan hacia fuera el calor del interior de la Tierra. Estas condiciones (dieta rica en metales, falta de oxígeno) no son demasiado diferentes a las de las aguas contaminadas próximas a la costa, por lo que el estudio de estos animales podría ser útil de cara a buscar formas de enfrentarnos con la contaminación de las aguas.
Este extraño y misterioso mundo de los fondos abisales permanece también inexplorado en el cine. Hollywood solamente se ha acercado a él en alguna ocasión, como el film de James Cameron Abyss (1989) o Esfera (1998), de resultados comerciales más discretos. Los dos optaban por presentar los fondos marinos como un misterio inexplicable de posible origen sobrenatural o extraterrestre, como otras películas han hecho con las pirámides de Egipto o las estatuas gigantes de la isla de Pascua, pero no habría hecho falta porque la propia naturaleza de este lugar es ya lo suficientemente misteriosa y desconocida para nosotros. Sus pobladores serían aptos como protagonistas de una película de terror.
Nuestro organismo está diseñado para soportar las condiciones de vida en nuestra atmósfera. La tensión de la sangre en nuestras venas y la presión del aire en nuestros pulmones son iguales a las del aire atmosférico; si la presión exterior aumenta, como ocurre bajo el agua, nuestros tímpanos, la parte más sensible a la presión, empiezan a sufrir, como podemos sentir si bajamos al suelo de una piscina profunda. La presión brutal que existe a diez mil metros bajo el nivel del mar, equivalente a mil atmósferas, nos aplastaría sin compasión, impidiendo a la sangre y al oxígeno fluir por nuestro organismo. Si se trata sólo de unos pocos metros, podemos compensar la diferencia de presión con bombonas de aire comprimido, que igualan la presión del aire en nuestros pulmones con la exterior. Para mayores profundidades la cosa es más compleja, por lo que las profundidades abisales fueron completamente desconocidas hasta finales del siglo XIX porque no existían equipos técnicos que pudieran aguantar la presión.
Hasta entonces se pensaba que no habría vida en lo más profundo del mar, un habitat muy frio sin apenas oxígeno y que no recibe luz solar. Pero sí existen muchas especies que habitan estos fondos marinos y su estudio es complicado puesto que no las podemos sacar al exterior: los fluidos de su organismo circulan a una presión altísima, igual a la del agua a esa profundidad, y al subirlos a la superficie sus cuerpos estallarían rápidamente. La comida por allí abajo es escasa por lo que los peces tienen un metabolismo lento y enormes bocas: cuando llega alimento (normalmente el de animales muertos que se hunden hacia el fondo) no pueden permitirse el lujo de dejarlo pasar, tienen que ingerirlo entero y comerlo lentamente. Son ciegos o casi ciegos porque la luz del sol no llega a tanta profundidad (el agua absorbe mucho más la luz que el aire) y los crustáceos compensan esta falta de visión alargando sus antenas. Algunos de ellos son capaces de emitir luz.
Aparte de los animales muertos, el otro elemento clave en la dieta abisal son las bacterias que se alimentan de compuestos inorgánicos formados por la presencia de fuentes hidrotermales que sacan hacia fuera el calor del interior de la Tierra. Estas condiciones (dieta rica en metales, falta de oxígeno) no son demasiado diferentes a las de las aguas contaminadas próximas a la costa, por lo que el estudio de estos animales podría ser útil de cara a buscar formas de enfrentarnos con la contaminación de las aguas.
Este extraño y misterioso mundo de los fondos abisales permanece también inexplorado en el cine. Hollywood solamente se ha acercado a él en alguna ocasión, como el film de James Cameron Abyss (1989) o Esfera (1998), de resultados comerciales más discretos. Los dos optaban por presentar los fondos marinos como un misterio inexplicable de posible origen sobrenatural o extraterrestre, como otras películas han hecho con las pirámides de Egipto o las estatuas gigantes de la isla de Pascua, pero no habría hecho falta porque la propia naturaleza de este lugar es ya lo suficientemente misteriosa y desconocida para nosotros. Sus pobladores serían aptos como protagonistas de una película de terror.
6 comentarios:
Abbys es mejor...una pena de la otra con mejor plantel de actores pero que no llega a entrtener. Un saludo.
Abyss funcionó sin actores conocidos y Esfera no, tal vez por tener demasiados. Pudo ser un tema de dirección, Barry Levinson, director de Esfera, es tremendamente mediocre; James Cameron es discutible pero al menos sabe convertir sus películas en acontecimientos. Por otra parte, Esfera se vio en buena medida como una copia de Abyss. Lo que me gusta de ambas películas es que tratan el fondo marino como lo que es, un mundo inexplorado como el espacio exterior.
Un post interesante, la verdad es que Abyss me gusto bastante, aunque el final sea un poco ñoño. En la pelicula utilizan un fluido oxigenado para respirar a gran profundidad, y me gustaria saber si realmente serviria de algo, o por la elevada presión, la sangre del buzo no podria circular.
Una pequña nota, la verdad es que los acotres de Abyss son bastante conocidos, por lo menos los dos protagonistas.
Es muy interesante. Recuerdo que había visto un documental sobre las fosas abisales. Te dije que allí había vida aunque no llegase energía solar.
En cuanto a las pelis... Abyss me gustó en su día, pero porque quería más Aliens y supongo que hoy en día me parecería mala. Esfera no sé si la he visto.
La sangre puede circular con normalidad si se eleva su tensión hasta el mismo y enorme valor de la presión exterior a esa profundidad. El problema es la compresión de 1 a 100 o más atmósferas y la posterior descompresión, que si ya para cualquier buzo son problemáticas y hay que llevarlas a cabo muy lentamente, aquí no digamos.
Ed Harris en esa época no sé si llegaría a la categoría de medianamente conocido, como todos los buenos secundarios con los años fue haciéndose más popular, y Mary Elizabeth Mastrantonio es el caso contrario, en aquella época gozaba de cierta popularidad y ahora no, pero nunca fue lo que se dice una estrella.
En verdad, hay otra película perfectamente desconocida, pero como yo soy amante de ese cine B conocí, que es Deep Rising.
En ella, por alguna razón que no recuerdo, un monstruo de las profundidades marinas, gigantesco, se come un transatlántico. No había extraterrestres ni nada por el estilo, sino como "un misterio de las profundidades", algo así como "¿qué oscuros temores nos acechan en la profundidad del océano?" por una voz en off (o la estoy confundiendo con otra, pero estoy casi seguro que era en esa película).
Sólo me acuerdo de la actuación del insufrible Treat Williams, y una Famke Janssen hermosísima, cuando no la conocía casi nadie. Sí, la chica que hace de Jane Grey en la saga de los Hombres-X.
A mí ninguna de las dos pelis me gustó demasiado, pero recuerdo que la actuación de Ed Harris me gustó muchísimo, pero como siempre, el guión tenía cierta flojedad por la mitad... Y cuando emerge la nave extraterrestre, horrible, parecía de plástico (seguro lo era :D)
Abrazo grande
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