27 octubre 2006

El tambor de hojalata: rompiendo vasos con la voz

El tambor de hojalata es la novela más famosa del premio nobel de literatura Günter Grass y fue adaptada al cine con gran éxito en 1979 por el por entonces prometedor director alemán Volker Schlondorff. Se trata de una parábola sobre la pasividad de los alemanes ante el avance del nazismo a través de un niño que se niega a crecer y que tiene la habilidad de dar gritos tan potentes que rompen cualquier cristal que se ponga por delante.

El tópico de la cantante de ópera, o en este caso del niño chillón, que rompen vasos al dar una nota aguda es uno de los ejemplos más famosos de resonancia. Se trata de un fenómeno físico muy espectacular que puede destruir no sólo un cuerpo frágil como el cristal, sino también estructuras tan robustas como puentes, coches o edificios. Aunque un cuerpo no esté vibrando aparentemente, siempre se puede considerar que está sometido a una minúscula vibración cuya frecuencia (el número de veces que vibra durante un tiempo determinado) recibe el nombre de frecuencia natural del sistema. Cuando una onda, en este caso sonora, incide sobre el cuerpo, esto va a generar una vibración, que será más o menos intensa dependiendo de la frecuencia de la onda incidente. La máxima intensidad se va a producir cuando dicha frecuencia coincida con la natural del sistema, como ocurre con el vaso de cristal y la voz muy aguda: entonces la amplitud de la vibración que se genera se hace enorme y el sistema entra en resonancia.

Normalmente la resonancia es algo que se busca evitar a toda costa en las construcciones para que no se vengan abajo. Un grupo de personas caminando todas al mismo paso podrían tirar un puente al generar una frecuencia igual a la natural de la estructura. Sin embargo, a veces la resonancia se busca a propósito: por ejemplo, en las bandas de seguridad de los márgenes de las carreteras, que tienen una frecuencia natural semejante a la de un coche a velocidad normal, por lo que provocan que las ruedas entren en resonancia y vibren cuando les pasan por encima. También se puede utilizar la resonancia para la demolición de edificios sin recurrir a los explosivos ... y el niño de la película la empleaba para que le dejaran tocar su tambor de hojalata.

20 octubre 2006

Nosferatu: vampirismo y porfiria

Ya habíamos abordado el tema de los vampiros en el blog, pero centrándonos en su tal vez irresponsable indiferencia hacia el grupo sanguíneo de sus víctimas. Por entonces un amable lector mencionó un libro escrito por un paisano mio, Los vampiros a la luz de la medicina de Juan Gómez Alonso. En él se menciona la enfermedad de la rabia como un posible origen de la leyenda de los vampiros.

La rabia, también conocida como hidrofobia por el terror al agua que experimentan quienes la sufren, es una enfermedad del sistema nervioso que se contrae por la mordedura de animales salvajes. El enfermo de rabia se muestra irascible, repentinamente agresivo, y puede sufrir violentos espasmos musculares ante luces o sonidos fuertes. Muchos de estos síntomas, unidos a que la enfermedad una vez que se ha manifestado provoca la muerte sin remedio, recuerdan vagamente al vampirismo (contagio a través de la mordedura, reacción ante la luz). No obstante, existe otra enfermedad con muchos más puntos en común, aunque también mucho más rara: la porfiria.

Los enfermos de porfiria producen, debido a una malformación genética, una cantidad excesiva de porfirinas, el pigmento que le da a la sangre su color rojo. La hiperabundancia de porfirinas genera anemia, que explicaría la palidez típica de los vampiros, al mismo tiempo que colorea de rojo los ojos y los dientes, además de provocar una enorme fotofobia o sensibilidad a la luz. La luz solar lesiona la piel de los enfermos de porfiria, produciéndoles llagas que pueden mutilar los labios, haciendo que los dientes rojos parezcan más grandes, y las orejas, dándoles la forma puntiaguda característica. Además, hace que necesiten transfusiones de sangre, puede provocar la aparición de vello en el rostro (el mito del vampiro siempre ha estado muy vinculado al del hombre lobo) y hasta explicaría el odio al ajo típico del vampirismo, puesto que el ajo al parecer agrava la enfermedad.

¿Es la porfiria el origen de las leyendas vampíricas? Podría serlo en parte, pero es una enfermedad demasiado poco frecuente para haber dado origen a un mito que, sobre todo en el este de Europa, estuvo extremadamente extendido hasta el siglo XVIII, cuando el avance de la medicina y la Ilustración empezaron a hacer mella sobre tradiciones muy arraigadas. Probablemente la dificultad de la ciencia antigua en saber cuando alguien está realmente muerto (hasta no hace tanto tiempo la prueba habitual para diagnosticar la muerte era tan poco concluyente como colocar un cristal bajo la nariz del paciente y ver si se empañaba) provocaría muchos casos de personas enterradas vivas que se retorcieran en sus ataudes; y no digamos en épocas de peste en las que los presuntos cadáveres se enterraban a toda prisa para evitar contagios. Por último, existe tambíen otra enfermedad poco frecuente, la catalepsia, posible origen de presuntos casos de vampirismo, pero la dejaremos para otro día.

10 octubre 2006

Los creyentes: el cortocircuito mortal

No sé si muchos lectores del blog recordarán Los creyentes, una curiosa película de terror de John Schlesinger (1987) en la que una sangrienta secta secuestraba al hijo de Martin Sheen. De pequeño me había impactado mucho la escena inicial, en la que la madre del niño muere cuando el secador de pelo cae en la bañera electrocutándola. Por entonces no entendía cómo podía pasarle la corriente a la señora si el secador estaba apagado, y es que el cortocircuito no es algo intuitivo que nos podamos imaginar sin tener conocimientos previos sobre la electricidad.

La corriente eléctrica se produce cuando se conectan a través de algún cable o conductor el polo positivo y el negativo de una pila o de un generador. Los enchufes de casa están conectados al cuadro eléctrico de la vivienda, y éste, a través de una larga red de baja, media y alta tensión, se conecta con los bornes del generador de una central eléctrica (hidroeléctrica, térmica, nuclear, etc.), de forma que el agujero de arriba del enchufe está unido al polo positivo del generador y el agujero de abajo al negativo (esto en realidad no es tan sencillo, puesto que se trata de corriente alterna y no continua, por lo que los polos positivo y negativo se intercambian continuamente, pero esto no nos interesa ahora).

Cuando no hay nada conectado al enchufe, no pasa la corriente porque no hay contacto entre el polo positivo y el negativo. Si enchufamos el secador de pelo y lo encendemos, entonces la corriente pasa a través de él. El secador opone una cierta resistencia, que limita la cantidad de corriente que pasa por él, y funciona normalmente hasta que lo apagamos. El botón de apagado separa los cables dentro del secador haciendo que el polo positivo ya no entre en contacto con el negativo.

Si echamos a la bañera el secador desenchufado, no pasará nada. Pero si el secador está enchufado, el polo positivo y el negativo del enchufe se pondrán en contacto a través del agua (que, a diferencia del aire, conduce la electricidad). El problema es que el agua, a diferencia del secador, ofrece una resistencia mínima al paso de la corriente; al no haber resistencia, la intensidad o cantidad de corriente que pasa por los cables se vuelve altísima: los cables se queman, se puede producir un incendio de origen eléctrico, y si en el agua cargada de electricidad hay una persona, la corriente pasará por su cuerpo sin compasión, porque la piel mojada tampoco ofrece resistencia eléctrica.

Para prevenir este tipo de accidentes, están los interruptores magnetotérmicos del cuadro eléctrico de casa, que al detectar una corriente tan alta que sólo puede ser producto de un cortocircuito, cortan el suministro. No obstante, mejor no hacer la prueba por si la instalación está defectuosa como en la película ...